LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. Rubinstein en Cartagena, por Gabriel Lauret

 



Joaquín Soler Serrano fue un locutor de radio, presentador de televisión y periodista murciano que desarrolló una excepcional carrera entre Barcelona, Madrid y Venezuela. A lo largo de una larga carrera llena de éxitos, premios y distinciones, dirigió y presentó uno de los programas más importantes en la historia de la televisión en España, impensable en estos tiempos en los que las cifras y las cuotas de audiencia son el principal criterio de programación. A fondo (1976-1981) era un espacio de entrevistas, sin una duración determinada (dependía sobre todo del juego que diera el entrevistado) al que acudieron algunas de las figuras más destacadas del momento a nivel nacional e internacional, de ámbitos como las artes, letras, política… Por allí desfilaron Dalí, Borges, Cortázar, Sábato, Alberti, Fellini, Bertolucci o, incluso, la madre Teresa de Calcuta y Richard Nixon, por nombrar sólo unos pocos. Soler Serrano también otorgó varios espacios a la música y de ellos les quiero narrar una anécdota del que dedicó a Arthur Rubinstein.


Rubinstein (1887-1981) fue, con total seguridad, uno de los pianistas más importantes de la historia, posiblemente el mayor de su época junto a Vladimir Horovitz. Ha pasado a la posteridad sobre todo por sus interpretaciones de la música de Chopin. Su mentalidad optimista se reflejaba en la vitalidad de sus interpretaciones. Fue ejemplo de “bon vivant”, que incluso presumía de sus imperfecciones al piano debidas a la falta de estudio, que suplía con una espontaneidad y una capacidad de conexión con el público absolutamente única.


Nacido en Lodz, en una Polonia que en aquellos tiempos pertenecía al Imperio Ruso, desde su  más tierna infancia demostró unas condiciones musicales prodigiosas. Protegido de Joseph Joachim (violinista, director de orquesta y compositor,  amigo y asesor de Brahms), se trasladó con diez años a Berlín, con cuya orquesta filarmónica debutaría a los trece. A lo largo de su vida vivió en distintos países hasta que se estableció en Estados Unidos. Fue capaz de desarrollar una larguísima carrera durante ocho décadas, hasta que sus problemas de visión le impidieron continuar.


Hablaba con fluidez en ocho idiomas, incluyendo, por supuesto el español, que aprendió leyendo el Quijote con ayuda del diccionario. Y en español es como se establece la conversación con Soler Serrano, casi al oído, supongo que por problemas de audición debido a su avanzada edad. En esta deliciosa entrevista, Rubinstein tiene un guiño muy divertido a nuestra región que mi padre solía contar en las tertulias que tenía con amigos del mundo de la música clásica.


Comentó que fue a tocar a Cartagena en el que iba a ser al primer concierto de piano solo en la ciudad (algo que considero poco creíble), y se había creado una gran expectación. No mencionó la fecha pero, según menciona Alfredo García Segura, tuvo lugar el 7 de marzo de 1917. Al salir al escenario se dio cuenta de que en el palco se encontraba el alcalde, un señor bastante gordo, con su señora, todavía más gorda (palabras de Rubinstein), y sus dos hijas, que no desentonaban del aspecto físico de sus progenitores y que llenaban completamente el palco del antiguo Teatro Circo. Después de interpretar un par de piezas observó que el alcalde tenía cierta cara de disgusto, hasta que se levantó y le dijo en voz alta: “Toque Las golondrinas”. El pianista intentó disculparse en el escenario como buenamente pudo y así poder continuar con el programa ya establecido. Al llegar al entreacto, el alcalde se acercó a saludar y, nuevamente, Rubinstein intentó explicar que Las golondrinas de José María Usandizaga era una obra del género lírico y que necesitaba orquesta, a lo que el alcalde, poniéndole la mano sobre el hombro, le respondió: “No se preocupe, ya lo aprenderá”. Ante las risas de Soler Serrano por una situación tan chocante, Rubinstein contestó que él hubiera pagado por que le sucedieran mas situaciones de este tipo que le permitían contar anécdotas tan divertidas.



Rubinstein pensaba que la gente siempre pone condiciones a la vida para obtener la felicidad, pero que él, por el contrario, amaba la vida sin condiciones. En esa entrevista, cuando había cumplido ya los noventa años, confesaba que nunca había conocido a nadie tan feliz como él. Sean felices, disfruten de la vida y de la música.



Arthur Rubinstein ca. 1970


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