LOS SONIDOS Y EL TIEMPO, Hiroshima, por Gabriel Lauret






Dentro de unas semanas, los días 6 y 9 de agosto, recordaremos que ya han pasado 80 años desde que tuvieron lugar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento se trató de ver el lado positivo de ese horror: matar o herir a cientos de miles de personas era preferible a una lucha isla a isla, ciudad a ciudad y calle a calle, en la que hubieran fallecido millones y en el que Japón hubiera quedado absolutamente arrasado para los supervivientes.


Uno de los intentos de reflejar el daño ocasionado a la población lo encontramos en una de las últimas películas de Akira Kurosawa, Rapsodia en agosto (1991). En esta película se habla de las víctimas que sobrevivieron, los llamados hibakusha, que además de sufrir enfermedades provocadas por la radiación como el cáncer o malformaciones físicas, padecieron la discriminación de la sociedad japonesa, por la creencia extendida en ella de que las secuelas eran hereditarias o incluso contagiosas.


En mi primera participación con la Joven Orquesta Nacional de España, el programa incluía una obra del compositor Krzysztof Penderecki, autor vivo por aquel entonces, titulada Treno a las víctimas de Hiroshima. Un treno es un canto fúnebre o lamentación por alguna desgracia, y pocas desgracias ha habido en la historia como esa primera explosión nuclear. Deben tener ustedes en cuenta que el acceso a la música contemporánea no solo es difícil para gran parte del público, sino que también lo es para músicos jóvenes e inexpertos como éramos nosotros. Interpretar esa obra nos resultaba completamente nuevo, comenzando por la partitura, formada más por trazos y dibujos que por pentagramas y notas musicales. En numerosas ocasiones teníamos que tocar de manera muy inusual, colocando el arco en el lado contrario del puente o golpeando con los dedos sobre la tapa del instrumento, además de tener que hacerlo de forma aleatoria en algunas partes. El momento culminante de la obra llegaba en su conclusión, cuando cada instrumentista tocaba una nota diferente, desde la más grave a la más aguda, formando un clúster de 52 sonidos distintos, una especie de pared sonora que atacaba con la máxima potencia y se desvanecía progresivamente a lo largo de 30 segundos. El proceso de montaje nos resultó muy entretenido, sin parar de reírnos mientras hacíamos estas cosas que nos resultaban tan extrañas. Pero la diversión acabó de manera abrupta el día del ensayo general cuando, por primera vez, la orquesta interpretó la obra de principio a fin y pudimos comprender la magnitud de la tragedia que pretendía expresar el compositor. Imaginamos el inicio de la guerra con unos sonidos agudos y punzantes, y su avance inexorable. Escuchamos el ruido de los motores, el aullido de sirenas y, tras un breve y atronador silencio, el estallido y la sensación de que, tras él, solo queda la nada.


Tras esta descripción tan elocuente, ha llegado el momento de decirles que nada de esto era cierto, o quizás sí; se trataba de una alucinación, de un ejercicio de música-ficción sugestionado por un título, cuyo origen desconocíamos. Porque Penderecki originalmente escribió en 1960 una obra a la que llamó 8´37´´, que era la duración que había previsto para ella. En esto, y en nada más, seguía la línea de 4´33´´de John Cage. Utilizó una plantilla de 52 instrumentos de cuerda que es, aproximadamente, la sección de cuerda de una orquesta sinfónica. En principio era una obra abstracta, sin connotaciones extramusicales, con la que pretendía desarrollar un nuevo lenguaje musical. Más adelante, cuando el editor le pidió que modificara el título, y tras escuchar algunas interpretaciones y percibir su enorme carga emocional fue cuando, buscando posibles asociaciones, decidió dedicarla a las víctimas del primer bombardeo. La obra recibió en 1961 un premio de la Tribuna Internacional de Compositores de la UNESCO en París.




Hongo atómico sobre Nagasaki, 9 de agosto de 1945, fotografía de Charles Levy. 

Administración Nacional de Archivos y Documentos (EE.UU.)



Penderecki había nacido en Polonia en 1933, un país que sufrió los rigores de la ocupación alemana para, a continuación, padecer la opresión de la Unión Soviética. Tras la muerte de Stalin en 1953, sin embargo, el país experimentó una apertura a occidente, mucho mayor que el resto de países del bloque del este. Los compositores polacos tomaron como referencia la música más avanzada y Penderecki estaba a la vanguardia de esta corriente de experimentación. Comenzó a obtener notoriedad en 1959 con el estreno de tres de sus obras en el Festival de Otoño de Varsovia. Su estilo era especialmente adecuado para la música de cine y para el teatro. Resulta llamativo que algunas obras de este periodo fuesen posteriormente utilizadas en películas como El resplandor de Kubrick, El exorcista de Friedkin o Shutter Island de Scorsese. Paulatinamente, comenzó a suavizar su estilo, algo que se haría más evidente a partir de mitad de los años 70, hasta una etapa final mucho más conservadora. Como explicó en su madurez, ya no era necesario el carácter de protesta de sus años de juventud. Dentro de este mismo espíritu podríamos incluir sus obras religiosas, siendo la más conocida la Pasión según San Lucas, porque la religión, además de una cuestión de fe, también era una forma de rebeldía contra el régimen comunista.


Krzysztof Penderecki llegaría a ser uno de los compositores más conocidos y reconocidos a nivel internacional, poseedor de premios y condecoraciones por todo el planeta, entre ellos, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2001.


Penderecki dejó de componer obras reivindicativas porque pensaba que en nuestro mundo ya no era necesario. Falleció con ese convencimiento hace muy pocos años, en 2020, aunque la realidad nos haga pensar que sigue siendo necesario reflexionar día a día sobre la paz y las víctimas que provocan las guerras.







Ilustración musical:

Krzysztof Penderecki. Treno a las víctimas de Hiroshima (con partitura). Orquesta Sinfónica Nacional de la Radio de Polonia. Director: Krzysztof Penderecki



Comentarios

  1. Lo de Hiroshima y Nagasaki debería haber sentado también a Truman en el Juicio de Nuremberg.
    He disfrutado tu post!

    César.

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  2. Curioso lo que hace la sugestión: o sea que Penderecki puso el título a posteriori, y no era su intención inicial dedicar este Treno a la sinrazón de la guerra. En fin, querido Gabriel, yo estaba también en este encuentro de la Jonde y puedo aseverar que, efectivamente, fue como describes!
    Esperamos impacientes nuevas entregas de tu blog el curso que viene. Un abrazo y feliz verano!
    Francesc

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