CRONOPIOS. Encuentro deseado, por Rafael Hortal.




Úrsula corría sobre el techo de un tren en marcha, al pasar por el puente del río Misuri saltó al agua. Los disparos no le alcanzaron.

—Impresionante, Úrsula. No tendremos que repetir la escena —le dijo el ayudante de producción mientras llegaba a la orilla.

—¡Afortunadamente! Ya no estoy para estas cosas. Creo que ha sido mi última escena arriesgada.

Úrsula era doble de cine, también había hecho sus pinitos como actriz de reparto; su cuerpo estándar le dio la oportunidad de doblar a actrices famosas, unas veces en escenas arriesgadas y otras en escenas sexuales, donde la estrella sentía vergüenza o no cobraba lo suficiente para mostrar su sexo. Su representante había firmado el próximo trabajo, se trataba de la nueva versión cinematográfica de la novela Thérèse e Isabelle (1966), una historia de amor entre dos chicas en un internado francés, en la que Úrsula sería la doble de Thérèse.

Úrsula había quedado con su amiga Alba, que sería la doble de Isabelle, durante la fiesta de la Gala New York Summit Awards, en la que se premiaban proyectos de desarrollo sostenible del mundo hispano. Se dieron un cálido beso en los labios. Úrsula le susurró al oído:

—“Isabelle me besó de arriba abajo. Me cubrió de condecoraciones, yo la colmé de medallas. Se compenetraban las primaveras de nuestros pubis”.

— Cariño, cómo te he echado de menos. Qué ganas tenía de que volviésemos a trabajar juntas. ¿Es que ya te sabes el guion? —le preguntó Alba acariciándole la cintura.

—Sólo la parte donde tenemos que amarnos. —Se acercó a su oído para susurrarle. — “El dedo furioso me apuñalaba una y otra vez. Sentía contra mis paredes una anguila inquieta. Me puse a cuatro patas. El dedo salía de una nube para adentrarse en otra. Mis piernas se debilitan en su paraíso. El dedo de Isabelle salió con método y dejó en mis rodillas un charco de placer”.

—Úrsula, me estás calentando delante de toda esta gente.

—¿Recuerdas nuestra primera vez?

—Siempre, Henry y June. ¡Qué gran triángulo! Es una pena que nuestros verdaderos rostros no quedaran recordados para la eternidad.

La película, basada en el diario íntimo de Anaïs Nin, mostraba la relación entre ella y el matrimonio de Henry Miller y June. Úrsula y Alba habían doblado a las actrices famosas en las escenas más íntimas. En la fiesta, todos estaban pletóricos entre copas y flashes de la prensa hispanoamericana. Alba levantó la mano, mostrándole con picardía dos dedos.

—¿Cuál prefieres?, ¿el índice o el meñique?

—El índice, siempre.

Metió el dedo índice en el cóctel de Úrsula y se lo dio a chupar. Este gesto no le pasó desapercibido a Donald Tuper, un fan muy enamoradizo. Se acercó con un bloc y bolígrafo.

—Perdonen. ¿Me podrían firmar un autógrafo?

—Sí, claro —Alba cogió el bolígrafo.

—¡Cómo me hubiese gustado interpretar a Henry Miller en su película!

—¿Es usted actor? —preguntó Úrsula por cortesía.

—Aficionado al cine. Tengo todas vuestras películas… lo sé todo de vosotras —se quedó sonriendo, esperando conversación.

—Discúlpenos un momento —Úrsula cogió de la mano a Alba y se alejaron un poco—. Estoy cansada de los onanistas frikis, dan un paso más y se vuelven peligrosos.

—Creo que debemos conocerlo mejor antes de que nos sorprenda con alguna paranoia.

Le propusieron ir a su casa, con la excusa de que creara un club de fans. Le alegró la idea. El taxi sólo tardó 10 minutos en llevarlos a su casa.

—Adelante, os ensañaré mi museo —derrochaba alegría.

—¿Donald, vives solo? ¿En qué trabajas? —indagó Alba.

—Sí. Trabajo en un video club, así comenzó Tarantino, por eso es un genio. Tengo catalogadas todas las películas basadas en novelas eróticas.

La habitación estaba repleta de estanterías con libros y películas. Cogió un libro.

¿Conocéis la novela Zezé?

—No. —respondieron.

—Es la primera novela lésbica escrita en lengua castellana ¡Y por una mujer! La publicó Ángeles Vicente en 1909. Era una murciana con ideas muy avanzadas para su época, cuenta una historia de lesbianismo. —Abrió el libro por una página señalada y leyó: —“El vestido cayó a sus pies y quedó envuelta en una onda de perfume, rígida, como una estatua sobre un pedestal de granito. Yo hice lo mismo, y una gran excitación se apoderó de nosotras. Nos abrazamos como dos luchadores del tiempo griego en la palestra, rodamos al suelo como fieras heridas, revolcándonos felinamente sobre la alfombra”.

—¡Qué bueno! —dijo Úrsula mientras observaba los micro gestos de placer en la cara de Donald.

—Me encantaría hacer una película con esta novela, y que vosotras fueseis las protagonistas reales, sin dobles ni nada.

—Se lo comentaremos a nuestros representantes. —Úrsula zanjó el tema.

—Soy un cinéfilo romántico. Tengo una buena colección de cine clásico. ¿Queréis ver El Decamerón de Pasolini o La Bestia, de Borowczyk?, es mi preferida, estuvo más de 20 años censurada.

—Preferimos ver lo que tienes de nosotras —dijo tajante Alba.

Puso una secuencia de “Henry y June”. María de Medeiros y Uma Thurman hacían el amor apasionadamente.

—Sé que sois vosotras bien maquilladas y con pelucas. Ahora estáis aquí, junto a mí, ¡es maravilloso!

—Donald, nos tenemos que marchar. Ya quedaremos para hablar del club de fans y todo eso —le dijo Úrsula con voz melosa.

—De acuerdo. Perdonadme que no os acompañe a la puerta, es que necesito ver la película otra vez.






Encuentro deseado, de Álvaro Peña




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