D'Annunzio, el poeta malvado. Por Carmen Pujante
2021: unos carteles, una película, una novela y mucha casualidad. Concretamente, unos carteles en lugares de la costa de los Abruzos en Italia, una película protagonizada por el actor Sergio Castellitto titulada Il cattivo poeta, una novela de Fernando Clemot publicada en Pretextos con el título de Fiume y, además, la pura casualidad de su coincidencia al llegar a mí.
Uno de esos carteles lleva a la casa de la ciudad de Pescara en la que nació Gabriele D’Annunzio (1863-1938) y, otro, a ese promontorio con vistas al mar en el pueblecito cercano de San Vito Chietino que él compartió con una de sus amantes y donde escribió la novela El triunfo de la muerte; sin embargo, quizá por la belleza de los “trabocchi” aún en pie y por el dolce far niente de un verano más por esas playas adriáticas (si no, quizá, por los prejuicios ante una figura todavía algo desconocida para mí), tampoco en aquellos días calurosos terminé de darme aludida por esos letreros ni me invitaron a encaminarme hacia esos lugares. Tiempo después siento que, en realidad, me estaban dirigiendo hacia esa película italiana y hacia esa novela española, ambas del año 2021 (a priori, una casualidad, si es que no se hallan inspiradas en el centenario de la conformación por parte de D’Annunzio del estado de Fiume, que se mantuvo en pie desde 1920 hasta 1924).
El argumento de la película, dirigida por Gianluca Jodice (nominado como director novel en los David di Donatello en 2022), lo desvela el título (poco sutilmente traducido) en español, El poeta y el espía: a un joven militar (imaginario o ficticio) le dan el encargo de controlar y vigilar al célebre literato, político y militar Gabriele D’Annunzio (real e histórico, aunque pueda parecer increíble), que se muestra disconforme con el acercamiento de Mussolini a Hitler en 1936, esto es, a las puertas de la segunda guerra mundial. Ni con una película así, con una meritoria interpretación por parte de Castellitto y unas espléndidas localizaciones por Italia, entre otras virtudes (y ciertos defectos), algunas personas no podemos dejar de sorprendernos ante una figura como la de D’Annunzio, con su megalomanía, sus vicios y adicciones.
Por su parte, la novela de Clemot le concede especial relieve a lo sucedido en Fiume, acontecimientos que forman parte del pasado del protagonista, Tristam Vedder. Este es un periodista norteamericano que vuelve a Italia con su familia tres décadas después de haber intentado entrevistar a “DA” y haber sido expulsado como sospechoso de espionaje. Tienen cabida episodios de la primera guerra mundial como la batalla del Somme o el “folle volo” de D’Annunzio sobre Viena, y también anécdotas sucedidas en Roma, en el Adriático o en la Porciúncula (lugar franciscano cerca de Asís), mezclando así detalles históricos con descripciones apasionadas. En este caso, a través de la literatura aquellas mismas personas permanecemos incrédulas y perplejas ante una personalidad como la del “vate”. Además, se nos empuja a no dejar de preguntarnos por la guerra (tema recurrente en este blog por mi parte aun sin voluntad de serlo realmente). Se comprueba con un fragmento del libro -que, con todo, fue escrito antes de la de Ucrania-:
“(…) los nazis alojaron sus campos de exterminio más sangrientos en el Este, nunca se les ocurrió levantarlos en Holanda, Bélgica o Francia, allí hubieran llamado demasiado la atención fábricas de matar como Treblinka o Auschwitz, Ucrania, Polonia o Rusia, una población rural, pueblos masacrados o en fuga, el caos y el silencio, un lugar con el germen de la autocracia latente, un pueblo reprimido, esclavo. (…) Si comparamos la guerra en el frente Occidental con lo que pasó en la Unión Soviética o en Polonia estas sólo parecen escaramuzas aisladas. Lo de Rusia nos hizo pensar en cómo podrían llegar a ser las guerras, sin normas ni límites, buscando la destrucción absoluta del enemigo. Su erradicación. Se traspasó una línea. Se engendró la locura, el infierno, y este habitará con nosotros. Las guerras del futuro serán así. Se parecerán a aquello” (pág. 249).
La experiencia de viajar, leer, ver cine y también de vivir dejando espacio para que las causalidades ocurran, nos puede ayudar a intentar explicar cómo un escritor cultivado no fue sino el ideólogo del fascismo y el “inventor” del Estado Libre de Fiume (en el que todo estuvo permitido hasta convertirse en una pequeña gran Sodoma), a intentar entender cómo en algunos seres humanos parece no haber lugar para albergar la duda, la debilidad, la pregunta, el paso atrás.
Si la curiosidad acaba imponiéndose y marcando el paso, después de una buena pasta frutti di mare, otro verano me animaré, tal vez, a seguir esos carteles y también, tal vez, a leer más que algunos poemas de Gabriele D’Annunzio.
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