EL VERDE GABÁN. Las mocedades de don Quijote, El Quijotillo, entrega décima
Durante todo aquel invierno, Doña Ginesa, se supo hacer con las noticias de sus compadres de tratos y negocios, acerca de dónde había pupilaje adecuado en las cercanías. Llególe, por fin, noticia de que había licenciado por Alcalá en Villanueva de los Infantes, que admitía chicuelos de buena sangre a partir de los siete años, y que, en dos inviernos, los devolvía hábiles en el arte de saber leer y escribir, amén de lo fundamental de la doctrina cristiana; así como de los rudimentos de las letras clásicas e hispanas.
Con esto, llegó un otoño, largo año después de lo urdido en su caletre, en el cual otoño, agachándose para ponerse a mi altura, doña Ginesa, mirándome a los ojos, me dijo:
–Hijo mío, Alonso, porque sepas bien quién eres, y aciertes a responder a la calidad de tu nacimiento, te envío hoy hasta esa famosa ciudad de Villanueva, donde habrás de comenzar a aprender las maneras del cortesano, que es hoy la calidad mejor llevada en la Corte, a donde, espero, que, con tu linaje y el sostenimiento de tu hacienda, que desde aquí te habré de procurar yo, puedas un día acceder.
Con esto, y estrujarme en sus brazos, cosa que no poco me espantó por lo insólito, me despidió, dejándome en poder del ama, que me llevó de la mano hasta la carreta contratada; la cual carreta, el camino de herradura hasta la ciudad de los Infantes, de oficio hacía. Justo al pie de la enruedada caja con bueyes de tiro arrastrada, me dejó el ama. Allí, el arriero, un malencarado sujeto, de curtido rostro marcado por certero tajo de albaceteña, amén de gigánteo corpachón, luego de subirme al pescante, me dijo:
-Agárrate bien, zagal, no te me caigas, que, hoy, la más preciada carga que arreo eres.
Adecuado uso del lenguaje, acorde con el tiempo en que se ubica la narración. Me transporta en el espacio y en el tiempo.
ResponderEliminarMuy oportuno. Me encanta. Que continúe.
ResponderEliminar