LOS SONIDOS Y EL TIEMPO: 1812, por Gabriel Lauret
Para el ser humano cualquier argumento es válido para comenzar una discusión: da igual que sea un problemilla con un vecino, por diferencias entre ideas políticas correctas (las mías) o equivocadas (las de los demás) o por si el árbitro favorece intencionadamente al equipo rival. Estas cosas, cuando suben de tono y afectan a los relaciones entre países, pueden acabar en guerras. También la música sirve para narrar estas confrontaciones. La “batalla” es el nombre que recibe el género bélico dentro de la música, dedicado a festejar las victorias propias, porque, salvo para Les Luthiers, no es costumbre cantar tus derrotas. Estas obras oportunistas servían para subir la moral de la población, porque la guerra que no se libraba solo en el campo de batalla, sino también en el de la propaganda.
Posiblemente, el mayor inspirador de “batallas” haya sido un francés bajito, nacido en Córcega y de apellido italiano que con la Grande Armée, un ejército multinacional, recorrió Europa a comienzos del siglo XIX. Efectivamente, Napoleón Bonaparte, no era difícil acertarlo, fue un filón musical para ambos bandos. Del lado francés llegaron composiciones de Devienne, Viguerie o Jadin y por el combinado del resto del mundo podemos mencionar a Riotte y Ruppe, aunque la obra más conocida de la época fue compuesta por Beethoven y describe la victoria de Wellington en la batalla de Vitoria. Como en un artículo previo ya les hablé de ella, no me extenderé más.
Nikolai Kuznetsov (1893). Retrato del compositor Piotr Ilich Chaikovski.
Sin embargo, la composición más popular de las que cuentan las andanzas del corso es varias décadas posterior, aunque haya que remontarse hasta 1812 para narrar su historia.
En junio de ese año Napoleón invadió Rusia. La estrategia de defensa fue, además de rezarle Dios, procurar que las tropas francesas no encontraran recursos ni refugio para sobrevivir, eludiendo en lo posible la confrontación directa. Tras una victoria francesa en Borodinó en la que el ejército zarista logró retirarse ordenadamente, Napoleón entró en una Moscú incendiada, pero sólo un mes después tuvo que retirarse, con la llegada del invierno y con sus tropas agotadas. Su ejército padeció frío, hambre y enfermedades, y fue aplastado por los rusos en el cruce del río Berézina. El 14 de diciembre los restos del ejército que había aterrorizado a Europa fueron expulsados de Rusia. El día de Navidad, el zar Alejandro I de Rusia decretó que se construyera un gran templo en Moscú para honrar a quienes lucharon y murieron por la liberación y expresar su gratitud a la intercesión divina. Como suele ser habitual en las obras, da igual que sea la construcción una catedral o la reforma de su vivienda, se produjeron retrasos, cambios de diseño y de emplazamiento, de forma que varios zares murieron sin verla terminada. En su diseño definitivo, la Catedral de Cristo Salvador sería un enorme edificio de estilo neobizantino de 90 metros de lado y 105 metros de altura hasta la cúspide de la cúpula.
Hacia 1880 parecía que las obras iban bien encaminadas y terminarían para el año siguiente, en el que además Alejandro II celebraría el vigesimoquinto aniversario de su coronación como zar. Nikolái Rubinstein, fundador del conservatorio de Moscú vio aquí una buena oportunidad y le sugirió a su buen amigo Piotr Ilich Chaikovski que compusiera una obra conmemorativa. Éste, para entonces, era un compositor de renombre, que ya había escrito sus primeras cuatro sinfonías, el Concierto para piano nº 1, la ópera Eugenio Oneguin o el ballet El lago de los cisnes. En solo seis semanas terminó la Obertura 1812, obra que describe toda la historia que acabo de resumirles.
Utilizó temas que musicalizaran el relato: una melodía de la liturgia ortodoxa que representa la oración del pueblo ruso, La marsellesa como leit-motiv para las apariciones del ejército napoleónico y en los momentos de calma se escuchan canciones populares rusas. Para el final, apoteósico, utilizó el tema religioso, ejecutado ahora por una fanfarria que se suma al conjunto ya habitualmente numeroso, así como el himno Dios salve al zar, adornado todo con cañonazos y repique de campanas La inclusión del himno fue un acertadísimo, por lo efectista, anacronismo, ya que la música no fue compuesta por Alexei Lvov hasta 1833.
Chaikovski quería interpretar la obra en una plaza frente a la catedral. Un grupo de metales acompañaría a la orquesta, sonarían las campanas de la catedral y de iglesias cercanas y habría disparos reales de artillería, pero este proyecto se canceló por el asesinato de Alejandro II en San Petersburgo. El estreno en 1882 fue muy distinto al esperado, en una carpa cercana a la catedral inacabada, con una orquestación convencional, sin campanas ni cañones. Cristo Salvador no fue consagrada hasta 1883, en el día de la coronación del zar Alejandro III, en funciones desde el asesinato de su padre.
La catedral permaneció en pie mucho menos del tiempo que duró su construcción. Tras la revolución, el gobierno bolchevique eligió el emplazamiento, no había mejor sitio en Moscú, para erigir el Palacio de los Sóviets. Fue destruida por orden de Stalin en 1931 aunque el edificio planeado nunca se construyó. Sin embargo, poco antes de la caída de la Unión Soviética, surgió un movimiento para reconstruir el templo tal como era originalmente. Los métodos de construcción actuales permitieron concluirla en pocos años, siendo nuevamente consagrada en el año 2000.
Además del tema napoleónico y del amplio despliegue decibélico que requieren, las obras de Beethoven y Chaikovski tienen una característica común: eran detestadas por sus autores. Irónicamente, la Obertura 1812 es una de las obras más interpretadas y más entusiásticamente recibidas por el público de todo el repertorio de Chaikovski. No inauguró esta catedral, pero sí uno de los mayores templos de la música universal, el Carnegie Hall de Nueva York, durante la visita que el compositor ruso realizó a esta ciudad en 1891.
Ilustración musical:
P.I. Chaikovski. Obertura 1812. . Orquesta Filarmónica de Leningrado. Orquesta militar de Leningrado. Director: Yuri Termirkanov.



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