Clase de Lengua y Literatura. Hoy, toca el Arcipestre, por Santiago Delgado



Hoy, toca el Arcipreste: 


               ¡Ay, Dios! ¡cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!

             ¡Qué talle y qué donaire! ¡qué alto cuello de garza!

            ¡qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buena andanza!

           Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.


    Pocos versos más acertados que éstos castellanos del Arcipreste de Hita, Juan Ruiz, en el siglo XIV, para expresar el arrobamiento, el estupor erótico, pleno de conciencia amorosa y deseo carnal, por parte del varón ante la fémina soñada. Cuánta admiración y pasión hay en esos pronombres exclamativos y anafóricos: ¡qué…!”, referidos a partes corporales tan significativas como inespecíficas de la mujer: talle, cuello, cabellos, boquilla… Pero también a cualidades inmateriales: donaire, buenandanza… que son sobreañadidos que la hermosa se debe a sí misma, no a su herencia somática. La pasión del yo amante se manifiesta en esa imprecisa e inconmensurable admiración por el porte de la bella. Se alude a Dios, como testigo de la gran verdad de la belleza percibida, y se asemejan, en la única metáfora del serventesio, sus miradas con saetas de amor que al ser entero del varón vulneran. Oficio que correspondería a Cupido, pero que la belleza de la moza sabe arrebatar al hijo de Venus.

         Y cuando la garrida joven alza sus ojos, el rapsoda de su propia ventura acaso enferme de carencia grave del corazón, por no ser aquél venturoso a quien la bella desea y ama. Enferma queda el alma sin los favores de esa hermosura que, ahora, justo cuando el poeta crea y declama sus versos, atravesando viene la plaza…

Es todo, pueden recoger y salir. Buen recreo.



Comentarios

Publicar un comentario