LOS SONIDOS Y EL TIEMPO, Ausencias de Dulcinea, por Gabriel Lauret
Dulcinea es uno de los personajes más sorprendentes de la literatura universal. Un ser que solo existe en la mente nublada de una persona perturbada, y en que en tanto que perturbada, existe. Don Quijote, ese Alonso Quijano que ha perdido el juicio, busca a Dulcinea, pero no la encuentra.
Sobre el poema "Árboles, yerbas y plantas", incluido en el capítulo XXVI de la primera parte del Quijote, Joaquín Rodrigo escribió en 1948 sus Ausencias de Dulcinea. El motivo de escribir esta obra fue el concurso convocado con motivo del IV Centenario del nacimiento Cervantes un año antes. Es una obra bastante atípica ya que está escrita para bajo o barítono, cuatro sopranos y orquesta sinfónica, por lo que podría calificarse como un poema sinfónico con voces solistas. El barítono siempre canta el texto mientras que las sopranos representan esa vana búsqueda hacia los cuatro puntos cardinales de su amada imaginaria. Como podrán suponer, Rodrigo ganó el Premio Cervantes, la obra la estrenó la Orquesta Nacional de España dirigida por el también compositor Eduardo Toldrá y cosechó un enorme éxito.
Aunque Joaquín Rodrigo Vidre es un compositor muy conocido y, para muchos de nosotros, contemporáneo, no está de más hacer una pequeña semblanza de su vida.
Nacido en Sagunto en 1901, quedó ciego a la edad de tres años. Esto no le impidió que comenzara sus estudios musicales con ocho años (violín y piano) y los continuara a los dieciséis en el conservatorio de Valencia con las asignaturas que le dirigían hacia la composición.
En 1927 se trasladó a París, como hicieron anteriormente Albéniz, Falla, Granados y Turina, e ingresó en la Escuela Normal de Música para estudiar durante cinco años con Paul Dukas. A pesar del nombre, l´Ecole Normale era una institución muy especial, fundada muy poco antes, en 1918, por el pianista Alfred Cortot, con la idea de atraer el mayor número posible de extranjeros para internacionalizar la música francesa. Contaba con un excelente plantel de profesores y, precisamente en 1927, Cortot consiguió que una serie excepcional de músicos dieran clases magistrales: Wanda Landowska, Marguerite Long, Lucien Capet, Jacques Thibaud, Pablo Casals e Igor Stravinsky, entre otros. En París se dio a conocer como pianista y compositor, y entabló amistad con Ravel, Stravinsky, Poulenc y, muy especialmente, Manuel de Falla, que le aconsejaría y apoyaría en los inicios de su carrera.
Tras casarse en Valencia en 1933 con la pianista turca Victoria Kamhi, regresó a Paris para continuar estudios en el conservatorio y en la Universidad de la Sorbona. Pasó la guerra civil, con graves penurias económicas, entre Friburgo y París, y regresó a España en 1939, esta vez a Madrid, huyendo del peligro que suponía el avance de los nazis, sobre todo para Victoria, que era judía. Prácticamente su llegada coincidió con el estreno del Concierto de Aranjuez a cargo del guitarrista Regino Sainz de la Maza, que le otorgó un lugar de honor entre los más importantes compositores españoles y, muy poco después, fama universal.
Además de escribir una gran cantidad de música durante los años siguientes, ejerció como crítico musical, escribiendo para varios periódicos y publicando artículos sobre una amplia variedad de temas. También trabajó en el departamento de música de Radio Nacional, para la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) y durante treinta años ocupó la cátedra de Historia de la Música en la Universidad Complutense de Madrid.
Gran parte de su vida la dedicó a recorrer todo el planeta asistiendo a estrenos o interpretaciones de su obra, y ofreciendo conciertos, cursos y conferencias en compañía de su esposa.
Su vida, larga, se cerró en 1999, aunque hacía años que la depresión, o más bien su cura, había apagado su llama creadora.
Si han leído ya otros artículos míos habrán observado que suelo ser muy reiterativo, pesadito que diría mi hija, en el sentido de reivindicar un reconocimiento a compositores o personajes del mundo de la música prácticamente desconocidos. Es obvio que no es el caso, ya que Joaquín Rodrigo no solo es un compositor enormemente popular, sino que recibió todo tipo de honores y distinciones durante su vida, en España y por doquier, incluyendo el marquesado de los Jardines de Aranjuez. Por eso quiero incidir especialmente en dos aspectos:
El primero es que el árbol no deja ver el bosque. La magnitud del éxito del Concierto de Aranjuez ha eclipsado muchas de las más de 170 obras que compuso durante su vida. La producción musical de Rodrigo incluye once conciertos para distintos instrumentos, más de sesenta canciones, obras corales e instrumentales, y música para escena y cine. Las Ausencias de Dulcinea son una excelente muestra, pero también podemos destacar sus conciertos, encargos de solistas tan relevantes como Andrés Segovia y Los Romero (guitarra), Gaspar Cassadó y Julian Lloyd Webber (violonchelo), James Galway (flauta) o Nicanor Zabaleta (arpa), entre otros. Dentro de mi instrumento, el violín, tiene obras que son fundamentales en el repertorio español de todos los tiempo como el Concierto de Estío, el Capriccio para violín solo o la Sonata Pimpante, obra esta última que dedicó a su yerno, mi querido maestro Agustín León Ara.
El segundo, es reivindicar la labor de su mujer, Victoria Kamhi, que no fue solo compañera de vida sino una figura fundamental y necesaria en la obra del maestro, realizando la selección y traducción de los textos para gran parte de sus canciones y obras corales. El hecho de ser descendiente de sefarditas motivó la composición, entre otras obras, de los Himnos de los neófitos de Qumran, sobre los textos hallados junto al Mar Muerto, o la Cuatro canciones sefardíes, siempre con la adaptación poética de Victoria Kamhi.
El maestro Rodrigo se mantuvo siempre fiel a su estilo, neocasticismo que llamaba él, alejado totalmente de las corrientes y modas que recorrían Europa. Su epitafio dice:”mi vaso es pequeño pero bebo en mi vaso”. Este deseo de autenticidad le valió para lograr un hueco único y personal en la Historia de la Música.
Enlaces a ilustraciones musicales:
Antonio Campo, Conchita Domínguez, Isabel Penagos, María Ángeles Chamorro, Angelines Nistal. Orquesta de conciertos de Madrid. Director: Odón Alonso
Concierto de estío
Agustín León Ara, violin. London Symphony Orchestra. Director: Enrique Bátiz
Qué ganas teníamos de volver a leerte!! Como siempre, interesante y reconociendo la labor de quienes tuvo tan cerca. Gracias Gabriel!!
ResponderEliminarYo también he disfrutado y aprendido con esta nueva entrada de tu blog.
ResponderEliminarCésar.
Me encanta todo lo que dices del maestro y siendo de Aranjuez es todo un orgullo. Coincido en que el maravilloso concierto de Aranjuez ha hecho que algunas de sus obras no sean tan conocidas siendo que son una maravilla.
ResponderEliminarComo siempre instructivo y ameno!!!!
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