LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. Usandizaga y las golondrinas, por Gabriel Lauret




En uno de mis primeros artículos refería una anécdota que contaba el gran pianista polaco Arthur Rubinstein, ocurrida en Cartagena en 1917, cuando su alcalde interrumpió un concierto desde el palco para requerirle que tocara Las golondrinas (Rubinstein en Cartagena). Aunque traté de explicar que se trataba de una obra de José María Usandizaga, es bastante probable que ustedes desconozcan tanto esta obra como a su autor. 


Usandizaga nació en 1887, en el seno de una familia acomodada de la burguesía de San Sebastián. Forma parte de ese grupo de compositores a los que habitualmente se les compara con Mozart por su precocidad y por haber fallecido demasiado jóvenes. A la edad de cinco años quedó inmovilizado por la rotura de la cadera, lo que le provocó una cojera permanente. Para que se pudiera entretener le regalaron un piano de juguete con el que empezó a tocar y desde el que dio el salto al que se convertiría en su instrumento. Además de su madre, fueron sus profesores Germán Cendoya y Beltrán Pagola, ambos organistas, algo que condicionaría los gustos y la obra del futuro compositor.


Con sólo catorce años fue enviado a estudiar a la Schola Cantorum de París, donde tendría como profesor de composición a Vincent D´Indy. En esta escuela, que seguía la línea compositiva de César Franck, se buscaba la formación integral del  músico (teoría musical, historia de la música además de la interpretación musical), en contraposición a la formación casi puramente instrumental que ofrecía el Conservatorio. Usandizaga viajó a París con dos cartas de recomendación, la primera de Tomás Bretón dirigida a Isaac Albéniz, y la segunda firmada por la reina regente María Cristina para la embajada española. Hay que recordar que San Sebastián era la residencia de verano de la familia real española. En París tuvo como compañero de estudios y de alojamiento a Jesús Guridi, el otro gran compositor vasco de la época.


Regresó a San Sebastián con sólo dieciocho años, la edad a la que ahora comienzan habitualmente los estudios superiores de música, totalmente centrado en la composición, ya que una lesión en su mano derecha le impidió continuar la carrera pianística como solista, y con los primeros síntomas de la tuberculosis, que acabaría con su vida no mucho después. De hecho, su mala salud le obligaba buscar retiros en pueblos y caseríos vascos para componer. La lesión no le impediría ser un consumado pianista y, también, organista. Del periodo parisino de formación destacan algunas piezas para órgano, para orquesta y, sobre todo, su Cuarteto de cuerda sobre temas populares vascos (1905).


En San Sebastián, se integró plenamente en la vida musical de la ciudad. Se relacionó con las instituciones musicales, como el joven por entonces Orfeón Donostiarra, para el que escribe varias suites corales. La mayor parte de las obras que compone tienen inspiración vasca, algo también propiciado por la temática de los premios y certámenes a los que se presentaba y ganaba.


En 1909 la Sociedad Coral de Bilbao le encargó una obra para una temporada de ópera vasca. Surgió así Mendi-mendiyan (En lo profundo de la montaña), "pastoral lírica vascongada" con cantables en euskera y fragmentos declamados en castellano. En ella, Usandizaga proponía un uso estilizado de los motivos folklóricos usando la técnica wagneriana del leitmotiv. El estreno en 1910 fue recibido con entusiasmo generalizado y causó un gran impacto.


Tras este éxito, en 1912 comenzó su gran proyecto, la zarzuela Las golondrinas, en el que pudo contar con la mejor pareja de libretistas de la época, Gregorio Martínez Sierra y su esposa María Lejárraga. Si tienen alguna referencia sobre los Martínez Sierra, ya supondrán que es más que probable que el libreto fuera escrito enteramente por María Lejárraga. El argumento gira sobre una historia de amor, celos y muerte que transcurre en el entorno de un circo.


El estreno se llevó a cabo en el Circo Parish de Madrid en 1914, siendo dirigida la compañía por el barítono Emilio Sagi Barba y su esposa la tiple Luisa Vela, obteniendo un éxito histórico. En pocos meses, Las golondrinas se representaría en el Teatro Real de Madrid, viajaría por toda España, Argentina y Uruguay. Usandizaga se convirtió de la noche a la mañana en uno de los compositores más célebres y admirados del panorama musical español.


Inmediatamente Usandizaga emprendió una nueva colaboración con los Martínez Sierra, esta vez la ópera La llama, inspirada en una tragedia de Esquilo. Tras un año de trabajo en el caserío de Iantzi, a punto de terminar y con el estreno previsto en el Teatro Real de Madrid, su estado de salud empeoró súbitamente, por lo que fue trasladado a San Sebastián donde falleció a los pocos días, en octubre de 1915, con sólo 28 años. La respuesta popular no tuvo precedentes en San Sebastián, ya que toda la ciudad se volcó en su despedida.


La llama vería la luz en 1918, en San Sebastián y en Madrid, en estreno al que asistió de forma oficial la corporación municipal en pleno. Su hermano Ramón, que se encargó de supervisar la partitura y los ensayos, años más tarde realizaría la transformación de Las golondrinas en ópera, poniendo música a las partes habladas, para su estreno en el Liceo de Barcelona en 1929.


Que, dos años después de la muerte de Usandizaga, un alcalde de una ciudad portuaria al otro extremo de la península interrumpiera el concierto de uno de los mejores pianistas del mundo para pedirle (o más bien ordenarle) que interpretara algún fragmento de su música, da fe de la trascendencia que había alcanzado en nuestro país. Como escribió la prensa de la época: “Una esperanza que se desvanece causa más tristeza que una realidad que muere”.


Retrato de José María Usandizaga revisando unas partituras






Ilustración musical:


Reparto:

Lina : MªJosé Montiel
Cecilia : Raquel Pierotti
Puck : Vicente Sardinero
Juanito : Ángel Rodríguez
Roberto : Carlos López
Un caballero : J. Alberto García

Coro del Teatro de la Zarzuela. Director : Antonio Fauró
Escolanía Nuestra Sra. del Recuerdo. Director : César Sánchez
Orquesta Sinfónica de Madrid
Director musical : Manuel Galduf
Director de escena : José Carlos Plaza
Teatro Real de Madrid - 1999

Comentarios

  1. Uno nunca termina de aprender leyéndote.
    César.

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  2. Con qué destreza has encajado este escrito en aquel otro. Siempre aprendemos de ti. Gracias Gabriel.

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  3. Como siempre súper interesante!!!

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