CRONOPIOS. Encuentro con Severine, por Rafael Hortal
Belle de jour es el nombre por el que conocían a Severine en su vida profesional de prostituta. Así se llama la novela publicada en 1928 del escritor y periodista de nacionalidad argentina y francesa Joseph Kessel, un hombre que fue corresponsal en la Primera Guerra Mundial, en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial con la resistencia francesa. También fue miembro de la Academia Francesa de la Lengua. En 1967, Luis Buñuel llevó al cine Belle de jour protagonizada por Catherine Deneuve, que conoció en el rodaje al actor Paco Rabal en el papel de Hipólito, el gánster apodado “el murciano”, una sugerencia en el guion que Rabal le hizo a su “tío” Buñuel (se querían, por eso se llamaban sobrino y tío), ya que en la novela a Hipólito le apodaban “el sirio”.
La protagonista de la novela, Severine, encierra un secreto sicológico complejo de descifrar. Quedé con ella al atardecer en lo más alto de la Torre Eiffel. La reconocí por su elegancia, el rostro delicado y rictus serio, distante.
—Buenas tardes, Severine.
—Siempre me ha gustado contemplar mi París desde aquí, siento una gran relajación, aunque ver el Sena no me trae buenos recuerdos.
—Explíquese.
—Algunas veces, cuando paseaba por el muelle pensaba en dejarme caer, pero luego me planteaba si resistiría el frío de las aguas hasta que llegara la muerte, después los marineros retirarían mi cadáver y yo no habría obtenido recompensa alguna.
—¿Cómo se siente ahora?
—Desde que mi marido murió soy otra persona, ya no sufro ese desdoblamiento de la personalidad que me hizo sufrir tanto. Estoy pensando muy seriamente en ingresar en un convento de clausura.
—Los dos eran jóvenes, de familias acomodadas, su marido era cirujano, usted tenía 23 años y amaba a su marido con toda su alma…
—Pierre era una persona encantadora, delicada, siempre estaba pendiente de mí, ha sido el único amor de mi vida. Ya sé lo que nadie comprende: cómo no me acostaba con mi marido y sí lo hacía con otros; pero el amor y el placer son dos cosas distintas. Pregúnteme todo lo que desee saber. Seré franca.
—¿Por qué decidió ejercer la prostitución?
—Tras una dura enfermedad, sentía que no era yo cuando me miraba en el espejo, mi cerebro experimentó una rareza cercana a la demencia. Tenía pesadillas con un hombre brusco en un oscuro callejón sin salida. Esa otra personalidad disfrutaba de la humillación y el masoquismo. Mi marido me preguntó si mi rechazo a acostarme con él tenía que ver con mis sueños sucios donde me llamaban guarra y zorra, me fustigaban y violaban. Nunca le oculté nada, salvo que llevaba una doble vida como prostituta.
—¿Puede estar provocado por lo que se relata en la primera página de la novela?
—Sí, todo quedó impresionado en mi subconsciente. Aunque sólo recuerdo a aquel hombre rudo y sucio, el fontanero que reparaba una avería en mi casa. Tenía 8 años, recuerdo cómo me aprisionaban sus manos, un rostro sin afeitar que me raspó la cara, unos labios que me quemaron la nuca y sus manos bajo mi falda. Me quedé en silencio y quieta… para siempre. —Severine dirigió su mirada perdida hacia el Campo de Marte.
—¿Cuándo decidió trabajar en la casa de madame Anaïs?
—El cretino de Husson, amigo de mi marido en el club deportivo, comentó con normalidad que conocía a mujeres que ganaban dinero en burdeles, pero que era más selecto trabajar en una casa de citas. Dijo una dirección en la calle Virene. Durante un tiempo me rondaba la idea de ir, cuando me decidí sentí la doble sensación de que me ayudaba a amar mucho más a mi marido y de sentir el placer de los más bajos instintos sexuales. Trabajaba de dos a cinco de la tarde. Los clientes me pagaban 30 francos. La primera vez fue con un asiduo de la casa, un viajante comercial tan deforme como feo, gastaba el dinero en champán y acostándose con mis compañeras Charlotte y Mathilde, pero ese día me eligió a mí. Una parte de mí se resistía y otra disfrutaba con su rudeza. Me quedé tumbada en la cama, impasible. El relator omnisciente escribe:
La satisfizo saberse rebajada y hundida en el fango, pero la voluptuosidad desapareció desde el momento en el que el hombre comenzó a sobarla. La había poseído, pero muerta.
Es cierto, cuando llegué a casa quemé toda mi ropa y casi me destrozo la piel lavándome en la ducha.
—¿Cómo eran sus compañeras?
—Unas profesionales muy experimentadas, Mathilde trabajaba para mantener a su marido inválido, Charlotte era modelo, pero sacaba más dinero de esto… y, encima, le gustaba, gozaba con todos los clientes; siempre salía contenta diciendo que lo había pasado muy bien. Y cuando no había clientes, me cogía a mí y gozaba conmigo. A mí no me gustaba, pero como no sé discutir, terminaba haciendo todo lo que quería. La madame y mis compañeras se dieron cuenta que obedecía en todo con satisfacción si me lo decían con contundencia, si me lo ordenaban. A Charlotte le gustaba ir desnuda por la casa y desnudarme a mí, jugueteaba conmigo en la cama besándome y chupándome todo el cuerpo. Reconozco que fue un descubrimiento para mis sentidos; es la única mujer a la que le he lamido la entrepierna hasta hacerla gritar de placer.
—¿Entrepierna? A usted le excita que la insulten con un lenguaje vulgar, ¿por qué es incapaz de decir coño, polla o follar?
—Aunque me guste que me penetren con penes horribles de seres despreciables y me digan guarra, soy una mujer educada, no lo olvide.
—¿Nunca ha rechazado a un cliente?
—Una vez vino André, un joven escritor, traía unos libros suyos con la pretensión de vendérnoslos, pero madame Anaïs lo convenció para que nos los regalara. Quería acostarse conmigo, pero no lo consentí:
Aquel muchacho era, física y espiritualmente, de la misma clase que los hombres que habitualmente me rodean en mi vida normal, de la misma clase que Pierre. Si hubiese cedido a su petición, habría engañado por primera vez a mi marido, a todo aquel conjunto de rasgos y gestos que amaba por encima de todas las cosas. No buscaba amor ni ternura, ni confianza, ni sutileza, ni dulzura en la calle Virene. Lo que buscaba allí era precisamente algo que ni Pierre ni nadie semejante a él podía darme: el admirable placer de las bestias.
—¿Alguna vez se planteó tener un hijo?
—Jamás quise tener hijos con mi amado Pierre, y mucho menos con los degenerados… como yo; tenga en cuenta que siempre he sido consciente de que en mi cuerpo habitaban dos personalidades. Le voy a contar un caso sobre mi personalidad masoquista:
Llegó al burdel un hombre borracho y sucio; llevaba una blusa como las que suelen usar los obreros de los mercados. Me fijé en sus sandalias llenas de barro y sus rudas manos. Me penetró en silencio dejando caer su pesado cuerpo sobre mí cuando acabó. Dejó un billete pringoso sobre la mesilla y se fue. Me quedé un rato sola, disfrutando y gimiendo por alcanzar ese burdo furor, aquella lujuria bestial. Entró Charlotte a preguntarme si me había hecho daño esa bestia. Me puse a reír a carcajadas, entonces llegó madame Anaïs y comentó que era la primera vez que me había visto reír.
—¿Con su marido no experimentaba placer sexual?
—Después de esa experiencia, creí que estaba liberada y corrí a casa para acostarme con él. Mi cuerpo y mi mente deseaban más orgasmos. Hicimos el amor apasionadamente, pero tenía que frenarme, no podía mostrarle todo lo que sabía hacer por temor a que me preguntara dónde lo había aprendido.
Después de este acontecimiento, los sentimientos de Severine continuaron en una peligrosa montaña rusa con un delincuente enamorado, un chantajista al que odiaba, su marido accidentado y mucho más. Belle de jour es una obra que hay que admirar como un cuadro pintado por un artista, que cada uno interpreta con su subjetividad. A Luis Buñuel le sirvió como base para hacer una obra maestra. Aunque cambió el final de la novela, no perdió la esencia del estudio sobre la frigidez y el terrible divorcio entre el corazón y la carne, entre un verdadero amor y la implacable exigencia de los sentidos.
Cada semana espero ver en el blog su Cronopios.
ResponderEliminarNos vamos de vacaciones hasta el 14 de abril. Volveré con encuentros muy interesantes.
EliminarTienes, una gran imaginación y mucho, Arte!!!
ResponderEliminarSigue disfrutando de tu buen hacer!!!
Gracias. Disfruto investigando y documentándome con las grandes obras de novelas eróticas.
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