CRONOPIOS. Encuentro con O, por Rafael Hortal
Ha llegado el momento de conocer mejor a O. Su historia siempre ha sido muy controvertida, inadmisible hoy más que nunca. La novela “Historia de O” se publicó en Francia en 1954 acompañada de escándalo y en España 23 años después. La película llegó al mismo tiempo, llamado cine de destape; llenaba las salas de españoles ávidos por conocer lo que hacían nuestros vecinos franceses.
En esta ocasión viajé a París para desayunar con O en el jardín del castillo de Roissy. El momento del encuentro fue un poco incomodo, porque ella pensó que iba a juzgarla y condenarla con mis preguntas. Atravesó el jardín empedrado con sus chinelas de plataforma con tacón y una capa roja que dejaba entrever su cuerpo desnudo. La saludé estrechándole la mano y la invité a sentarse. No ofreció ni una sonrisa; echó la capa hacia atrás para posar sus nalgas desnudas sobre la fría silla de hierro, y escuché el sonido metálico de sus anillos labiales sobre la silla. Llevaba un collar de cuero con una argolla en la parte frontal.
—¿Cómo está señora O?
—He pasado momentos malos, pero ahora estoy bien. Gracias.
—¿Tan fuerte fue su enajenación mental por amor?
—Fui capaz de superar la humillación y el dolor por amor a René. Hay mucha gente como yo.
—Pero la esclavitud está penada…
—Siempre he sido esclava voluntaria, podría haber dejado de ser sumisa en cualquier momento. Fue un reto que acepté para demostrar mi amor infinito.
—Perdone mi atrevimiento, pero creo que si un hombre la quiere no debe comportarse como un proxeneta.
—¿Me está llamando puta?
—No, no. Ya sé que usted no lo hacía por dinero.
—Es una fantasía de mucha gente, se trata de estar siempre disponible a los antojos sexuales de un amo y de las personas que él indique. Cuando ellos quieran y en cualquier lugar te pueden follar, sodomizar… ahora se llama freeuse fantasy.
—Pero usted llegó mucho más lejos por amor: dejó que la azotaran atada a las columnas, incluso la marcaron con un hierro candente como a un animal. ¿Qué sacrificio hizo su amante por usted?
—Aunque parezca mentira, la historia la escribió una mujer para poner cachondo a un hombre muy conocido en Francia, por eso no se atrevió a publicarla con su verdadero nombre. En esos tiempos, las críticas eran feroces. Esta historia es puro machismo, pensaron todos; aunque la americana Susan Sontag que estaba en París cuando se publicó dijo: “El nudo del escándalo de esta historia, es que O no se propone como víctima, es consciente y ella elije”.
—No juzgo a los escritores, todo es ficción, pero reconozca que lo que le escribe a su amante es muy fuerte: “Entrégame, pero antes márcame con tu número. Si llevo las señales de tu fusta o de tus cadenas, o esos anillos en mis labios vaginales, que sea evidente para todos que te pertenezco”
—¿Te impresiona? En la vida real hay hasta asesinatos por amor. Te recuerdo que lo primero que hizo mi amante es indicarle a mi guardián que me fuera ensanchando mi esfínter con ebonitas de distinto grosor. Mi grupa era demasiado estrecha para las vergas de los socios del club sadomasoquista de Roissy. Estoy segura de que muchos hombres de hoy en día fantasean con ser miembros de ese club.
—¿Cómo se llama usted realmente?
—Odile. Pocos años antes de morir mi autora, Anne Desclos, confesó que había utilizado seudónimos durante toda su vida de escritora; esta historia se la escribió a su amante, un famoso hombre casado, para excitarlo, porque sabía sus gustos por las novelas de Sade. También confesó que O representaba la vida de su amiga Odile.
—Su autora describe al detalle todas las prendas de ropa que llevan los personajes, le facilitó el trabajo al director de cine Just Jaeckin, y creo que Corinne Cléry estuvo a la altura del personaje.
—Sí, mi personaje la hizo famosa. Es la imagen que ha quedado en el inconsciente colectivo cada vez que se relee la novela. No se sabe mucho de mi pasado ni de mi futuro; en la novela alterno mi vida de sumisa con mi trabajo en una agencia de moda fotografiando a bellas mujeres. Jacqueline me gusta mucho.
—En la novela “Sumisión” de Michel Houellebecq, uno de sus personajes dice: “Para mí hay una relación absoluta entre la sumisión de la mujer al hombre, tal como la describe Historia de O, y la sumisión del hombre a Dios, tal como la entiende el islam".
—Perdone, pero paso de religiones, lo mío es un terror dulce. Sí le puedo confesar que cuando mi amante me decía: “abre las piernas”, con tanta seguridad y fuerza, quedaba rendida a la sumisión; es como si me hablara un dios.
—Pero si tanto quería a su amante René, ¿cómo admitió que la “regalara” a su amigo Sir Stephen?
—Vivía para complacer a René en todo. Soy así.
—Es curioso que, si usted admitía la sumisión femenina, no quisiera que su amiga Jacqueline fuera a Roissy para que la educaran en la sumisión como a usted.
—Yo acepté ser sumisa; no tengo que implicar a nadie más, ni pregonar las bondades de la sumisión.
O se levantó, dejó caer la capa sobre el respaldo de la silla y enganchó una cadenita a su argolla del cuello. Me ofreció el extremo de la cadena.
—¿Te apetece llevarme al castillo?
—Si es lo que desea.
Agarré la cadena y comenzamos a andar lentamente hacia el interior del castillo. Podía distinguir el sonido de sus pasos con las chinelas de tacón y el tintineo de sus anillos de hierro. Al subir la escalinata no pude evitar mirarla; andana con una naturalidad asombrosa y se notaba orgullosa mostrando sus anillos. En el salón con las dos columnas alguien subió el volumen del tocadiscos; se escuchaba el tema “O' Et La Valse Du Gramophone”; eso me inquietó mucho.
Me fascina esta nueva serie de relatos que nos está ofreciendo. Hasta ahora siempre he seguido sus escritos (me gustan todos) pero vibro con sus entrevistas a grandes mujeres de ficción. Un saludo, gracias.
ResponderEliminarGracias a usted por escribirme, le adelanto que he quedado con Pauline, un personaje de mi novela que es una maestra del exhibicionismo.
ResponderEliminarSorprendente la imaginación y los detalles del relato.
ResponderEliminarGracias. Los lectores me están motivando para entrevistar a más personajes femeninos.
Eliminar