EL VERDE GABÁN, ¿De dónde son las Columnas de Hércules?, por Santiago Delgado




Pues lo digo enseguida: de Martos, un precisos villa, al laíco mismo de Jaén capital, y bajo una enorme peña de forma cónica monumental. En la Orden de Calatrava, dueña y señora del terreno luengos siglos, se llamó a esa tierra, “El Partido del Andalucía”, que es como decir, la Andalucía Última, o Primera, según se vea. Bien, pues resulta que Hércules, el mítico Hércules, fue mandado a la lejana Hesperia a desfacer algunos entuertos. Hesperia era nuestra España de hoy. El principal contradiós que remediar era destronar a Gerión, rey tirano de aquellos lares. Servidor ha novelado por extenso ese episodio, pero no es el caso en aquesta prosa. Bien, allá abajo en las Marismas de Guadalquivir, Hércules venció a Gerión. Y luego subió Guadalquivir arriba, hasta llegar a Martos. Allí, según el erudito renacentista local, Villalta, Don Diego, el héroe griego pensó que aquella peña magnífica le serviría para labrar dos columnas y bajar luego, con ellas a cuestas, hasta Gibraltar, donde plantó una, y, tras cruzar el Estrecho, hasta el Monte Hacho, en Ceuta, donde plantó la otra. Calpe y Abyla, ya saben.




 Con las dos columnas, quedarían avisados los navegantes de que más allá, en el océano, se derrumbaban las gigantescas cascadas en el abismo de la nada. O, incluso antes, salían terribles monstruos marinos, más grandes y temibles que el Kraken. Bueno, estas columnas las sumaron los Reyes Católicos a su escudo, que es el de España hasta hoy. Y las ornaron con una leyenda que rezaba “Plus Ultra”, quitándole el “Non”, con que nuestro héroe las había antecedido. Y aún hay más: como el real de a ocho español fue durante un par de siglos (la primera globalización) la moneda del mundo –con la que China entró en el concierto económico de las naciones– los Estados Unidos tomaron de ese real de a ocho, las dos columnas, y a la filacteria le quitaron la leyenda y la convirtieron en una “ese”, acaso de plural, que rodea cual sierpe a las dos columnas devenidas palitroques simples. Por cierto, las columnas eran dóricas; las jónicas y corintias se le antojaron frivolidad de modelnos al terrible héroe. O sea, la obra de Hércules llegó hasta el dólar. Pero, sí, cuando vean el símbolo del dólar, piensen y divulguen que esos palitroques fueron columnas españolas. Y de Martos, para más señalar.

España, y Martos, deberíamos pedirle copyright a los gringos.




 

De la edición de 1923, de la

Obra de Diego de Villalta

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