EL VERDE GABÁN, Murió al amanecer, por Santiago Delgado







 MURIÓ AL AMANECER

 

 Noche de cuatro lunas

y un solo árbol,

con una sola sombra

y un solo pájaro.


 Busco en mi carne las

huellas de tus labios.

El manantial besa al viento

sin tocarlo.


 Llevo el No que me diste,

en la palma de la mano,

como un limón de cera

casi blanco.


 Noche de cuatro lunas

y un solo árbol.

En la punta de una aguja

está mi amor ¡girando!



¿Quién, si es que duda, duda de que ese árbol era un ciprés? Símbolo fálico de esas cuatro ofrendas a la luna, que no al sol. Emblema de oscuro Príapo el ciprés, funesta llama de tenebroso verde, faro de los muertos en la noche de luna. Uno solo, el amor que fulgía en la noche infinita de las cuatro lunas. El pájaro solitario que canta al alba y “nocanta” a lo oscuro del amor viril, que deja huellas como besos por el sáhara del cuerpo amado, y desamado al amanecer. El viento del alba, esquivo, ignora el beso del amante, ya no amado, que es el manantial que no cesa del amor derrotado. El limón de cera se derrite, pegajoso y amargo, en la mano-corazón del despechado. Minúsculamente, baila geométrico y puro, el corazón, en la punta mínima de la aguja, de la flecha de un sansebastián atado a un árbol, y bello como una noche de cuatro lunas, por el ciprés gobernada.


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