LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. Un francotirador de la música, por Gabriel Lauret






Llegar a hacer una carrera destacada dentro del mundo de la música no es, para nada, fácil. El talento y el trabajo son muy importantes, pero a igualdad de condiciones empiezan a jugar otros factores como la suerte, capacidad económica, un buen agente o, incluso mejor, un buen padrino. Como ocurre en muchos otros campos, la independencia no es un valor demasiado apreciado, ni por empresarios, ni por políticos, que siempre prefieren agradecer la obediencia ciega por encima de indiscutibles cualidades artísticas. Precisamente, por eso, los profesionales valoramos mucho a músicos que de una manera honesta, sin ayudas, han conseguido brillar por sí mismos, aunque no sea al nivel de otros más favorecidos.


Benito Lauret fue un músico versátil y polifacético que abarcó con maestría diferentes campos dentro de la música, desarrollando actividades muy diversas siempre a un nivel sobresaliente. Para evitar cualquier tipo de sospecha que ponga en duda mi imparcialidad al hablar de este personaje, quedan todos informados de que era mi tío; nada que ocultar. Eso sí, intentaré ser objetivo.


Nació en Cartagena en 1929, en una familia de músicos que se remontaba a tres generaciones. Su padre era pianista y profesor de música, y su abuelo, que le dio sus primeras clases, era guitarrista y se dedicaba a la afinación y reparación de pianos. Por la fecha y el lugar de nacimiento pueden suponer que su infancia y juventud no fue fácil, ya que se vio alterada por la Guerra Civil y por algo que fue casi tan terrible: la posguerra. Su ciudad se vio asolada por los bombardeos y la escasez de recursos al concluir el conflicto fue atroz. Entre sus diversiones, participó en una compañía aficionada de zarzuela, dirigida por su padre, que recorría los pueblos cercanos durante los fines de semana.


Con 19 años se trasladó a Madrid para cumplir con el servicio militar. Excelente violinista, su paso por la Orquesta Nacional de España en la época dorada de Ataulfo Argenta fue breve; también actuó en recitales y como solista con orquesta. Bartolomé Pérez Casas, primer director de la Orquesta Nacional de España, lorquino como su padre, lo tomó como único y último alumno de dirección de orquesta, actividad en la que destacó ya fuera en la música sinfónica, en el ballet, la ópera o la zarzuela. Dirigió en salas como la Scala de Milán, el teatro Marinski de San Petersburgo o el Metropolitan de Nueva York, a orquestas como la Royal Philarmonic de Londres o Sinfónica de Berlín. Recorrió el mundo con el Ballet de Antonio y con el Ballet Nacional de España. Trabajó con cantantes como Kraus, Caballé, Pavarotti, Berganza, pianistas como Weissenberg y Entremont o el violinista Accardo. Como director musical de la casa discográfica “Columbia” realizó grabaciones históricas de zarzuela que forman parte del patrimonio fonográfico español. Fue director titular de las orquestas de Oviedo y Valencia, y Director General del Teatro de la Zarzuela, máxima institución lírica nacional en aquellos años, que no fueron los más felices, al intentar cambiar su estructura en unos momentos de gran conflictividad. Por distintos avatares se encaminó hacia la docencia llegando a ser catedrático de Dirección de Orquesta, mientras aumentaba paulatinamente su actividad como compositor, musicólogo y editor, tareas que mantuvo hasta el fin de sus días. Quizás su característica más sobresaliente fue esta pasmosa facilidad para mutar cuando las necesidades de la vida le obligaban a ello, manteniendo siempre un nivel altísimo de excelencia artística.




Benito Lauret dirigiendo durante un ensayo (1981).


Como compositor, en su obra, que no es muy extensa, utilizó temáticas y estéticas muy diferentes, por lo que es difícil adscribirle a cualquier corriente o tendencia. Escribió obras para conjuntos de cámara, sinfónicas, para banda, conciertos, e incluso una opereta, Virginia-Virginis, y una ópera histórica, Himilce. Exploró en las fuentes de diversos nacionalismos, aplicando a los temas populares un lenguaje armónico muy personal. Debo destacar la labor realizada en sus años pasados en Asturias con el estudio de sus canciones populares, utilizándolas en la composición de obras que han calado hondo en el sentir de las gentes del Principado, y el trabajo de recuperación del riquísimo patrimonio musical del archivo de la catedral de Oviedo. Se distanció de las vanguardias porque consideraba que se habían alejado del público y creía que un objetivo imprescindible del compositor es comunicarse con él. Recuerdo su enorme satisfacción al final de las representaciones de Virginia-Virginis en Madrid, en las que el público salía tarareando algunos de sus temas. Un testimonio muy divertido fue el de Delfín Colomé, director del estreno en Manila de la Pilipino Suite, que comentaba que “el público que llenaba la sala aplaudió a rabiar. Has dado en el clavo del lirismo filipino”. Una curiosidad que pocos conocen: además de la composición “culta”, fue el autor de melodías que fueron enormemente populares en nuestro país como las de los anuncios de conservas Isabel o el turrón de Suchard.


Y no podemos olvidar que Benito Lauret fue un músico que se embarcaba con decisión en proyectos que consideraba ilusionantes, como la creación de varias orquestas. Posiblemente, su participación en la fundación de la Orquesta de Jóvenes de Murcia, decana de las orquestas jóvenes españolas, sea un hito importante a destacar por su trascendencia.


Mantuvo su actividad hasta el último día de su vida. Falleció repentinamente en 2005, una noche en la víspera del día de Todos los Santos. 


En la última conversación que tuve con él, Benito Lauret se autodefinió como un francotirador musical, siempre al acecho aguardando su oportunidad, al que la espera de acontecimientos le había hecho adaptarse a nuevas circunstancias. Por este motivo se sentía muy orgulloso de todo lo que había logrado gracias a su constancia y esfuerzo. Además de ser uno de los músicos más importantes de la historia en la región de Murcia, Benito Lauret es un referente para todos aquellos que se dedican a la música con honestidad e integridad.



Comentarios

  1. Tienes muchas razones para sentirte orgulloso. De casta le viene al galgo; es obvio.

    César.

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  2. No sé de partituras, pero admiraba a Benito. Lo conocí en 1982.

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  3. Es preciso decir que el autor del artículo también es un excelente violinista.

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  4. i Gran musico Benito Lauret !

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  5. Yo si conocí a Benito, como persona y como músico, y tuve la dicha de recibir sus enseñanzas, en los primeros pasos de aquella orquesta de Jóvenes de Murcia, en la que Gabriel, con apenas 10 años, era ya un violinista destacado. Un orgullo tener en Murcia estos músicos tan relevantes

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  6. No he tenido el placer de conocer a Benito pero sí a Gabriel y corroboro que es un grandísimo violinista

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