LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. Estudiar música en España y las preguntas encadenadas, por Gabriel Lauret




El siguiente relato está basado en hechos reales. Situaciones similares a la que se describen las hemos padecido la práctica totalidad de los que nos dedicamos a la música. No es solo verídica sino que, como dirían mis admirados Les Luthiers, además es cierta.


- ¿Y tú qué estudias?


En la franja de edad entre los diecimuchos y los veintipocos era con seguridad la pregunta más temida y odiada. Podía llegar en una reunión familiar, en una visita en casa o, incluso, en un encuentro casual por la calle, pero sabías que te la podían hacer en el momento más inesperado.


- Música.


En ese momento se hacía un silencio frío, cortante e incómodo que ya sólo podía desembocar en algo peor.


- ¿Y qué más?


En aquellos años, la mayor parte de la gente consideraba que la música no era una carrera que pudiera asegurar un futuro digno y acomodado, por lo que era más que lógica la preocupación del familiar o conocido por el bienestar o, más bien, la supervivencia futura del joven. Ya sabemos que en nuestro país el paso por la Universidad siempre ha asegurado un puesto de trabajo bien remunerado y con un horario estupendo para todos los que acaban sus estudios en ella. En mi caso, yo también había comenzado una carrera universitaria, Geografía e Historia, que por lo menos me servía para acallar algunas bocas. Reconozco que lo que mejor guardo de aquellos años es el grupo fiel de amigos que mantengo desde entonces. Pocos años más tarde, cuando me trasladé a Bruselas para estudiar en su conservatorio, encontré la respuesta perfecta: si estaba fuera de España para estudiar violín, no podía hacer también una carrera universitaria, por lo que no había necesidad de dar más explicaciones.


Pero ya sabías que la persona que tenías delante de ti todavía no había terminado con el interrogatorio:


- ¿Qué instrumento tocas?


- Violín.


- ¿Y cuál más?


En unos tiempos en los que todavía no estaba en auge ni el yoga ni el mindfulness, te ponías en modo autocontrol y, con una paciencia infinita, intentabas explicar que dominar un instrumento musical a un nivel suficiente para dedicarte a él profesionalmente era muy difícil, requería muchas horas de estudio (nosotros llamamos estudiar a lo que otros llaman tocar o practicar) y que son pocos los músicos que dominan más de un instrumento a ese nivel de excelencia.


Esta situación, en el fondo, no hacía sino constatar el desconocimiento y la nula consideración que se tenía por la música dentro de la sociedad de la época. A ello había contribuido, en gran medida, la casi nula formación musical que proporcionaba la educación general. En mi caso, tuve un único curso de música en BUP (nada en la EGB), impartido además por una profesora que no era especialista en la materia. Las oportunidades de ir a conciertos para escuchar música en directo eran entonces muy reducidas, especialmente de música sinfónica, debido a la escasez de orquestas, tanto profesionales, como de jóvenes o de aficionados. Y la situación con respecto a conservatorios y escuelas de música era similar a nivel nacional.


En estos más de treinta años la situación ha cambiado innegablemente para mejor, aunque la comparación con otros países europeos siempre nos haga pensar que sea francamente mejorable. La música es una asignatura obligatoria en colegios e institutos, que cuenta con un profesorado más numeroso y, por lo general, mucho mejor formado. Se han multiplicado los auditorios, no sólo en las capitales, incluso en poblaciones relativamente pequeñas, y con ellos diversos ciclos y festivales. En la inmensa mayoría de las comunidades autónomas existe, al menos, una orquesta pública, algunas de ellas de un nivel muy reseñable. Se ha  incrementado el número de los conservatorios de todos los niveles, así como las academias de música. Además, algo que considero trascendental, hay un reconocimiento oficial de los estudios de música que se imparten: el título superior de música que otorgan los conservatorios superiores está equiparado a todos los efectos a un grado universitario (información para padres pero también para los  propios estudiantes).


Habría que pensar que el juego de preguntas encadenadas del comienzo es algo del pasado y que existe una conciencia social en la que se valora mucho mejor el desarrollo de esta actividad cultural y se conocen las diversas salidas profesionales. Lamentablemente, esto no es así, como habrán podido adivinar. Muchos alumnos de grado superior tienen que compatibilizar sus estudios de música con otros mejor considerados socialmente, con el consiguiente desfase con respecto a otros que vuelcan todo su tiempo y  entusiasmo en una única vocación.


El problema no afecta sólo a la música sino también al resto de Bellas Artes, a la cultura en general e, incluso, al estudio de las Humanidades en la Universidad. En este mundo contradictorio en el que muchos viven de su imagen y de no hacer nada, se sigue penalizando todo lo que parece que no tiene una rentabilidad directa, dando un valor nulo a la preservación del conocimiento de nuestro historia y de nuestro acervo cultural y artístico.


Porque sólo en esta sociedad que pregunta “¿y qué más?” a un joven estudiante de música se entiende que en plena campaña electoral a nadie le interese conocer el modelo cultural que tienen los candidatos para nuestro país.




Gentilhombre y dama tocando el virginal 
o La lección de música ( J. Vermeer, ca. 1660-65)


Comentarios

  1. Tienes mucha razón.

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  2. A veces me parece increíble que una sociedad occidental tan descafeinada intelectualmente continúe alumbrando talentos musicales ... Y no me refiero a "cosas" como Shakira, precisamente 😁.
    César.

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  3. Para los que disfrutamos de cierta edad ya, es inevitable reconocerse en este texto. Para mi no era tanto, eres joven y sin perspectiva, lo extemporáneo de la pregunta, cómo el desdén, por tamaño error, estudiar música, y la sensación que te dejaba de haber cometido un delito, no tu, si no tus padres que era a quien juzgaban aquellos vecinos bienintencionados. La policía moral que en nuestra España, perfecta y sin carencias notables, nunca dejará de estar en todos los ámbitos sociales, culturales o laborales. Quisiera romper una lanza para aquellos padres que valientemente, a pesar de las advertencias, pudieron irse con una sonrisa cómplice al ver que “su error” paterno y por el que fueron mirados por encima del hombro, ha llevado a sus hijos a desarrollar una actividad profesional que les ha permitido, en muchos casos el reconocimiento social y en todos de nosotros tener una vida acorde a nuestras inquietudes. No tengo tan claro, que ahora, con el desprecio que desde los medios y la administración se ve a quien “estudia” música, los miles de jóvenes estudiantes con inquietud y talento para este oficio, puedan alcanzar en un futuro si acaso, una pensión, y que aquellos locos de entonces y a pesar de lo escrito si hemos logrado. Entonces, incluso en niveles de aficionado, había exigencia y un nivel mínimo que era incuestionable, hoy día, din embargo, debemos luchar para separar “artista” de músico. Igual que por mucho eufemismo que busquemos un ingeniero urbano es, desde el más absoluto respeto, barrendero y no permitir un intrusismo tan flagrante y denigrante como el que viven los músicos desde hace décadas en nuestro país. Se llame Sanz, Orozco o lo que que quiera, eso es un artista y no necesita preocuparse por los entresijos musicales, que decir de estudiar. Pero si te llamas lo que sea y vas a un conservatorio a formarte, llámate con orgullo y a boca llena “MUSICO” con mayúsculas. Separemos las cosas y respetemos la profesión porque sin músicos, esos “artistas” no pueden ni subir a un escenario. Los mayores, como dice Lauret, vivimos incomprensión, los jóvenes, ahora, abandono y desprecio, por analfabetismo, hacia tu más íntima vocación. En fin…
    Gracias por sacar este tema y permitir la oportunidad de dar visibilidad a este problema endémico que está llevando a las humanidades y la música al destierro social.

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  4. Querido Gabi, pese a que estas preguntas del inicio de tu artículo siguen haciéndose hoy en día, hay un hecho innegable: muchos jóvenes músicos españoles están "conquistando" Europa.
    La nacionalidad española es la más abundante en la EUYO. Y ya aceptamos como algo normal que tal o cual han entrado en una orquesta alemana, sueca o portuguesa. Hemos pasado de importar músicos a exportarlos! Quizás esta sea la mejor respuesta al "y qué más estudias".
    Gracias por tus siempre interesantísimos artículos!

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  5. Totalmente de acuerdo.
    Otro problema son las plazas vacantes en los C Superiores, p.e. si del C Profesional salen/acaban 15 chelistas y te vienen 5 de fuera ¿Cuantas plazas debería sacar el C Superior? Dos no, lo tengo claro, que saquen más y contraten más profesores. Y otra pregunta¿Es ético y legal que un profesor del C Superior de clases de preparación al acceso al C Superior en academias privadas cuando él es parte del comité/jurado/profesorado evaluador para el acceso al C Superior? Porque eso se hace, y aprueban esos alumnos privados y dejan fuera a otros que no han podido o sabido que yendo a clases particulares ganaban puntos para entrar al C Superior. ¿Que solución cabe entonces? Que ese profesor no de clases particulares o no forme parte de ese tribunal, porque la otra es que los alumnos se presenten en otros Conservatorios sin intentar presentarse en Murcia porque saben que ... las plazas ya estan dadas. Duro si, y si, me duele escribirlo, pero eso pasa, lo he vivido en mis carnes dos veces.

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  6. Me he visto totalmente reflejada en tus palabras como madre de dos músicos.
    Qué sería de nosotros sin la música? Esa sería la pregunta

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