PUNTO DE FUGA. Balances, por Charo Guarino







Si cada fin de curso tiene algo que lo hace singular, sin duda este se lleva la palma, pues coincide con el que ha conducido a mi hija a culminar sus estudios en Medicina, de los que se gradúa mañana, para mi alegría y la suya. Dada como soy a la nostalgia, volver a sus fotos de niña las últimas semanas y recordar los hitos que han ido jalonando su camino, desde el jardín de infancia hasta este momento, me han hecho remover no pocas emociones y echar en falta de un modo especial a mi madre, que tanto me apoyó en su crianza, pues coincidieron prácticamente mi titularidad en la Universidad, su nacimiento, y poco después mi divorcio.


Irene seguirá preparando el MIR, del que se examinará si nada lo impide a finales del próximo mes de enero, para seguir con la especialidad que en ese momento habrá de escoger, y que confío le reporte muchas satisfacciones, y ella represente para sus futuros pacientes una profesional competente y cercana, y su vocación no se vea nunca eclipsada, contribuyendo siempre a mejorar la calidad de vida y a paliar la enfermedad de sus semejantes. 


Por lo demás, los tiempos no son halagüeños en lo que respecta a la política nacional ni internacional, con casos flagrantes de corrupción en el gobierno y guerras recrudecidas en distintos lugares del planeta, de las que nos importan especialmente las que parecen afectarnos más: la de Ucrania y Rusia por un lado y la de judíos y musulmanes en Palestina por otra. 


De entre los muchos documentales que tratan el tema del conflicto en Oriente Medio quiero destacar los dos estrenados en España respectivamente en diciembre de 2002 y de 2014: 'Promises' y 'Nacido en Gaza'. El primero de ellos trata del viaje de B.Z. Goldberg a través de las comunidades palestinas, los asentamientos en la Orilla Occidental y los barrios de Jerusalén, donde pone en contacto a niños palestinos e israelíes de edades comprendidas entre los nueve y los trece años. Rodado en los años 1997, 1998 y 2000 durante un tiempo de relativa calma, después de la firma de los acuerdos de Oslo y antes de la última intifada, fue codirigido por el norteamericano Goldberg, ya mencionado, la sudafricana Justine Shapiro, y el mexicano Carlos Bolado. La segunda cinta, que estuvo nominada al Goya al mejor documental, fue rodada durante la ofensiva israelí que asoló la franja de Gaza en julio y agosto de 2014. Su director, el argentino Hernán Zin (que en el documental 'Morir para contar', rodado en 2017, reúne los relatos de los reporteros de guerra, entre los que se incluye, en lugares como Afganistán, y analiza la importancia de la prensa y el inmenso riesgo que asumen) nos muestra cómo la violencia transforma la vida de diez niños, que nos cuentan cómo es su día a día bajo las bombas y cómo luchan por superar el trauma y tratar de recuperar sus vidas tres meses después de finalizar la ofensiva israelí conocida como 'margen protector' que dejó 507 niños muertos y más de 3.000 heridos.


El número de niños y adultos heridos y muertos en las guerras mencionadas, que continúan cobrándose vidas, y que en el caso del conflicto en Oriente Medio se ha extendido a Irán con el ataque de Israel sobre Teherán el viernes y la respuesta iraní ha alcanzado cifras escandalosas. Anoche mismo la televisión oficial iraní denunciaba la muerte de unas 60 personas, incluidos 20 niños y en la manifestación convocada por la plataforma 'Parar la Guerra' Josep Borrell alertaba sobre el riesgo de que el conflicto alcance dimensiones planetarias, con las consecuencias fácilmente imaginables que tendría el que así sucediera.


Cualquier ser humano puede sentir horror y compasión por las consecuencias de las guerras, particularmente en los más débiles, como es el caso de los menores. Como madre, pienso en las fechas concretas de cada uno de los documentales citados, y veo a mi hija con apenas año y medio en el primero (estaba a punto de cumplir los seis meses en la fecha del ataque de las torres gemelas en Nueva York) y con trece años recién cumplidos en el segundo, a punto de terminar sus estudios de Educación Secundaria Obligatoria. Me alivia que su infancia se haya desarrollado lejos de conflictos bélicos tanto como me espeluzna pensar en la cantidad de bebés y niños cuyas vidas se han visto marcadas por la muerte desde su mismo nacimiento. Por eso uno mi voz a quienes ayer, en manifestaciones simultáneas en más de un centenar de ciudades y localidades españolas reclamaron el alto el fuego definitivo de la guerra en Gaza. Por una vez Trump y Putin coinciden con el clamor popular, pues la prensa y los noticieros se han hecho eco de la conversación telefónica que mantuvieron en el día de ayer en la que se mostraban de acuerdo en la necesidad de detener la nueva guerra entre Israel e Irán, aunque sus motivos, desgraciadamente, no sean los mismos.




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