LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. El cuarteto de los helicópteros, por Gabriel Lauret








Wolfgang Amadeus Mozart pensaba que la música para cuarteto de cuerda debía ser “interpretada por cuatro músicos diestros que la hayan estudiado, en una habitación silenciosa, donde la suspensión de cada nota no escapa a la escucha del oído, y únicamente en presencia de dos o tres personas atentas”. No podía imaginar que en 1991, justo dos siglos después de su muerte y en la ciudad que le vio nacer, el Festival de Salzburgo le iba a encargar a Karlheinz Stockhausen la composición de una obra con la que iba a acabar con todas las convenciones posibles sobre la música de cámara.

Si quizás la principal característica de la música del siglo XX fue el intento continuo de ruptura con la herencia recibida del pasado, Karlheinz Stockhausen fue uno de sus abanderados. Personaje transgresor y polémico, afirmaba ser compositor, profeta, inventor, científico, filósofo y guía espiritual, y convenció a compositores y críticos de que su propia evolución marcaba la pauta para toda la música de su época. Incluso su influencia llegó a la música popular, saliendo en la portada de un disco de los Beatles y participando en el festival Sónar de Barcelona, paraíso de la música electrónica.

Nació en Mödrath, cerca de Colonia, en 1928, aunque él afirmaba que fue en Sirio, la estrella más brillante del firmamento celeste. Su madre había sido  internada en un psiquiátrico y, muy probablemente, ejecutada por orden del gobierno de Hitler, por lo que se crió bajo el cuidado de su abuela; además, su padre murió durante la Segunda Guerra Mundial en el frente oriental. De 1947 a 1951 se formó en la Escuela Superior de Música de Colonia, además de estudiar  filosofía y filología germánica en la Universidad. Para pagarse sus estudios, ejerció diferentes trabajos como granjero, obrero en una fábrica o vigilante seguridad. Después de estudiar con Olivier Messiaen, en 1953 se incorporó al Estudio de Música Electrónica de la radio de Colonia, uno de los centros señeros de la música de vanguardia. Trabajó en los campos de la música electroacústica, serial y aleatoria, además de ser una de las principales figuras de la Escuela de Darmstadt.

Compuso muchísimo, un total de 376 obras, marcadas por su deseo de experimentar al límite. Quizás su obra más ambiciosa sea LICHT (Luz), Los siete días de la semana, serie de siete óperas, una por día, que tiene una duración total de 29 horas de música. Estuvo trabajando en este proyecto durante 25 años. 

Stockhausen nunca abandonó del todo los instrumentos tradicionales pero los combinó siempre con recursos propios de las nuevas tecnologías. Así surge el proyecto del Helikopter-Streichquartett. Stockhausen tuvo un un sueño en el que un cuarteto de cuerda tocaba trémolos que se fundían con el sonido de las palas del rotor de los helicópteros. En esta obra los pilotos tienen sus propias indicaciones para lograr las frecuencias sonoras necesarias en cada momento, por lo que también pueden considerarse músicos participantes en el cuarteto.

La pregunta que se estarán haciendo es: ¿quién y cómo escucha el cuarteto? La separación física de los intérpretes y público, y entre los mismos músicos, dando vueltas en el cielo en cuatro helicópteros diferentes, se supera mediante el uso de equipos audiovisuales, de modo que sólo cuando es transmitido a través de pantallas y altavoces en una sala de conciertos, encaja en un todo unificado. 

Y falta la escenografía: los intérpretes, músicos y pilotos, todos con uniforme militar de campaña (en los fragmentos que he podido ver esto no siempre es así), salen del auditorio y permanecen siempre visibles para el público a través de las cámaras, hasta que suben a cuatro helicópteros de combate, mientras un presentador explica a los presentes lo que van a presenciar. Los músicos tocan al mismo tiempo gracias a la comunicación con monitores y auriculares, y por medio de una claqueta que les permite seguir la obra con precisión. Además de tocar, deben ir diciendo, más bien gritando, una serie de números en alemán. Los helicópteros vuelan en un radio de seis kilómetros del auditorio, cambiando la altitud constantemente. El descenso dura cinco minutos, y el sonido decreciente del rotor queda de fondo cuando el cuarteto (u octeto, más bien) vuelve a entrar en la sala. Finalmente, el moderador hace preguntas y dirige los aplausos del público.

Pueden ustedes imaginar el coste de los ensayos, recursos técnicos, litros de combustible consumidos, y añadan la posibilidad de que algo pueda fallar en un directo para llevar a cabo la ejecución de la obra. El estreno tuvo lugar en Amsterdam en 1995 por el cuarteto Arditti y miembros del equipo de exhibición de la Real Fuerza Aérea Holandesa.

La trayectoria de Stockhausen estuvo siempre acompañada por la controversia. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York, afirmó que el ataque había sido “la obra de arte más grande que haya conocido el Cosmos”, aunque posteriormente intentó desmentirlo o, más bien, matizarlo, sin mucho éxito. Stockhausen había dicho que nunca escribiría un cuarteto de cuerda, por lo que su respuesta al encargo fue un anti-cuarteto, nada más alejado a una obra de música de cámara tradicional. Nunca sabremos qué pensaría Mozart de este Cuarteto de los helicópteros. A lo mejor, en nuestra época, él hubiera tenido una idea similar.





    Karlheinz Stockhausen en 2004




Interpretado por el Elysian Quartet en Birmingham, Reino Unido, en 2012.

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