LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. El museo de los instrumentos olvidados, por Gabriel Lauret







Charles Darwin publicó en 1859 El origen de las especies, obra fundamental donde desarrollaba la teoría de la selección natural, que es perfectamente válida para explicar los motivos por los que algunos instrumentos musicales han evolucionado y son muy utilizados actualmente (por ejemplo, los que forman parte habitual del repertorio sinfónico), mientras que otros, en cambio, se conservan como rarezas de museo o piezas de excepción. Hoy les propongo un breve repaso de algunos de estos últimos, especialmente los que fueron empleados por algunos de los mejores compositores de todos los tiempos y que hoy están prácticamente en desuso. Comenzaré por dos instrumentos de cuerda con ciertas similitudes con el violonchelo. 


El baritón era el instrumento favorito del príncipe Nikolaus Esterházy, que tenía a su servicio a Joseph Haydn, motivo por el que éste le dedicó más de 175 composiciones, de las que 126 son tríos para viola, violonchelo y baritón. Tiene la característica de que utiliza entre seis y siete cuerdas que se tocan con el arco, y otras, de número indeterminado, que se pulsan con los dedos y hacen también de cuerdas simpáticas, aumentando la resonancia de este instrumento. El baritón presenta algunas similitudes con el arpeggione, que posee seis cuerdas afinadas como una guitarra con trastes, pero con puente curvo, lo que permite que se toque con arco. Fue un invento de dos lutieres vieneses, Johann Georg Stauffer y Peter Teufelsdorfer, hacia 1823, y es ideal para hacer sucesiones de arpegios, de ahí su nombre. Un año más tarde, Vincenz Schuster, virtuoso del instrumento, le encargó a Franz Schubert una sonata con acompañamiento de piano que permitiera demostrar sus posibilidades. Esta obra es la famosa sonata D. 821, que aunque es conocida como Arpeggione, ha sobrevivido en versiones para viola, violonchelo, violín, flauta… inmortalizando, eso sí,  el nombre del instrumento.


Pasemos a un instrumento de viento que tiene un origen más remoto y que podríamos calificar como antepasado de la tuba. El serpentón fue inventado en Francia por el canónigo Edmé Guillaume hacia 1590 y su función era acompañar al coro en los oficios religiosos de las iglesias que no disponían de órgano. Consta de un tubo cónico de madera recubierta de cuero oscuro con forma de serpiente, de donde proviene su nombre. A partir del siglo XVIII también fue usado en la música militar, y se añadieron llaves que mejoraron la afinación y las posibilidades técnicas. Es conocido porque Hector Berlioz lo utilizó en el Dies Irae de su Sinfonía Fantástica.




Sala del Museo Instrumental de la Ciudad de la Música de París.





También Berlioz, a quien siempre se le acusó de la desmesura de sus orquestas, usó un instrumento que era enorme: el octobajo, idéntico al  contrabajo, pero en tamaño XL: medía 3´75 metros de alto, y contaba sólo con tres cuerdas. Por la distancia entre la parte donde se colocan los dedos de la mano izquierda y la zona por donde se pasa el arco, un mecanismo permite pulsar las cuerdas por medio de siete palancas, que también se pueden accionar con pedales. El octabajo produce los sonidos más graves del espectro audible por el ser humano. Dubois fue el primero en construir uno en 1834, pero fue el famoso luthier Jean-Baptiste Vuillaume quien lo mejoró a finales de 1849. Uno de los tres instrumentos que construyó fue utilizado en el concierto inaugural de la Exposición Universal de 1855, donde se interpretó el Te Deum de Hector Berlioz.


Por su peculiar sonoridad voy a dejar dos instrumentos para el final:


El primero fue utilizado por Wolfgang Amadeus Mozart en 1791 en su última obra de música de cámara, escrita para un quinteto muy inusual de armónica de cristal, flauta, oboe, viola y violonchelo, su Adagio en do mayor y rondó en do menor, K. 617, compuesto para Marianne Kirchgäßner, que era una intérprete ciega. Tenía su origen en el sonido que producen las copas cuando se pasa el dedo mojado por el borde (un clásico en las bodas). Benjamin Franklin, el inventor del pararrayos, colocó concéntricamente una serie de cuencos en 1762, accionados por una varilla horizontal accionada con una manivela unida a un pedal. De esta forma los cuencos giraban y el roce de los dedos mojados producía el típico sonido cristalino. Pero este instrumento era peligroso porque el cristal se hacía con plomo, que a largo plazo provocaba saturnismo y la muerte del intérprete. Para mejorar la longevidad de los músicos, hoy se utiliza cristal sin plomo.


El último instrumento me resulta especialmente curioso. Es el único, salvo la orquesta, que se toca sin contacto físico. Léon Theremin era ingeniero electrónico ruso. Mientras investigaba hacia 1920 sobre sensores de proximidad vio que la posición de su mano alteraba la frecuencia producida por el dispositivo. Ese es el principio del theremín, que cuenta con dos antenas metálicas; la distancia desde una antena determina la frecuencia (tono) y, desde la otra, la amplitud (volumen). Enseñó su instrumento a Lenin, que quedó tan impresionado que se inició en su aprendizaje. Uno de los primeros compositores el usar el theremín fue Dmitri Shostakovich aunque su sonido resultará muy familiar a los amantes del cine de los años 40 y 50 porque fue utilizado por dos grandes compositores de bandas sonoras: Miklós Rózsa, sobre todo en Recuerda de Alfred Hitchcock (1945), y Bernard Herrmann en la película de Robert Wise Ultimátum a la tierra (1951). Su declive llegó cuando se crearon otros instrumentos electrónicos que eran más sencillos de tocar.


Todos los instrumentos que he mencionado existen todavía y seguro que muchos de ustedes pensarán en otros que yo he olvidado. Sin duda, son muchos más los instrumentos en desuso que los que han sobrevivido, al igual que ocurre con las especies animales, con la diferencia de que podemos revivir los instrumentos y sus sonidos. Con los animales, hasta el momento, esto no es posible, pero quién sabe si algún día Parque Jurásico llega a ser algo más que una novela y una excelente película de ciencia ficción.








Ejemplos musicales:

Baritón

Arpeggione

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