ESCRITOR INVITADO. Amar Murcia, por Juan Ángel Sánchez
Dice mi amigo Petas que ir al balneario es como sumergirse en la película de Cocoon. Están ahí los viejos (no voy a escribir eufemismos tipo “personas mayores” que limiten la gracia de mi amigo) con sus miradas penetrantes usurpando tu energía para poder vivir un minuto más en una eterna juventud a costa de la tuya. Extirpando todo tu “mojo” como decía Austin Powers y dejándote en los huesos como haría un vampiro que succiona hasta la última gota de tu sangre….
Suelo ir mucho a Archena y me gusta observar a mayores -que ciertamente son mayoría- pero también a los jóvenes que nadan en una amalgama de hormonas que irradian sexo, amor y alegría. El denominador común en este lugar es el bienestar. No veo a nadie triste. Sus caras reflejan placer, tipo relajación después de una buena corrida o de alegría en el caso de algunos jóvenes que experimentan el placer de las burbujas por primera vez.
Hace cosa de un mes me encontraba en uno de los jacuzzi del balneario. Es mi favorito, tiene cuatro aspersores en el fondo que mandan con notable fuerza el agua hacia la superficie, cuando pones la planta de los pies en ellos te proporciona un masaje muy agradable rollo tibetano de apertura de chacras y cosas de esas que desconozco…
Pues eso, estaba con el masaje de pies y contemplando el vasto paisaje archenero de rocas y pinos que se divisa desde la piscina cuando una voz me preguntó: “Oye rapaciño, ¿Dónde se le da a esto para que funcione?. – Pues mira hay pulsar el botón que hay en cada uno de los puestos, después esperas un rato a que el tanque se llene y cuando le da la gana se pone en marcha – le dije, conocedor del funcionamiento de las termas.
Esto dio pie a una conversación en la que me contaba que eran de La Coruña y que habían bajado en coche a posta al balneario de Archena porque se lo recomendaron en la agencia de viajes al ser catalogado como el mejor de España. ¡Joder! Me dije. Toda la vida pensando que mi tierra es la mejor del mundo y ahora va a resultar que algo de cierto hay. Al mismo tiempo surgió en mí la sensación ya conocida desde que tengo uso de razón de que no vendemos las maravillas de nuestra tierra lo bien que lo haría un catalán o un madrileño. Lo que más temen los catalanes – me atrevería a decir- es que se conozcan las virtudes de Murcia. Quién se resistiría a venir si conocieran nuestro Mar Menor ( cuando deje de haber peces con tres ojos al estilo de los Simpson), nuestro balneario de Archena, nuestra ciudad-museo romano que es Cartagena, nuestros vinos, los paparajotes, la marinera, los caballitos…; o nuestras tradiciones, como los bolos murcianos. Mi padre tenía un campo de bolos y de niño recuerdo a esos hombres de patillas y bigotes generosos lanzar la bola y ellos detrás cayendo al suelo con sus panzas cincuentonas con el fin de acercarse más al objetivo que era derribar los bolos. Me viene ese olor a madera golpeada mezclada con tierra y calor a la sombra de la tarde-noche estival murciana. El panocho, que es algo residual de nuestro dialecto y bastante desconocido por los murcianos si no es por las viñetas del tío Pencho en el periódico. Pero, hablando del murciano debo resaltar lo que una profesora de lengua ( que curiosamente no era de aquí ), nos enseñó en la facultad de periodismo. Resulta que el dialecto murciano es de los más correctos del idioma español y por su economía del lenguaje, como por ejemplo acortar las palabras, es de los más avanzados gramaticalmente hablando. Lejos de los dequeísmos madrileños y la forma inadecuada de usar las formas verbales de los gallegos….
En España se mofan de nuestra forma de hablar -que hay que reconocer que no es muy agradable fonéticamente- desconociendo esta faceta de nuestro dialecto y nos equiparan con el nuevo Lepe tildándonos de paletos e incultos. Cuando la cultura es algo individual de cada persona y tiene que ver con lo leído o curioso que sea alguien para explorar las mil formas del lenguaje, la filosofía o las matemáticas que están en esta era de internet al alcance de la mano de todos, pero que parece no ser la moda imperante ya que las redes sociales, en general, son un cúmulo de individuos compitiendo por ver quién hace la mayor gilipollez. Que el entretenimiento es muy necesario pero la cultura te enseña a vivir mejor y te eleva a lugares mucho más profundos que un imbécil bailando sexi.
Para terminar, quería hablar del amor que me inculcaron a esta tierra de pequeño y que va creciendo a medida que pasan los años. Adoro la belleza natural de Murcia con lugares únicos como el Mar Menor. Me gustaría que los murcianos reflexionáramos sobre la suerte que tenemos de vivir aquí pero de una manera sana, lejos de patriotismos dolorosos y supremacistas que no hacen más que encerrar a las personas en nichos de resentimiento estéril.
El Mar Menor es un regalo de la naturaleza de hace 2 Millones de años, tenemos que conservarlo.
ResponderEliminarSí, es un regalo. Algo único en Europa y parte de la mejor región de España.
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