EL VERDE GABÁN. Las mocedades de don Quijote, entrega 7, por Santiago Delgado




De tal manera, acabada la contienda, y perdida la ocasión para la Comunera gente, presentáronse, en nuestra hacienda, exactores del Emperador, dispuestos a embargar la hacienda toda y las tierras, por traición al Imperio, dijeron. Doña Servanda, mi señora abuela, viuda de Don Martín, consiguió ablandar un tanto, el corazón de los recaudadores, a base, claro, de nutrir la faldriquera particular de los tales tributeros flamencos, aun a costa de casi todos los pegujales de nuestra propiedad. Quedóse únicamente con el poco terreno del que vivimos hoy –desde antes de que yo heredara– el ama, la sobrina y yo mismo, amén de algunas fanegas que mi abuela consiguió ocultar a los flamencos y secuaces castellanos suyos. 

Fue mi padre Don Álvaro Quijano, que murió de apoplejía, que dicen físicos. Quedó sin habla ni movimiento casi de santiamén, apenas engendrado yo mismo. Mi pobre madre, Doña Ginesa de Motilla, viuda quedó repentina, y tuvo que hacer frente, como su suegra Doña Servanda, a las servidumbres del mantenimiento de la hacienda familiar. Y aqueste suceso nefasto fue cuando e Roma dieron credencial de Orden a los señores jesuitas, que tan excelentemente cuidan sus casas, educando a nobles y príncipes. 

Mi señora madre, Doña Ginesa, fizo muy bien su tares de administrar la hacienda familiar, ¡Vive Dios!  Vendiendo parte de las propiedades que conservó, pude yo construir y levantar, luego a su tiempo, mi famosa biblioteca, tan rica en novelas y poesías, que no hay ninguna que se le iguale, así vayas desde Sevilla a la misma Corte.

Y aquésta es, Sancho, otra de las razones por las que, yo, Alonso Quijano, devenido Don Quijote de La Mancha, debo ser caballero Andante, no tan sólo para desfacer entuertos, sino, también, para restituir el buen nombre y la hacienda entera de los míos. Aunque esta causa secreta, del error comunero y del saqueo de los exactores del Emperador, tan sólo la sepamos tú y yo. 

Y ésta, Sancho mi escudero, la verdadera historia de mi estirpe y nación, y ninguna otra hasta hoy escrita. Yo procedo de los Quijano montañeses, cabe la brava mar cántabra. Y quede, con esto, zanjada toda cuestión al respecto, la haya escrito quien la haya escrito. Dilo a quien te pluga y desees. Yo sé quién soy, y sé también cúyos son mis ancestros, del hoy y del ayer. Y quede así la cosa.



 

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