CRONOPIOS. Encuentro con Lo, por Rafael Hortal



 

¿Quién se llama Lo? ¿Cuál es su historia? ¿Queréis conocer la verdad?

Espero que estas preguntas sean contestadas con la sinceridad de un personaje sin tabúes, liberado sexualmente, que no le importa lo que piense la gente sobre su conducta.

Lo es de París, profesora de literatura en La Sorbona. La he citado en Murcia, concretamente en la boutique La Eroteca, situada en un yacimiento arqueológico que en el siglo XII fue la casa árabe donde nació el poeta sufí Ibn Arabí.

Lo es la protagonista de la novela “Historia de Lo”. Estaba sentada sobre el antiguo pozo del patio, se levantó y me dio dos besos.

—Me alegro de volver a este lugar. ¡Qué recuerdos! —me dijo mirando alrededor con su bonito acento francés.

—Ya veo que te has vestido con ropa fetichista de la tienda.

—Sabes que es mucho más erótico insinuar.

—Espero no defraudar a los lectores y que digas la verdad. ¿Por qué te llamas Lo?

—Podría ser de Lois, en griego significa “más deseable”; también podría ser Lorena, la que proviene de la región de Lorraine. Pero la realidad es que mi autor quería homenajear a la novela “Historia de O”. Ese fue el primer libro que me regaló mi novio.

—Eras muy joven. ¿Te gustó?

—Claro que sí; era una adolescente en un internado con las endorfinas bailando día y noche. Me hice amiga del hijo del librero, cada sábado me regalaba un clásico de literatura erótica, y yo satisfacía sus deseos… la primera vez me subí la falda hasta la cintura para mostrarle mi nuevo tanga amarillo, luego me di la vuelta y le enseñé el culo al salir de la librería. Al sábado siguiente me dijo que estuvo toda la semana masturbándose porque se le había incrustado mi culo en su cerebro.

—¿Y tú?

—En los primeros encuentros me ponía muy cachonda comentando con él las novelas eróticas, hasta el punto de que un día eché el pestillo de la librería y lo arrastré a la trastienda… me lancé salvajemente a su pene y lo ensalivé muy bien para que me penetrara mientras me agarraba a la escalera de los estantes. ¿Sabes que los libros amortiguan muy bien los gritos de placer?

—Sí, además te imagino leyendo los títulos entre gemido y gemido: “Las once mil vergas”, “La máquina de follar”, “Las tres hijas de su madre”, “Confesión sexual de un anónimo ruso”…

—Para, para. ¿Por qué te crees que estudié literatura? Me excito leyendo.

—El hijo del librero se hizo escritor y te casaste con él…

—Ahora somos una pareja liberal. Viajamos por el mundo descubriendo locales de intercambio de parejas.

—Perdona la indiscreción, ¿por qué lo hacéis?

—Hemos cumplido 25 años juntos probándolo todo. Fui yo la que le propuse hacer intercambios. Tenemos muchos amigos horizontales.

—¿Horizontales?

—Un número de teléfono para todos y otro para los amigos del sexo, los horizontales, aunque no follamos solamente en la cama.

—¿Cómo se controlan los celos?

—Ahora nos queremos más, el sexo con los demás es sólo diversión. Suele pasar que después de una noche loca en una orgía, al volver al hotel, estemos más excitados por los recuerdos, más compenetrados, más receptivos, más imaginativos… entonces no sólo follamos, sino que nos amamos.

—Cuéntame algún juego sexual.

—La imaginación es fundamental para elevar la libido. Me gusta el morbo de no saber quién me está follando, así desarrollo mi ilusión y es más placentero imaginarme a mi “Don Juan”. Por ejemplo, el juego de la Cruz de San Andrés consiste en que mi pareja me desnuda y ata de pies y manos a un aspa (una X), me venda los ojos, escoge entre los clientes del local a una persona que quiera “jugar” y le va indicando lo que tiene que hacerme. Te aseguro que disfruto mucho porque me olvido de todos los prejuicios. Al tener los ojos tapados sólo pienso en concentrarme para recibir placer, es como si me evadiera del mundo terrenal hacia el éxtasis. Es una experiencia mística.

Lo se levantó del pozo y escogió una minifalda de cuero a juego con un corsé lleno de hebillas. Se lo puso delante de mí.

—La granada que llevas tatuada en el pubis es como la que está pintada en este pozo árabe…

—Por eso vine aquí, a investigar el paradero del libro de los Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino y los grabados de Agostino Carracci del siglo XVI. Un miembro del grupo Granatum me invitó a su bacanal clandestina. Fue apasionante.

—¿Encontraste lo que buscabas?

—No te diré dónde lo encontré ni dónde está ahora, pero puedes leerlo en la Biblioteca del Vaticano, en la gran sección de obras censuradas. —Lo recitó:

«Follemos, alma mía, sin descanso;

todos para follar hemos nacido;

si tú adoras la polla, yo amo el coño:

sin este juego el mundo es una mierda.

Y si follar post mortem fuese honesto,

diría: “Tanto follamos, que morimos,

para después joder a Adán y Eva,

que hallaron el morir tan deshonesto”».

«Muy verdad es que si esos dos bribones

no comieran del fruto traicionero,

mejor les habría ido a los amantes.

Basta de parloteo: méteme

la polla hasta muy dentro y que me parta

el alma que en la polla nace o muere;

y, si fuese posible,

introduce en mi coño tus cojones,

testigos del placer de la jodienda».


—¿Lo, habrá una segunda parte de la novela?

—Eso pregúntaselo al autor, yo siempre estoy abierta al placer.

Subí las escaleras hasta la calle, Lo se quedó sentada en el pozo árabe recitando más Sonetos Lujuriosos de Aretino.

                       


  

 




Ilustración:  Novela Historia de Lo   


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