PASADO DE ROSCA. Doble fondo 5/7, por Bernar Freiría
—No hemos hablado de perras.
—A ver, ¿cuánto debes?
—Tengo un plazo de hipoteca de unos mil euros al mes y ahora mismo tendría que estar pagando préstamos por casi otro tanto.
—Eso es calderilla. ¿De cuánto es la hipoteca?
—De 180.000 euros.
—Eso si quieres lo pagas antes de un par de años. Ya verás. Aquí no hay fijo, depende del movimiento que haya y de la mercancía. No es lo mismo el chocolate que el perico, ya me entiendes. Te iremos pagando cuando estés de vuelta de cada viaje. Aquí, como en todo, la antigüedad es un grado. Si nos vas demostrando que eres de fiar vas a ganar mucho dinero.
—¿Y si en un momento dado quiero dejarlo?
—Hombre, todos nos jubilamos algún día. Pero también te advierto de que esto no es un trabajo para un ratico. Te vas a enterar de cosas que no conviene que sepa mucha gente. Así que hazte a la idea de que has encontrado un trabajo como los de antes, para echar años en la misma empresa. Esto no es una compañía de trabajo temporal.
No voy a decir que no estaba acojonado. Pero también sentía mucho alivio. Al fin iba a poder salir del agujero. La cosa parecía fácil. Nunca había pensado en eso, pero me di cuenta de que en los periódicos y en la tele salía de vez en cuando que habían pillado mandanga en el mar o al descargarla, pero de que nunca se hablaba de camiones. Y de alguna manera tiene que llegar a Europa. Además, en mi curro había oído más de una vez comentar con sorna que a tal o cual conductor le “estaba yendo muy bien desde que había dejado la empresa”. La verdad era que en los últimos tiempos había estado un poco al borde con la Pilar. Supongo que le echaba la culpa de lo ahogado que estaba. Porque me había metido en lo que me había metido por ella, que si no yo solo de qué. Seguía enamorado, pero un punto de mala leche sí que me estaba saliendo con ella. Así que decidí darle una alegría y me fui a la tienda de cocinas donde habíamos visto una que a ella le había gustado un montón. “Esa nos la compramos cuando seamos ricos”, había dicho yo. Así que me fui para allá y la encargué. Para cuando llegue la factura ya no tendré que hacer números para pagarla, pensé. No se lo dije a la Pilar. Me habría dicho que estaba loco, y de momento no quería contarle nada del asunto. Cuando salimos aquella tarde le dije sólo que me habían dado curro en el transporte internacional. Que la vida nos iba a cambiar algo y que no nos veríamos como hasta ahora todos los días, pero que por fin se habían acabado las miserias. Dijo que se alegraba mucho por mí, porque me veía mal últimamente. Pero tampoco se puso como unas castañuelas. Lo achaqué a que no le gustaba que yo estuviese tiempo fuera. Tampoco hizo preguntas.
A la mañana siguiente de firmar los papeles y recibir un anticipo partía para Düsseldorf. Habían decidido despedirse saliendo a tomar unas copas en el ZigZag. Pilar lucía una ropa recién comprada con firma de diseñadora, regalo de su novio como tributo a la nueva época de opulencia que se avecinaba. Un arreglo de peluquería, incluyendo maquillaje y manicura, le daba un aspecto que hasta a él mismo le resultaba sorprendente y, a pesar de que se le había ocurrido a él y se había empeñado en pagarlo, no estaba muy seguro de si le gustaba ver a su Pilar tan peripuesta.
…/…Continuará
Remember La Lechera!
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