LOS SONIDOS Y EL TIEMPO, Un tenor de otro tiempo: Pedro Lavirgen, por Gabriel Lauret
Poco antes del verano, a comienzos de abril, fallecía en Madrid uno de los grandes tenores que ha dado nuestro país, poseedor de una voz poderosa, con unos agudos impactantes y con un estilo forjado en la tradición a lo largo de muchos años de estudio. Aunque era un nombre muy célebre, yo no conocía toda su historia, desde unos comienzos muy duros (no solo en el canto, sino en la vida), sus esfuerzos para poder formarse, su eclosión como cantante, su retirada algo prematura y una larga vida durante la que mantuvo el respeto unánime de la profesión, algo mucho más difícil de conseguir, si cabe.
Nació en Bujalance, un pequeño pueblo a unos 40 kilómetros de Córdoba, en el verano de 1930. Su familia era numerosa y humilde, y su niñez se vio marcada por la guerra y por un accidente que le provocó la parálisis de una rodilla, que provocó un largo internamiento de tres años en un hospital de Córdoba. Tras una operación casi milagrosa, comenzó a recuperar el tiempo perdido. Su afición por el canto y su buena voz contribuyeron a que formara parte de distintos coros donde llamaba poderosamente la atención. Después de completar estudios de magisterio se trasladó a Madrid para trabajar como maestro, profesión que mantuvo hasta los 26 años. En Madrid compaginaba la docencia con su inicio como cantante profesional, formando parte desde 1953 del Coro de Cámara de Radio Nacional de España (que dirigía un joven Odón Alonso y donde coincidió con Teresa Berganza) y en el del Teatro de la Zarzuela. Este pluriempleo (coros y escuela) le permitió pagarse sus estudios de canto. Fue aceptado por Miguel Barrosa, un tenor muy apreciado en Italia durante largos años, que puso las bases de su técnica vocal y le siguió enseñando incluso cuando estaba en la cúspide de su carrera. Además, estudiaba en el Conservatorio y en la Escuela Superior de Arte Dramático (años más tarde sería premio Nacional de teatro en los años 1963 y 1972).
Barrosa propició su debut como tenor en 1959 en Zaragoza, en Marina de Arrieta, teniendo un gran éxito. Tras protagonizar diversas zarzuelas, en 1964 comienza una relación profesional con José Tamayo, que le contrata como primer tenor para la Compañía Lírica “Amadeo Vives”, relación que se prolongaría años más tarde con La antología de la zarzuela.
Los ahorros de estos años, ya casado y con hijos, le permitieron dar un nuevo salto de calidad. Un cantante aspira a ser internacional y la zarzuela sólo es popular en España, y no en todas las regiones. Es la ópera la que abre las puertas de los grandes teatros del mundo. Gracias a Barrosa, nuevamente, entró en contacto con Alessandro Zilliani, presidente de la agencia más importante de Italia, que había apadrinado a tenores como Mario del Monaco o Jaume Aragall. Aunque inicialmente hubo problemas y malentendidos, tras una nueva y más breve etapa de formación con Alberto Soresina para adaptarse a los estándares que requería este agente, comenzó por fin una fulgurante carrera.
En 1964 hizo su entrada en el mundo de la ópera interpretando Aida en el Teatro Bellas Artes de México y, a continuación, en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona con Carmen. Estos dos papeles, Radamés y Don José, junto con el Calaf de Turandot serían posiblemente los más relevantes en su trayectoria.
Este tipo de papeles venían determinados por su fuerte temperamento, por una fuerza y una resistencia tremendas. Él mismo analizaba sus características vocales: buena técnica de emisión, el fiato, que le permitía hacer frases con un aliento enorme, y un fraseo muy vehemente, efusivo y apasionado. La resistencia y el fiato fueron consecuencia de su debilidad de joven. Le recomendaron que hiciera algún deporte y se dedicó a la natación hasta el punto de poder participar en algunas competiciones. Nunca está de más recordar la importancia de la práctica del deporte para cualquier músico, especialmente los instrumentistas que pasan horas practicando en posiciones casi estáticas.
La ópera que cantó en mayor número de ocasiones fue Carmen de Bizet, un total de 151, con la curiosidad de que lo hizo en tres idiomas distintos. Inicialmente en una traducción al italiano, posteriormente la versión original en francés y, por último, en una producción en español que Tamayo puso en escena en 1980 en la plaza de toros de Las Ventas.
En pocos años se le abrieron las puertas de los mayores templos de la ópera como la Staatsoper de Viena, Metropolitan de Nueva York, Teatro Colón de Buenos Aires, Scala de Milán o el Covent Garden londinense.
Entre las anécdotas, durante un viaje a Venezuela en 1976 para abrir con la temporada de ópera del Teatro Municipal de Caracas, fue secuestrado, aunque afortunadamente todo terminó en un susto, pues los raptores acabaron liberándolo.
Desde los años ochenta comienza una retirada paulatina, primero de los grandes coliseos de ópera, después con un regreso a la zarzuela. Prácticamente retirado de los escenarios desde 1993, con actuaciones y recitales puntuales, desempeñó la cátedra de canto en el Real Conservatorio de Madrid entre 1978 y 1995.
El motivo principal de esta retirada demasiada temprana podría ser que atisbara el cambio que se avecinaba en la ópera, que ha llegado hasta la contradicción en la que vive, donde se permite una libertad absoluta a los directores escénicos, que llegan a descontextualizar totalmente las situaciones históricas o, incluso, a los personajes, y la exigencia cada vez mayor de fidelidad al texto que imponen los directores musicales, que anteriormente estaban al servicio del cantante. En este nuevo mundo, este inmenso tenor, formado en la mejor tradición italiana, cada vez se encontraba menos cómodo.
Como muestra de su canto, abajo les dejo un enlace para que puedan escuchar un suceso excepcional: la repetición de un aria en uno de los grandes teatros italianos. Tras una interpretación gloriosa del Nessun dorma de Turandot en el San Carlo de Nápoles, el público obligó a repetir esta conocida aria. Escucharán el aria, los vítores del público y un enorme barullo mientras continúa la representación que provoca que, por fin, se produzca el bis. Espero que lo disfruten.
Ilustración musical:
Nessun dorma (Turandot) de G. Puccini. Teatro San Carlo de Nápoles. 1972.
Su "Huertanica de mi vida", no la dejo de oír nunca, siempre que me acuerdo, claro. Gracias y gracias.
ResponderEliminarSi que fue magnífico y bien versátil. No sabía que alguna vez se hubiera traducido Carmen a otros idiomas. Siempre sorprendente Gabriel. Gracias!!
ResponderEliminarSúper interesante, como siempre!!!!
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