En ausencia de Morfeo, por Gedi Máiquez
El movimiento hipnótico de las aspas del ventilador no lograba su cometido. Por más que lo mirara girar no alcanzaba a conciliar el sueño tan ansiado, ese que a duras penas conseguía de un tiempo a esta parte debido a las tórridas noches veraniegas y al duende que paseaba por su mente haciendo de las suyas para evitar la presencia de Morfeo. El sonido repetitivo del grillo posado en el alféizar de la ventana acompañaba de modo solidario al continuo grillar del aparato colgado en el techo, el diálogo entre ellos era del todo ilegible pero al parecer reparador por cómo se respetaban el turno del batir vibrante de sus correspondientes alas.
En un desesperado intento de conectar con el interior del grillo, por aquello de empatizar con su sentir ortóptero, pensó que sería buena idea buscar información relevante que arrojase un poco de luz a esa oscuridad insecta, igual que la que emitía el dispositivo de pantalla azulada y encargada según los últimos estudios, de destruir toda posibilidad de volver a producir la tan ansiada melatonina inductora del sueño. En definitiva, cualquier persona con un poco de sensibilidad entomológica entendería que lo que le pasaba al inquilino nocturno era simple y llanamente necesidad de mitigar sus instintos primarios. De nuevo otra noche tirada a la basura por causas ajenas a su voluntad.
La noche prometía. Su gato albino de largo pelo, verborrea incesante y de nombre tan honorable como Darwin, la miró fijamente posando sus ojos heterocromáticos sin entender nada y empezó a reclamar dosis de caricias selectivas ofendido por lo que estaba sucediendo. Un ser de pequeñas dimensiones y necesidades acuciantes de llamar la atención le estaba robando el protagonismo, esto había que frenarlo de alguna manera y se dispuso a ronronear solícito para captar su mano diligente y lograr así insuflar aire a su ego felino maltrecho.
La noche estaba completamente arruinada cuando su pensamiento la llevó a los trabajos darwinianos en los que se intentaba demostrar, entre otras cosas, que las emociones humanas eran el resultado de la evolución, por tanto, había mucho más en común de lo que pensábamos entre la expresión del ser humano y otras especies animales.
Una nueva alerta estaba saltando en su cerebro, su falta de sueño sobredimensionó la información pensando que el ser humano estaba más cerca en parentesco con un grillo de lo que se suponía a simple vista. De pronto y sin explicación alguna tras este debate evolucionista apareció el que faltaba en la ecuación nocturna.-¡Ah no! -Este sí que no. Exclamó indignada. La imagen de su ex se presentaba con todo despliegue de brillo exterior, pero a ella ya no le encandilaban las purpurinas y no le iba dar cancha por mucho que se empeñara. En su mente, por fin, estaba reservado el derecho de admisión. Además, la dosis de esa misma mañana estaba cubierta con la fallida pretensión del susodicho por ser el centro del universo publicando su nueva vida en un intento de ensalzamiento romántico decimonónico mezclado con un posmodernismo líquido que habría asustado al mismísimo Zygmunt Bauman.
Una leve brisa empezó a entrar por la ventana y la decisión de apagar el ventilador rompió el embrujo de la madrugada. El grillo consiguió su propósito y calló por unos instantes, Darwin dormía en la librería del salón, y mientras, su tocayo lo hacía plácidamente a los pies de la cama satisfechas todas sus necesidades. Al fin, el personaje nocturno que no estaba invitado decidió batirse en retirada sabiendo que nunca podría rivalizar con las alas que estaba divisando.
Morfeo entraba solícito a su cuarto con dos tazas de café en sus manos, por fin algo estaba cambiando.
De manera ágil y con sentido del humor nos relatan un hecho cotidiano y perfectamente reconocible por quienes hemos tenido noches tan austeras como la de tu protagonista. Ese coro de aspas y grillo, aliñado de un sofoco insoportable para conciliar el sueño, es memorable, Gedi.
ResponderEliminar¡Qué momento me has hecho pasar tan divertido!
Me ha encantado. Como siempre, un placer leerte.
Mi querida amiga, con estos calores murcianos es de agradecer la entrada alegre de tu artículo al que a más de uno habrá sacado una sonrisa, que tal como está el patio, si que es un hecho en vías de extinción. Ánimo y a esperar tu siguiente perla.
ResponderEliminar¡Me alegra saber que lo has disfrutado! Gracias por leerme, seguiremos construyendo historias. 😊
ResponderEliminar