EL VERDE GABÁN. La pupila azul, por Santiago Delgado
La pupila que digo no es la del propio Bécquer, sino la de su poema:
XXI
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
Enseguida salieron los anatomistas, escandalizados: “¡Hala, que burro, las pupilas son siempre negras, lo que tiene color es el iris!”. Los anatomistas confunden aquí churras con merinas. Esto es poesía, no anatomía. “¡Es la poesía, estúpido!”, podríamos decirle al blasfemo que anatematiza a Bécquer. Pero no serviría de nada. Los anatomistas son muy suyos. La pupila es eso que nos dilatan los oftalmólogos para leer la Biblia en sus arcanos adentros, que estamos día y medio viendo todo claro, muy claro, pero sin perfiles. La corona de la pupila es lo que es azul o verde o cagada de mosca, como la mayoría. Bueno el cantante Bowie tenía un color de cada pupila, o al revés, un iris distinto en cada pupila. La naturaleza es querente de excepciones, en todo
Pero la musa de Don Gustavo Adolfo la tenía azul, y a quien opine lo contrario le mandaré a mis padrinos. Yo, con mi paupérrima cultura cinematográfica, siempre recuerdo al replicante, en cuclillas, todo él chorreando agua por la cara de azules pupilas y glaucos ojos de eslavo, diciendo aquello de “Todo esto se perderá como lágrimas en la lluvia”. Cabrón del replicante, que imaginaba máximo tormento morirse ante el histriónicamente estupefacto Harrison Ford. Yo, de haber sido el guionista de la peli, le hubiera hecho decir al aterrorizado humano: “Y a mí que me cuentas, tron, yo no hubiera podido ver los rayos C en La puerta de Tannhäusser, ni las naves arder más allá de Orión, sería perfecta ceniza milenios de luz antes de llegar donde dices, que vete a saber si no te lo inventas. No te subas el pavo conmigo, que sólo he visto el “Sálvame” de la tele. Y yo también, con tó mi golpe de humano, sin ojos azules, también la palmaré un día”. Pero el guionista fue más piadoso.
¿Ven?, las mujeres de pupila azul no hacen esas cosas. Y llevan muy bien su condición de musas. Aunque, inteligentemente, no ejerzan de tales, que el ser musa va en el ojo del poeta, más que nada.
Lo dicho: mis padrinos a quien difame al Poeta
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