El cuento de hadas según Lautréamont. Un reino oscuro, libro de Alejandro Hermosilla, por Pedro Pujante


Alejandro Hermosilla, con la reciente publicación de Un reino oscuro, demuestra que sigue siendo poseedor de un estilo único y una prosa contundente y marcadamente personal.

Sus libros son textos raros que se asemejan a cantos maldorodianos, a evocaciones de una liturgia oscura que se sustentan más en la poesía y en estéticas visuales que en tramas novelescas. En ellas se enumera y narran situaciones y motivos rocambolescos. Esquiva la trama al uso, en virtud del estilo, para construir epitafios luminosos pero desgarradores en los que todo confluye como en un torbellino; o más bien como en un Aleph enrarecido y persistente. Como José Óscar López ha dicho, Un reino oscuro es un vendaval. Las frases fluyen, se escuchan, se arremolinan y penetran en tu cerebro, se materializan y se ven y se sienten más que se leen o se racionalizan; son un mantra que martillea, y la forma y la belleza de las imágenes que suscitan sustituyen o más bien canibalizan el texto sin agotarlo.


A pesar de las referencias y apropiaciones, en Un reino oscuro ha construido  el autor un universo cerrado que guarda relación con su novela anterior El jardinero. Aunque está ambientada en un tiempo y espacio indeterminados los lectores percibimos referencias suficientes para ubicarla en Europa entre los siglos XVIII y XIX. Pero estamos hablando de una Europa distorsionada y decadente, que tiene más del planeta Arkanar de la célebre novela de los hermanos Strugatski que de este, nuestro mundo real. 

Hermosilla es un autor que camina solo, se aleja del realismo y de tropos trillados, y elabora una alegoría grotesca. Así, se vale de esta historia con la fisionomía de una fábula siniestra, con ambientes asfixiantes y personajes pérfidos y perdidos, para constatar las más deplorables circunstancias del arte y de la condición humana.

Con un estilo preciso y contundente, de prosa fluida y sólida, Hermosilla erige una historia y unos personajes verosímiles. Pero al mismo tiempo, el universo ficcional de esta novela es cerrado y desalentador. Un mundo  presidido por personajes que sufren de un modo ominoso los escarnios de su condición. En Un  reino oscuro todos y cada uno de los personajes padecen sometimientos mentales, sociales y físicos. Tormentos sádicos de un sistema tiránico. Pero que a pesar de tomar la forma de una monarquía feudal parece reflejar las dictaduras del siglo XX, con sus campos de concentración, sus castigos arbitrarios, la indolencia de sus gobernantes y demás intrigas. Aquí el Rey simboliza el poder absoluto. La figura de un dictador endiosado y distante, y los artistas (músicos, literatos o paisajistas) las víctimas de un gobierno opresor y humillante. Aunque, al final, todos y cada uno de los protagonistas de esta crónica oscura son tanto víctima como victimario. Nadie es totalmente inocente ni está exento de culpa en este tenebroso universo que Hermosilla ha confeccionado con su prosa de frases precisas y recursivas.

En definitiva, esta novela se puede leer como una historia abreviada de las infamias, pero más dantesca que borgeana. Como un tratado oscuro sobre los más viles rincones de nuestra humanidad. Pero sobre todo como literatura hecha de vísceras, textos que difuminan, en su acertada disección, los límites entre el dolor y la libertad, entre la sumisión y la realidad.






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