CRONOPIOS. El colgante, por Rafael Hortal
Alizée se despertó repentinamente cuando estaba en la fase REM. Aturdida, durante los dos primeros segundos recordó su sueño erótico y maldijo a su novio por cerrar la puerta de la habitación con el estruendo que la despertó. Un segundo después fue consciente de su realidad, de quién era y por qué estaba en ese hotel.
—Cariño, traigo algo para desayunar.
—Bruto, déjame dormir un poco más… y no hagas ruido. —le dijo sin abrir los ojos.
En realidad, no quería dormir, su intención era recordar la surrealista historia que había soñado, intentar unir las escenas para racionalizar un sentido y escribirlo. Se notó mojada, su cuerpo desnudo bajo la sábana estaba excitado. En ese momento habría preferido estar sola con su recuerdo mientras su mano recorría su vulva entre los muslos empapados. Intentó hilar la historia:
´´Ella era una mujer primitiva, joven, bien considerada en su tribu por ser de la familia dominante. Estaban en una cueva junto al fuego, cuando un guerrero desconocido entró arrastrando el oso cazado (en el sueño, el peso no importaba). Todos estaban afanados comiendo la carne del oso. El guerrero se quitó un amuleto del cuello y se lo dio a ella. Después copularon salvajemente junto al fuego mientras el resto de la tribu parecía estar hibernando tras la brutal ingesta´´.
—Cariño, tenemos que coger el autobús para Tolbor.
—¡Ven a la cama! ¿Tú eres mi guerrero?
—Lo que tú quieras, pero el autobús sale en media hora.
—Pues date prisa.
Ella permanecía con los ojos cerrados, se situó de rodillas y curvó su espalda hasta apoyar la cabeza en la almohada. Él sabía que le pedía un griego, que en esta ocasión fue más brusco de lo normal, ya que ella reculó para insertarse ágilmente mientras se acariciaba el clítoris hasta alcanzar el orgasmo entre gritos de placer sin importarle quien pudiera oírla, allí nadie la conocía. Alain seguía moviendo las caderas con rapidez.
—¿Qué habrás soñado que te ha excitado tanto?
—Venga, termina ya, que se nos escapa el autobús.
—A sus órdenes mi Lara Croft.
Esa era su forma de llamarla cuando actuaba con dominio y valentía, ya que Alizée era arqueóloga y tan guapa como Angelina Jolie pero, aunque él también era un apuesto arqueólogo, nunca lo llamaba Indiana, quizá porque Harrison Ford era demasiado mayor. Los dos iban a trabajar en la campaña de verano en el yacimiento Tolbor-21, en el norte de Mongolia, ya que se habían descubierto piezas importantísimas para el estudio del Homo sapiens; la más significativa es un colgante con forma fálica, fechado hace 42.000 años, en el Paleolítico Superior. Estaba fabricado de grafito de la zona de Siberia.
En el autobús de camino al poblado de Tolbor, Alizée le contó su sueño erótico mientras le acariciaba el muslo con alevosía. Durante los aburridos 400 Km que lo separaban de la capital, los viajeros observaban a la calenturienta pareja acariciarse y fantasear sobre lo que harían si entraban en una de las cuevas de las montañas Jangái que veían por la ventanilla. Los pasajeros no tenían duda, aunque no los entendían podían intuir que hablaban de sexo.
—¿Por qué te has calentado con ese colgante concretamente? Estamos hartos de encontrarnos con representaciones fálicas. Todas las culturas representan los órganos de reproducción.
—No sé, los sueños no los podemos controlar. Es posible que tú fueras el musculoso guerrero denisovano que me folló salvajemente siendo yo una neandertal, porque hace 42.000 años no existía el amor, sólo el deseo provocado para procrear. Este colgante puede ser la prueba del cruce genético entre tribus, ya que se fabricó en Siberia y se encontró en Mongolia.
—Pero no eran tan diferentes de nosotros, el colgante ya demuestra la inteligencia, el pensamiento simbólico.
—Quiero que me regales un colgante con la reproducción de tu pene.
—Vale, lo haré a escala 1:10 ¿No querrás llevar colgado un pene de 25 cm.?
—Ja, ja, ja. Anda “Priapo”, no presumas conmigo, en todo caso sería de 15 cm.
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