EL ARCO DE ODISEO, La impunidad de los gigantes, por Marcos Muelas




James Murphy era un veterano de guerra que pasaba sus últimos años de vida en California. A sus 94 años aún se conservaba bien, a pesar de haber pasado un año de su vida prisionero en Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Y no fue para nada una situación fácil. Junto con otros mil soldados norteamericanos sufrió, en sus propias carnes, la esclavitud al ser sometido a trabajos forzados. Concretamente para Mitsubishi, la actual marca de automóviles japonesa, que por aquel entonces, fabricaba aviones de combate. El más conocido de ellos, el modelo Zero, fue el elegido para, de forma traicionera, atacar la base norteamericana de Pearl Harbour y con ello iniciar la guerra con EEUU.

Cuando James fue capturado en Japón, fue destinado a las minas de donde se extraía la materia prima imprescindible para la fabricación de los aviones. ¿Como sería tener que trabajar para fabricar los aviones destinados a matar a tus propios camaradas?

En la mina los horarios eran interminables, casi sin alimento y sin atención médica alguna. Las humillaciones y castigos físicos a los prisioneros eran constantes. Estos no sólo eran americanos, también los había chinos, coreanos y, en definitiva, cualquier individuo procedente de algún país enemigo del imperio japonés. Un total de 12.000 prisioneros de los que al menos un diez por ciento no sobrevivió al cautiverio. El resto conservaría daños físicos o psicológicos durante el resto de sus días.

Y tuvieron que pasar 70 años antes de que la actual empresa Mitsubishi decidiera pedir disculpas a los soldados americanos. Tristemente, para entonces, sólo James y otro veterano más continuaban con vida después de tanto tiempo. Fue en una ceremonia pública donde se expusieron esas inútiles disculpas (sin compensación económica, claro está) y James las acepto de buen grado, asegurando que con ellas, se sentía más que satisfecho.

Podríamos pensar que tantos años después, esas disculpas llegaban tarde o incluso se mostraban vacías. ¿Tiene sentido que la nueva dirección pida perdón por los actos cometidos por sus antecesores? Mitsubishi no fue la única. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas empresas, hoy multinacionales multimillonarias, crearon su imperio sobre un lecho de cadáveres usando un oportunismo digno de insectos saprófagos.

Un caso similar fue el de una archiconocida marca que actualmente fabrica ropa exclusiva y gran variedad de perfumes anunciados por conocidas estrellas de Hollywood, Hugo Boss. Dicha firma estaba prácticamente en bancarrota hasta que se les concedió el diseño y fabricación de los uniformes de la SS, lo que le valió el sobrenombre de “el sastre de Hitler”. Si algo hay que reconocer a los nazis, es que lucían los más elegantes uniformes, eso sí, fabricados por mano de obra esclava en condiciones extremas. Al menos debemos agradecer que este sello no tuviera en cuenta el diseño de uniformes de invierno, lo que pagaron bien caro los alemanes en el frente oriental cuando tuvieron que enfrentarse sin tregua a las frías tierras rusas. La empresa, quizá por la presión social, pidió disculpas en 2011 por los actos pasados en tiempos de guerra.

Y no queda aquí la cosa. La maquinaria nazi fue favorecida por muchas otras marcas, que beneficiadas por el ascenso de esta, sobrevivieron a la guerra para convertirse en multinacionales con grandes beneficios. Entre estos gigantes encontramos marcas que ahora vinculamos a elegantes (y caros) automóviles alemanes, que haciendo uso de mano de obra gratuita (eufemismo de esclavitud), fueron partícipes del avance militar de Alemania.

Porsche se esforzó en conseguir mejorar los motores de los temibles tanques alemanes y BMW en fabricar los motores de sus aviones, los mismos que atacaban ciudades aliadas durante la guerra. Heinrich Hoffman fue el fotógrafo personal de Hitler, a él le debemos las numerosas fotografías que conocemos del Führer. Este fotógrafo hizo fortuna a la par que el régimen nazi ascendía. Quizá su apellido os suene, pues su compañía fotográfica perdura hoy en día. Y no es menos llamativo el papel de la gigante farmacéutica descubridora de los beneficios del ácido acetilsalicílico, Bayer, involucrada en los deleznables crímenes de guerra, estrechamente ligada a las cámaras de gas con la distribución de Zyklon B. Consiguió salir indemne de sus pecados para llegar a ser una de las mayores firmas farmacéuticas mundiales.

Muchas fueron las marcas que huyeron de sus pecados y no rindieron cuentas ante la justicia o la humanidad. Muy pocos, como James Murphy, pudieron recibir disculpas por los agravios recibidos. Millones de víctimas, jamás recibirán una disculpa.




Comentarios

  1. Muy interesante, siempre está bien recordar a los que se enriquecen con las guerras.

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