PUNTO DE FUGA. La eterna juventud: los peligros de un deseo antinatural, por Charo Guarino
El tema de la búsqueda de la eterna juventud ha gozado de un destacado protagonismo en la literatura y en las artes desde antiguo. Autores como Simónides de Amorgos denostan el poder devastador de la vejez, mientras Cicerón en su tratado De senectute, "la única obra latina exclusivamente consagrada a los ancianos”, —como señala el historiador francés George Minois—, realiza una extraordinaria apología de la vejez. Por citar solo un par de hitos más recientes en la historia de la literatura, Goethe en su Fausto nos presenta al personaje que no duda en vender su alma al diablo, como hace también Oscar Wilde en El Retrato de Dorian Gray.
En el mundo real las clínicas de estética nos ofrecen opciones para retardar la llegada de la temible vejez, a la que rechazamos por las limitaciones que objetivamente conlleva, con la pérdida de facultades de todo tipo y el consiguiente deterioro estético añadido. Nos resistimos a envejecer, y no dudamos en recurrir a productos milagro que combatan los inevitables efectos de Cronos. El edadismo discrimina la madurez, especialmente en las mujeres, como pone brutalmente de manifiesto la película por cuyo papel protagonista compite hoy por el óscar a mejor actriz Demi Moore, en el papel de Elisabeth Sparkle, “The substance”. En ella se presenta con toda crudeza esta problemática, con un tratamiento que no por ficticio resulta menos terrible. Y es que más allá de la verosimilitud de la acción, el fondo de la cuestión nos resulta absolutamente familiar en esta reflexión sobre la autoaceptación y las presiones sociales que se imponen sobre la apariencia física.
Dirigida por la francesa Coralie Fargeat, es su segunda película —tras Revenge (2017), por la que recibió distintos premios en festivales de cine independientes— por la que ganó el premio a mejor guion en el Festival de Cannes 2024.
Esta semana comenzaba la V edición del curso de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC) en Murcia “El mundo clásico en las ciencias y las artes”, con la ponencia del profesor José Manuél López Nicolás, vicerrector de transferencia en la Universidad de Murcia hasta el pasado mes de noviembre.
En su intervención, titulada “Selene: la diosa de la felicidad, la química y la anticiencia”, el Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular —gran divulgador de la ciencia y defensor a ultranza de la complementariedad de los saberes y de la importancia de la interdisciplinariedad y de la divulgación, con el debido rigor, y la transferencia a la sociedad de los conocimientos e investigaciones académicos—, nos ofreció interesantes ejemplos sobre los numerosos bulos que circulan en torno a las supuestas propiedades cuasi milagrosas de determinados fármacos o productos varios que sustituyen principios que se encuentran de forma natural en los alimentos.
En el top de los propósitos que los consumidores tratan de alcanzar con el consumo de sustancias, comercializadas bajo lemas muchas veces falsos o cuanto menos sesgados, se encuentra la prolongación de la apariencia juvenil y la potencialidad de un cuerpo joven. A propósito de los antioxidantes celulares mencionó el selenio, lo que le dio pie para referirse al mito de Selene, la luna, hija, como Helio, el sol, o Eos, la Aurora, del titán Hiperíon y la titánide Tea, en la etapa preolímpica de la Cosmogonía.
Como recordó López Nicolás, Selene se enamoró del pastor Endimión, a quien la versión racionalista del mito hace el primer observador de la luna (así lo afirman entre otros Plinio el Viejo en su Historia Natural). Para conseguir satisfacer su atracción erótica algunas fuentes indican que debió aceptar que la unión se produjera mientras él dormía, pese a lo cual fue de lo más productiva, como prueba el hecho de que fueran engendradas 50 hijas innominadas (las menas, que son las lunaciones que transcurren en cada Olimpíada). Así consiguió de Zeus que le otorgase la eterna juventud, mostrándose más previsora que su hermana Eos, la cual, enamorada de Titono, olvidó solicitar para su amado que no envejeciese cuando suplicó que fuese inmortal. Como consecuencia, Titono acabó convertido en cigarra después de que su anatomía humana fuese consumida por el inexorable paso del tiempo.
En honor al enamorado de la luna, el poeta británico John Keats escribió Endymion y uno de los cráteres lunares llevan su nombre. Podía haberse llamado también ‘Endimión’, pero aunque evoca el mito que hemos sintetizado, es selenio el nombre que se dio a uno de los nutrientes que el cuerpo necesita para mantenerse sano, importante para la reproducción, la función de la glándula tiroidea, la producción de ADN y como protector contra infecciones y el daño causado por los radicales libres, que ayuda a producir proteínas especiales, las enzimas antioxidantes que participan en la prevención del envejecimiento y del daño celular.
Los alimentos vegetales, como las verduras, son las fuentes alimenticias más comunes de selenio y sus niveles dependen de la cantidad de selenio que contiene el suelo en que son cultivados, al igual que en productos de origen animal dependen de la cantidad de selenio en los alimentos que han consumido los animales y que pasan a nosotros a través de la cadena alimenticia.
También poseen selenio los mariscos, la carne roja, los huevos, productos lácteos, pan, cereales, o algunos frutos secos como las nueces de Brasil o los anacardos.
Pero la exposición crónica a altas concentraciones de compuestos de selenio puede producir una enfermedad llamada selenosis, cuyos síntomas principales son pérdida del cabello, uñas quebradizas y anormalidades neurológicas, como el adormecimiento de las extremidades.
De igual modo, en la película a la que antes nos referíamos, nos encontramos contraindicaciones en “la sustancia” (más que del producto en sí, de la pérdida de control y del abuso, pues el guión explora los límites éticos del anhelo universal de mantenerse perpetuamente joven). Entre el legítimo derecho a sentirnos bien con nuestra imagen y los peligros que conlleva pretender mantener una apariencia que no corresponde con la edad, conviene, como en todo, establecer un equilibrio para no caer en adicciones o abusos peligrosos. No por advertido estamos libres de caer en la tentación de tratar de burlarlo, aunque sepamos que si este falla las consecuencias son previsiblemente desastrosas y nefastas.
Precioso como siempre. Gracias por hacernos reflexionar
ResponderEliminarBuen maridaje de arte y ciencia. "No te acostarás sin saber una cosa más". Enhorabuena.
ResponderEliminar