EL ARCO DE ODISEO, Las brujas de Bucha, por Marcos Muelas




Qué afortunados somos los que nunca hemos conocido la guerra de cerca. Y no es porque no haya guerras en la actualidad. Mientras lee estas líneas se desarrollan más de 50 conflictos armados a lo largo del mundo en los que están implicados más de 90 países de una forma u otra. No se le da la importancia adecuada, ya que no ha habido un volumen tan alto de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial.




Les pido que nos centremos en uno de los más importantes, la guerra de Ucrania. Nombre curioso para un conflicto que ellos no comenzaron. ¿Por qué no se llama “guerra de Rusia”? Es como si en 1939 hubiéramos llamado la “guerra de Polonia” a la invasión nazi. Quizá sería más adecuado referirnos a este conflicto como “la invasión de Ucrania”.

 Pasan los años y la guerra que está librando Ucrania para defender su territorio parece no tener fin. Los efectivos de ambos bandos se agotan y milagrosamente, David sigue resistiendo ante Goliat. El mundo contempla la guerra, un conflicto desigual e injusto, ofreciendo una ayuda que es escasa, en el mejor de los casos. Miramos para otro lado, total, no nos afecta y no nos conviene enfadar al gigante ruso. Y Ucrania resiste sola día a día, con el invasor asentado en su territorio.

Hablemos de la ciudad de Bucha. Con tristeza me atrevo a asegurar que este nombre no les dirá nada a la mayoría de ustedes. En 2022, al comienzo de la guerra, esta pequeña población fue tomada por el invasor y antes de que estos fueran expulsados, el ejército ruso masacró a más de 400 civiles. No hablamos de daños colaterales del conflicto. La mayor parte de estas víctimas aparecieron con las manos atadas, dejando patente que habían sido ejecutados. Ucrania denunció estos crímenes a las Naciones Unidas y todos nos echamos las manos a la cabeza. Un claro crimen de guerra, brutal e imperdonable. Algo que esperábamos no volver a ver en un mundo civilizado. Por supuesto se exigieron explicaciones a Rusia, pero el país del vodka y el caviar negó cualquier participación en esta barbarie. Las Naciones Unidas aceptaron las excusas rusas, aliviados, pues así no se veían obligados a tomar medidas. "En fin, Ucrania, sentimos mucho vuestros problemas, pero no tanto como para ayudaros". Ucrania no recibió ayuda, ni justicia, pero tampoco se rindió. En Bucha, los hombres marcharon a defender el frente y la mayoría nunca volvió.  La ciudad quedó sin varones pero no por ello sería una presa fácil para los rusos.

Cuando la guerra se asienta durante años en un país, esta acaba convirtiéndose en una “nueva normalidad”. En Bucha la gente tiene que trabajar, los niños deben de volver al colegio y la vida intenta abrirse paso cada día. No encontramos hombres en edad de combatir y la ciudad necesita ser defendida de los drones enemigos. Estas máquinas no tripuladas se infiltran sobre la ciudad cada noche buscando objetivos que atacar. Pero, Bucha no está desprotegida, pues un comando de valientes mujeres defienden el lugar. No son soldados, o al menos no los son profesionalmente. Doctoras, profesoras, amas de casa... al caer la noche se convierten en guerreras, defensoras del lugar. Cualquiera que pueda apuntar y disparar es bien recibida entre sus filas. Ellas son las brujas de Bucha y sus armas son ametralladoras recicladas de la primera y Segunda Guerra Mundial.

Cada noche, las brujas, vigilan los bosques circundantes en silencio tratando de localizar los mortales drones enemigos. Al detectarlos hacen todo lo posible por abatirlos y así evitar que lleguen a la ciudad. No son expertas tiradoras ni soldados experimentadas. La mayoría de ellas pasa los cincuenta y ni siquiera están en forma, pero mientras una de ellas siga viva habrá esperanza para Bucha.

La realidad nos muestra que no tienen más remedio que hacerlo, porque saben que no llegará ninguna ayuda de fuera. Esperemos que estas brujas modernas puedan aguantar hasta que el resto del mundo recobre la razón y decida hacer algo.


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