EL VERDE GABÁN, Las mocedades de don Quijote, segunda entrega, por Santiago Delgado.







Y no creas, sancho escuchante, que no hubo mujeres bravas ente los Quijano; pues cuentan los anales de una monja, en el siglo Nunilona de Quijano, nombre altoaragonés, que me hace suponer que ya había aldea o lugarejo, en torno del castillo de los Quijano, pues todos los nombres con apellidación que antecedidos vienen por la prae positio de, indican pueblo o ciudad de procedencia. Pues, bien, esta monja de mi estirpe bajó hasta más allá del río, Duero, cruzado hacia el sur, y fundó convento hospitalario, para acogida de mujeres solas y ambulantes enfermos varios, en tierras que, aunque eran de nadie, más las incursionaba el sarraceno que el cristiano. En la verdadera vida, Nunilona se llamó Sor Ecuménica de la Salvación, pues pensaba auxiliar en su hospital a todo aquél que lo pidiera, moro, cristiano, judío o pagano. De ahí lo de Ecuménica, que quiere decir “para todos”. El tiempo de esta santa mujer fue el de Almanzor, segundo azote de la Cristiandad, tras aquel demonio llamado Atila, de cuando los amenes romanos. Por un sueño premonitorio, propio de la gente beata, supo que Almanzor, con toda su hueste, iba a pasar hasta Santiago de Compostela, para saquearla y derruirla, cosa que hizo, Dios lo haya perdonado. Bien, llegado el momento, Nunilona, que diga Sor Ecuménica, dispuso a todas sus monjas detrás de ella, en perfecto triangulo, con vértice en ella misma, ataviadas con su negro hábito, cofia incluida, humillada la testa –menos ella– y las manos en el regazo, juntas, como en oración. Y más atrás, los enfermos acogidos. Llegado Almanzor ante ella, sin descabalgar, dijo:

–Estas mujeres visten como musulmanas, y rezan, al Dios Único, cinco veces al día, de maitines a nonas, y ayunan, son, pues, gente del Islam, aunque ellas mismas no lo sepan. Seguiremos adelante hasta Compostela.

Y la ingente tropa y pertrechos de guerra, arietes, catapultas, péndulos de bola y demás ingenios bélicos, siguió adelante, ante la firme presencia de las monjas. 


(Continuará)


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