CRONOPIOS, Encuentro con la Venus de las pieles, por Rafael Hortal
Es una cita arriesgada; a una mujer sádica hay que ofrecerle sumisión, pero a veces funciona imponiéndose como macho Alfa. Estas no eran mis opciones, debía quedar con Wanda, La Venus de las Pieles fuera de su círculo de poder. Le pedí que fuese comprensiva con una persona que admiraba la novela de Leopold —le dije seriamente—, pero en realidad es que tenía curiosidad por conocer e intentar comprender las relaciones BDSM. Por eso le hablé de mis conocimientos sobre el Triskel céltico, el símbolo que adoptaron como propio, o el discreto anillo de O, que todos los que lo llevan reconocen su condición sado-maso. Wanda aceptó encontrarse conmigo en un lugar que la desubicaba totalmente de su fetichismo. Nos vimos en un concurrido jardín a plena luz del día.
—Wanda, me satisface que haya aceptado venir a estas horas.
—¿Te parece bien mi ropa? No suelo ir todo el día vestida de cuero y con el látigo.
—Va usted muy bien adaptada a mi época, aunque no lleva tatuajes.
Me impresionaron sus ojos verdes. Llevaba unas zapatillas blancas, pantalón vaquero roto y camiseta de tirantes que ofrecía la generosidad de sus pechos; una dulce malicia se insinuaba en sus labios carnosos de rojo fuego, como su anillada cabellera. Se sentó junto a mí en el banco y cruzó las piernas.
—¡Tú dirás!
—¿Usted siente más placer cuando hace sufrir a un hombre que con la penetración?
—Claro que sí. El coito es para la gente normal, sencilla… nosotros tenemos estímulos superiores, lo que Masoch describió como “Suprasensual”.
—¿Tiene constancia si es un deseo ancestral, tan antiguo como la raza humana?
—A partir de mi personaje como La Venus de las Pieles, en 1870, se le llamó sadomasoquismo en honor a mi creador: Leopold von Sacher-Masoch, pero por supuesto que el lado oscuro del hombre ha estado siempre latente en el universo, como ha escribió Juan Goytisolo.
—Lo demostró Marina Abranovich con su performance “Ritmo 0” en 1970.
—Hay una gran diferencia, esencial, que la gente no entiende: los que practicamos BDSM lo hacemos voluntariamente, no vamos por ahí torturando a la gente por las bravas. De hecho, yo me negaba a ser una sádica o déspota, pero Severín me convenció por amor.
—¿Recuerda cuando empezó a gustarle lo de someter a un hombre y darle latigazos?
—Sí, era una viuda joven y rica que llevaba una vida muy tranquila, hasta que Severín se empeñó en que lo mortificara y le pegara. Tardé en aceptarlo, pero cuando lo probé ya no pude parar. Me llamaba la bella diosa Venus, como la fría escultura de mármol blanco que teníamos en el jardín, por eso me cubrió con una piel de marta cebellina para que no tuviese frío. ¡Me imploró ser mi esclavo!
—Y usted aceptó. ¿Quién era Severine?
—Un hombre muy culto con una vida desordenada. Estudió a Homero, Virgilio, Goethe, Cervantes… me contó que siendo muy joven, una tía suya vestida con un chaquetón de piel, entró en su habitación y lo ató con la ayuda de dos cocineras; le dio fuertemente con una vara, y luego le obligó a que se lo agradeciera de rodillas.
—¿Usted se considera un ser superior?
—La respuesta es compleja, en principio sé que soy una vencedora, una persona con dotes de mando, pero a mi también me gustaría sentir el poder de un hombre sobre mí. Conozco muchos casos de hombres y mujeres con puestos muy relevantes que pagan para que los dominen, los humillen; se dejan atar, enjaular, pisotear, orinar, de hecho, es que suplican que les infrinjan dolor físico y síquico.
—Madame, volvamos a 1870. ¿Por qué firmó un contrato a su favor con Severine?
—Si estaba dispuesto a ser mi esclavo, debía admitir que su vida me perteneciera. En una cláusula escribí que tenía la potestad de matarlo. Te voy a desvelar un secreto.
—Dígame, por favor. No se lo diré a nadie —le mentí.
—Yo también soy escritora, me llamo Fanny Pistor. Te puedo asegurar que la realidad supera a la ficción.
—Ya lo creo, me sorprendió leer “El erotómano” de Ian Gibson. Trata sobre la vida secreta de Henry Spencer Ashbee, un coetáneo suyo. Le gustaba la flagelación, se especializó en el estudio de Cervantes, en 1896 fue elegido Miembro Correspondiente de la Real Academia Española, por supuesto que conocían sus gustos sexuales.
—Era culto como mi amado Leopold.
—¿Cree usted que los gustos por el sadomasoquismo se dan más entre gente culta y rica?
—Diría que sí, lo van experimentando todo.
—Dicen que Dalí y Amanda lo practicaban. ¿A usted que le falta por experimentar?
—¡No te voy a contar nada más! —dijo tajante—. ¡El que tenga interés que me lea!
Se puso bruscamente en pie y desapareció al tiempo que escuchaba el fuerte restallar de un látigo.
Me quedé sentado, pensando en lo que había pasado, en mi cabeza tenía las ilustraciones de Dalí, Manuel Marsol, Guido Crepax, Sardax, Suzanne; las películas, las obras de teatro, las canciones… y comencé a tatarear “Venus in Fours” de Luo Reed.
“Botas brillantes de cuero / Severin te espera allí / Golpea, querida señora, y cura su corazón…”
Maravillosa
ResponderEliminarGracias, ahora me he reunido con Lolita de Nabokov, veremos a ver como acaba la cosa
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