Un paseo por Abdelkrim Ouazzani, por Pilar Garrido Clemente, ilustraciones de Alfonso Zapico
Histórico innovador, artista contemporáneo, y director de la Escuela de Bellas Artes de Tetuán, Abdelkrim Ouazzani da cuerpo y luz a una de las personalidades artísticas más significativas y auténticas del arte contemporáneo de Marruecos. En 1999 fue galardonado con el título de Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa y Caballero de la Orden de la Corona del Reino de Bélgica 2004; y en 2014 fue condecorado por el rey de Marruecos con una de las más relevantes distinciones artísticas. La obra de Abdelkrim Ouazzani habita en lo onírico. Explora y representa trazos y figuras desde una visión del mundo en diversas dimensiones, con la sutileza sencilla de colores y formas, profundas y llanas, inmanentes y trascendentes.
Abdelkrim Ouazzani visto por Alfonso Zapico*
En acrílico sobre lienzo nos hace vivir colores con fondo y forma. Elaborando y trasmitiendo el arte como vereda y horizonte, desde trazos que dibujan lo vertical y lo horizontal de cada figura, de cada semblante, de cada paisaje, hasta de los pensamientos. Y el mar, “el mar es otra cosa”, con vida propia, cuando las aguas meditan consigo mismas por el horizonte con salmos de conciliación. Los pinceles también acompañan el incesante viaje de ida y vuelta. El pintor nos convierte en figuras casi plásticas que se impregnan en la trama y la urdimbre de los lienzos de la ciudad.
Degustando su obra Ouazzani nos hace pasear dejando ver en su entremedio estas cosas que imaginamos ver: las espinas de unas sardinas, unas ruedas, un abrazo, sonrisas, árboles, y la aparentemente infantil perspectiva de un paisaje que sirve a la realidad desde el color y la forma, desde la ardua ingenuidad de quien sabe todos los secretos de la pintura, del entorno, satinando murales y reverdeciendo la mejor estampa, su auténtica representación de la realidad, es su realidad.
Es cierto que el color aludido, la forma exagerada, nos llaman al trance de la euforia de una infancia eterna. Maridaje, dicen ahora, entre la idea y la pincelada, dos gestos humanos con impacto en los sentidos. Porque todo está en las sensaciones y nuestro artista no escatima en la expresión del humanismo imprescindible; busca primaveras valientes, calles coloridas, galerías a cielo raso y rehúye de la belleza desaparecida en el colmo de las sofisticaciones y las aberraciones.
Del lenguaje visible convertido en basura de nuestros insostenibles días en el Mediterráneo con zapatos que nos hieren los pies descalzos, Ouazanni se recrea en la belleza y la alegría de los cuadros que nos redime de angustias. Pintor vivo, incansable maestro de oficio, arte y compromiso. Porque para él lo pintado viene a ser pozo de lo siempre visible y alboroque de vida.
Alfonso Zapico*, autorretrato
Hay una infinita reivindicación invisible y exquisita en su obra, construida con los pinceles que habitan cerebro y mente, mano y corazón. Nos asoma a una luz clara, que nace en las cosas, se nos viene a la mirada con sosiego, inocentemente, para que apenas lo advirtamos, y sin querer admiremos esa vida que no se ve en la cotidiana apariencia de los objetos y qué él con líneas de color da existencia a personajes, cosas, plantas y animales que casi tocamos, que casi pasean con Ouazani y con nosotros entre las calles tetuaníes.
*Alfonso Zapico (Blimea). Ilustrador, dibujante de historias, historietista de dibujos. Hila, cuenta, transita, nos hace viajar entre enclaves y personas tan cotidianas como emblemáticas. Articula con sus lápices vidas, pasajes, ciudades, paisajes. Nos narra en trazos ágiles la complejidad de la historia. Diseña personajes que recrean figuras como el profesor Bertenev, Joyce…y reconoce episodios como la balada de su tierra autóctona, Asturias, que se derrama con fluidez por sus dedos. En su obra redondea lo lineal, con esmero, sin pretensión, con su estilizada maestría.
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