MEMORIAS DE UNA MOSCA. Del “Estás Conmigo” al sálvese quién oueda” , por Pedro H. Martínez
Volar, volar, lo que se dice volar… yo vuelo. Y sí me elevo por encima de las cabezas y puedo llegar bien alto. Y Si, he subido hasta el techo de la Capilla Sixtina, he subido la pirámide de Keobs y la de Kefrán, he pasado frio subiendo por el Himalaya. Y… cuando he bajado, era el mismo, una mosca. Ni siquiera era una mosca mejor, ni siquiera era una mosca más sabía, ni más aventurera. Nadie le puso mi nombre a una plaza, ni abrieron avenidas gloriosas con mis alas, ni me hicieron una gorra homenaje, ni un dulce para la ocasión. Nadie espero para aplaudirme, salvo para intentar aplastarme.
Las moscas somos sencillos seres, pululamos, sin historia, sin memoria y sin dignidad. Eso opinan muchos. Sin embargo, he visto como hombres menudos, o zanquilargos, e incluso de medida media, alzan la voz y muchos fanáticos les siguen. No han alcanzado ninguna plenitud, y a pesar de todo, su palabras suenan como dogmas de fe, por encima de todos. A esas voces, y son muchas, créanme, nadie se opone, salvo sus oponentes, otros de la misma calaña y vehemente indumentaria. “Y tú más”, “si no estás conmigo, estás contra mí”.
Y así no hay quién se aclare, no hay término medio, no hay entendimiento, no hay negociación, como si les gustara vivir en la crispación. Y claro, se niega lo evidente. Lo palpable, lo mesurable se obvia, se retuerce para aparentar una verdad diferente, y es el colmo de la idiotez, y muchos aplauden como en una corrida de Joselito, mientras otros tiran estatuas y levantan barricadas defendiendo la paz, y viceversa. Fíjense. Se postulan continuamente, sin miramientos, sin pensar, sin meditar. Y ello llega a todos los sitios. No hay respuesta diplomática que pueda acercar posturas, todo es oposición y contraposición.
La polémica vende. Por ello, hasta la prensa ha tomado partido. Los hay que defienden una cosa y los hay que defienden lo contrario. Y ustedes, ¿dónde los sitúan? Se lo diré yo, una simple mosca: en la mediocridad. Estos que nos dictan sentencias en cada frase que hacen, no creen que ustedes sean capaces de pensar, no creen en ustedes, los utilizan como masa de animación, y miedo me da. Recuerden aquellos versos de Machado, “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten, y una piensa”. Y vino una guerra civil, y una guerra mundial…
He puesto los tres puntos para que se paren a pensar. Vuelvan a leer las palabras de Machado y deténganse en los puntos. Y piensen.
¿Ya? Pues, empiecen por no negar lo evidente, lo que está mal está mal. Lo que está bien, así lo está. Da vergüenza lo que esta bipolaridad está llevando a esta sociedad, mundial, no crean que solo es su país, que llega hasta alel periodismo deportivo. Vimos una goleada de un equipo a otro, una manita, como dirían algunos, y los contrarios, parece que vieron otro partido. Y se olvidan de lo más evidente en el mundo del futbol, como en la vida, lo dijo Jorge Valdano: “el éxito en el futbol dura siete días”. Y claro, los que ganan se empeñan en machacar al vecino, y los que pierden se olvidan de mejorar y pensar en por qué han perdido… Y así podríamos tirarnos la vida entera. “Y tú más”.
Para ello, les recomiendo un ejercicio básico. Fortalezcan su pensamiento a través de la lectura. Lean, aprendan, enriquezcan su memoria, investiguen, diviértanse siendo curiosos de la historia, analicen el presente, no con fecha de caducidad sino con perspectiva… Las cosas les irán diferente. Pero cuidado, no por leer se es mejor persona, no se crean por encima de los demás, no se conviertan en otros idiotas, al contrario, animen a que otros lean y aprendan, que tengan opinión propia, así podrán compartir con otros sus experiencias y conocimientos. Hay dos clases de idiotas, y ambos convergen en una perturbación en el cerebro: se oyen solo a ellos. Y… no crean que por no leer, aislarse del mundo, o escuchar lo que dicen otros se harán más inteligentes, o no crean que con ser buena persona basta. ¿No hay nada de bueno en el otro, en su semejante? ¿No hay nada que pueda copiar para su estilo de vida? ¿Todo es perfecto en su mundo? Plantéese cambiar su forma de pensar a partir de ponerse en los zapatos del otro.
Nosotras las moscas no tenemos colores, igual comemos el algodón de azúcar en una sede o campo de futbol, que libamos los huesos de las alitas de pollo de un establecimiento de hamburguesas.
Pero ustedes, cuídense de los idiotas, que Dios reparta suertes, y “Sálvese quien pueda”.

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