LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. Oh, Fortuna por Gabriel Lauret



 


Han pasado casi cuatro décadas desde que participé con la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia en un viaje que nos llevó a Munich. En esta ciudad ofrecimos algunos conciertos, a uno de los cuales asistió el gran violinista Ángel Jesús García, el mejor concertino de Alemania en aquella época, aunque también tuvimos tiempo para realizar actividades lúdicas. Estando en Baviera, la cerveza fue protagonista de dos de ellas: una visita a la Oktober Fest y una excursión por el campo que acabó en un monasterio en el que fabricaban cerveza negra. Este monasterio tenía una iglesia barroca en la que, para nuestra sorpresa, encontramos la lápida que marcaba la tumba de Carl Orff. De él les voy a hablar hoy, aunque Orff merecería más bien dos artículos: uno por su importancia como compositor y otro como revolucionario de la pedagogía musical. 


Orff es recordado por ser el creador de Carmina Burana (Canciones de Beuern), su primer gran éxito. Esta colección de cantos de los siglos XII y XIII, fue hallada en 1803 por Johann Christoph von Aretin en la abadía bávara de Benediktbeuern. Obra de los goliardos, clérigos o estudiantes que llevaban una vida errante y disoluta, exaltaban la alegría de disfrutar de los placeres terrenales, además de hacer una crítica satírica a los estamentos sociales y eclesiásticos. En 1934, Carl Orff seleccionó los veintitrés textos que conformarían su cantata. Para la instrumentación empleó una gran orquesta dotada con un grupo muy nutrido de percusión, con dos pianos, doble coro de adultos, otro infantil, además de las voces solistas. Creo que todos tenemos en nuestro oído la potencia sonora de Oh, Fortuna, que abre y cierra la obra, con su ritmo obstinado y la explosión orquestal con la que concluye. A pesar de que la estrenó en Frankfurt en 1937, con 42 años, Orff consideró esta obra como el inicio real de su carrera y ordenó a su editor destruir todos sus trabajos previos, una orden que, por fortuna, no fue atendida.


Entre estas obras, aparte de colecciones de canciones sobre poemas de Heine y Werfel, la más ambiciosa fue Zaratustra, basada en Nietsche, para barítono, tres coros y orquesta, e hizo adaptaciones, siguiendo criterios “modernos”, de obras de los siglos XVI y XVII como las óperas Orfeo y el Lamento de Ariadna, de Claudio Monteverdi. La vida de Orff estuvo ligada casi permanentemente a Baviera y a la ciudad de Munich, donde nació en 1895. Durante su juventud asistió al estreno mundial de La canción de la tierra de Gustav Mahler y también pudo ver a Richard Strauss dirigir su ópera Elektra. Fue llamado a filas en 1917 y resultó gravemente herido, estando a punto de morir por el derrumbe de una trinchera. Carmina Burana fue la primera de una trilogía de cantatas que tituló Trionfi (Triunfos), basadas en textos latinos, que completaría con Catulli Carmina, sobre once poemas de Catulo (1943), y Trionfo di Afrodite, donde hizo uso por primera vez del griego antiguo, con textos de Safo (1951). Es necesario mencionar que, tras la Segunda Guerra Mundial, Orff tuvo que pasar un proceso de desnazificación que le permitió volver a trabajar de cara al público y recibir derechos por la interpretación de sus obras. En gran parte de su producción posterior se basó en temas de la antigüedad como Antígona, Edipo o Prometeo. Teniendo en cuenta que su montaje es muy caro, que necesitan conjuntos instrumentales muy numerosos y poco convencionales, y que no son óperas en el sentido convencional del término, se representan pocas veces, principalmente en Alemania. De temporum fine comoedia (La comedia del fin de los tiempos), un compendio musical y filosófico de toda su producción anterior, fue su última obra, estrenada en 1973 por Herbert von Karajan en el Festival de Salzburgo. Como curiosidad, música expresamente compuesta por Orff sonó en la apertura de los dos juegos olímpicos celebrados en Alemania: en Berlín, en 1936, con las esvásticas presidiendo las competiciones, y en Munich, en 1972, marcados por el terrorismo contra la delegación israelita que no paralizó los juegos.


Como comentaba anteriormente, la importancia pedagógica de Orff, por su trascendencia, no es inferior a la de su obra compositiva. En 1924 fundó la Escuela Günther, en la que se enseñaba música, danza y movimiento. La originalidad de Orff consistió en orientar la educación musical hacia el componente rítmico, potenciando además las creaciones de los propios estudiantes. Pretendía que los niños fueran capaces de hacer música sin necesidad de dominar instrumentos complicados. Para ello seleccionó los que encontramos hoy en día en las aulas de música de colegios e institutos, basados en xilófonos, siendo el responsable, también, de la introducción de la flauta dulce para la educación musical. En 1930 publicó  Schulwerk, que podemos traducir como trabajo escolar, obra fundamental de la pedagogía musical. En toda esta labor tuvo como colaboradora imprescindible a Gunild Keetman, que fue alumna antes de ser profesora. Tras la guerra, Carl Orff realizó una serie de programas de música para niños, interpretada por niños en edad escolar, en la Radio de Baviera. El éxito fue enorme y provocó que el director del Mozarteum de Salzburgo propusiera a Keetman que impartiera allí clases para niños. El interés de profesores de todo el mundo derivó en la fundación del Orff Institut en 1961. 




Carl Orff (1950)


Carl Orff murió en 1982 a la edad de 86 años. Nunca fue excesivamente religioso pero quiso que se le enterrase en el monasterio benedictino de Andechs, donde se había casado con su cuarta y última esposa, y que en su lápida apareciera la inscripción Summus finis ('El fin más alto’), tomada de la conclusión de su última obra. Como pueden imaginar, yo desconocía todo esto cuando, por fortuna, encontramos su tumba durante una excursión.





Ilustraciones musicales:


Carl Orff. Carmina Burana

Sarah Aristidou, soprano

Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, tenor

Markus Werba, barítono

Coro de la radio WDR

Conjunto vocal de la NDR

Niños y niñas del coro de la catedral de Colonia

Orquesta Sinfónica de la WDR

Director: Cristian Măcelaru


Carl Orff. Música para los juegos olímpicos de 1936

Entrada y Danza de los niños

Orquesta infantil (instrumentos Orff)

Directora: Gunild Keetman



Comentarios

  1. Tan ameno, didáctico y bien documentado como todo lo que escribes

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  2. La verdad es que todos estos detalles aportan relieve a lo que percibimos al escuchar cualquiera de las obras que citas en tu post.

    César.

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  3. Gracias por tan ameno y completo relato

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