PASADO DE ROSCA. Tamales de Chivo, por Bernar Freiría. Jenaro, 7.




Con aquella indisimulada amenaza se acabó su esperanza de tener un negocio propio. Estaba al servicio de un grupo de traficantes de medio pelo que vivía de las migajas que caían de la mesa de un cártel de los grandes —que había tomado Monterrey como cabeza de puente para sus grandes operaciones con el vecino del norte, especialmente todo lo relacionado con el blanqueo de capitales— que los toleraba como un huésped a su saprofito. Le quedó bien claro que no era del agrado de sus jefes que estuviera buscando su independencia. Era la versión narco del precepto bíblico de que nadie puede servir a dos señores. No se podía estar dentro y fuera de la organización. Los grupos rivales eran más de temer que la propia policía y era necesario cuidarse de las filtraciones, de las delaciones y de las traiciones. Jenaro ya había hecho su elección y tenía que perseverar. Vivo, sí; pero tal vez no tan libre.

Los contactos con su familia española se fueron espaciando cada vez más hasta que acabaron por perderse totalmente. No dio ninguna pista de la causa de su silencio. En cierto modo podían haberlo visto venir. Cada vez estaba más lacónico y falto de interés en sus poco frecuentes llamadas. En sus últimos contactos solo decía vaguedades que repetía sin apenas variación ni convencimiento y no hacía preguntas sobre cómo les iban las cosas a los que habían sido los suyos. Ni su madre, ni su hermano, ni su hijo llegaron nunca a saber si finalmente había rehecho su vida y fundado allí otra familia; si, a fuerza de perder la esperanza de regresar, había perdido también el interés por lo que se había quedado allí; si su huida del ingreso en una relativamente humanizada cárcel española lo había acabado llevando a una atroz y hacinada prisión mexicana; o si había acabado abatido por una bala perdida o dirigida expresamente a acabar su vida, que cada vez le importaba menos a nadie. En todo caso, antes de que el tiempo de su condena en España hubiera concluido, se perdieron en La Alianza de Monterrey, México, todas las noticias de su existencia.

Y esta es, hasta donde yo la conozco, la historia de Jenaro que te quería contar antes de que te vayas a Madrid. Este es tu último año de máster. Aprovecha el tiempo y aprende de los errores de otros para no cometerlos tú. Los malos pasos nunca conducen a buen lugar.



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