EL VERDE GABÁN. Las mocedades de don Quijote (el Quijotillo). Octava entrega, por Santiago Delgado
De Doña Ginesa de Motilla, Señora Madre de Don Alonso
Mi madre, la señora Ginesa, criome sin el necesario apego y cariño de solícita madre, no tanto por no poder salir de la pena de saber a su esposo, y padre del niño suyo, muerto de tan crudelísimo mal, como por necesitar todo su empeño en sacar adelante la escasa hacienda que nos quedara tras los embargos a los vencidos; en particular, a su suegro, mi abuelo. Ocupándose de tales menesteres salió, en buena hora, de la honda negrura de su dolor. Contrató, por la manutención y el techo, a una muchacha de aldea vecina, tras el destete mío, que con el tiempo devino ama, para cuidar de la casa y del recién nacido. Esa ama es la madre del ama que tú conoces, que heredó el cargo en mi hacienda. Sancho. Luego, se las comenzó a ver con segadores y pastores, tratantes y arrieros, tal y como se las habría de haber visto su finado esposo. Y no fue cosa fácil, pues los tales, al ver mujer al frente de los negocios de la casa, trataron de engañarla y de disuadirla de regatear en precios y pagos, pues que era mujer, y no era, ni es ahora, pensaban los muy incautos, tiempo en que sirvan las mujeres para llevar adelante haciendas y bienes que cuidar a fin de que produzcan frutos y dineros; los cuales dineros, al fin y al cabo, tributos le generan al rey, y, por ende, a todos. Pero demostró mi madre, Doña Ginesa, valer para esos menesteres mucho más que tantos y tantos varones que han malgastado la hacienda familiar en fruslerías y sandeces. Y así vemos las ciudades llenas de hidalgos callejeros, perdida o malgastada su herencia, que finan de hambre por no pedir, al estimar su honra superior a solicitar ayuda. Siguió bien los pasos de su señora suegra, Doña Servanda, que ya había iniciado la tarea en pro de nuestra hacienda.
De mi padre, colegirás, amigo Sancho, que poco o nada te pueda decir, salvo que, en lo enjuto, flaco y larguirucho, me parecía a él, según me fueron diciendo por muchas partes. Y, aun creo yo en lo enteco de mente, más dado a pensar y leer, que a facer cosas y menear lo establecido, hasta el día en que salí al campo, a enderezar el mundo y redimirlo.
Nueva pieza en el puzle
ResponderEliminarA ver si lo completamos..
EliminarExcelente texto, escrito con la forma de hablar de la época, transporta al lector a la época en que acontece lo narrado. Magistral.
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