PASADO DE ROSCA. Tamales de Chivo. 2.- Jenaro, por Bernar Freiría







A partir de aquella primera visita, Jenaro volvía al pueblo dos o tres veces al año y se mostraba generoso —aunque un tanto fanfarrón— con todos trayéndoles regalos y llevándolos a comer a restaurantes caros en la capital.

Pasado el tiempo, un día Jenaro reunió a su madre y a su hermano y, con semblante serio y preocupado, les dijo que tenía que hablar con ellos. Para entonces, la madre, que ya no se las apañaba muy bien sola, vivía con el hijo mayor, que se había comprado un piso bastante decente. Julián, después de muchos años faenando en la mar, había dejado el pesquero para abrir una tienda de congelados, refrescos y chucherías que había marchado razonablemente bien hasta el comienzo de la maldita crisis. El banco le había cancelado la línea de crédito, lo que lo obligó a reducir referencias, porque solo podía hacer compras con lo que iba entrando en la caja, que cada vez era menos.

Jenaro les habló a los dos de esta manera: “Voy a pediros un favor. Estoy pasando por un momento complicado en mi empresa. Tengo casi terminada una urbanización de quince dúplex, con la mayoría de ellos comprometidos por cantidades entregadas a cuenta por los compradores. Pero ahora resulta que me condicionan el enganche de luz para las viviendas, y por tanto la cédula de habitabilidad, a que la empresa eléctrica ponga un transformador bajo tierra. He hablado con ellos ni se sabe la cantidad de veces, pero mis prisas no son las suyas. El dinero que había cobrado de los compradores ya lo tengo invertido en otra promoción que estoy empezando. Con lo del transformador no solo tengo parada una venta que, en condiciones normales, ya estaría hecha al completo, sino que me está faltando liquidez para seguir con la promoción que tengo entre manos y ya algún proveedor ha dejado de servirme porque le debo materiales. Unos cuantos compradores de los dúplex se han mosqueado porque ya tendrían que estar viviendo en ellos y me exigen que les devuelva el dinero que me entregaron por incumplimiento de los plazos. Me molesta mucho tener que pediros un favor, pero he pensado que tu casa, mamá, ahora que te has ido a vivir con Julián, está vacía. ¿Por qué no me dejas pedir un préstamo con la casa como garantía? Por supuesto que voy a pagar enseguida esa hipoteca. Se trata sólo de salir del apuro, mientras la compañía eléctrica no construye el maldito transformador. Hay que ver cómo es la Administración. Si me hubieran puesto esa condición de principio, ya me las habría arreglado para que el transformador estuviera en servicio al acabar las obras. Pero no. Lo exigen ahora y me estrangulan a mí, que tenía que tener todo vendido y estar metido de lleno en la nueva promoción. Mientras tanto, paga sueldos, cargas sociales y compra materiales cuando tienes el grifo cerrado. A nadie parece importarle esa situación. Sólo os pido que me dejéis poner esa casa en garantía para poder seguir adelante, sin que se me echen encima los acreedores. Ya os digo que sería por poco tiempo, que en cuanto se desbloquee esto, yo liquido la hipoteca.”


Continuará…/…

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