RELATOS DE UNA MOSCA, De Lamparones, Hooliganismo y Amor Vacacional, por Pedro H. Martínez
Yo soy de lamparones, como mosca, lo confieso. Los mejores, de salsas olorosas, de esas que no saltan, me tiro de cabeza, como si estuviera en una piscina, me empapo hasta las alas. Y me siento como la prensa de investigación, cuanto más grande sea el lamparón mejor. Y es verdad que los hay grandes, como a mí me gustan. Yo los prefiero así, siempre grandes, puedes enfangarte hasta las trancas, como en el enamoramiento. Y es que investigar es otra forma de amar. ¿Quién sabe las palabras que realmente duelen?, ¿quién conoce qué debe decirte para que te irrites, enfades, enojes u ofendas? Tu pareja. Porque te conoce bien. Tantos años juntos que sabe más de ti que tú mismo. Así, la prensa de investigación se retroalimenta de cada descubrimiento, de cada filtración, de cada noticia o posible noticia, a falta de contrastarla y… ya tendremos un titular.
Lo peor del lamparón de investigación es que no hay reconciliación marital, ni como decía Sabina “ring de boxeo” donde mitigar y alcanzar acuerdos. Cuando un lamparón sale a la luz, no hay Papa que lo santifique, ni siquiera beatifique, ni palabras que lo aclaren. Eso si, huyamos de los hooliganismos.
No se han dado cuenta ustedes que gran parte de su prensa, como reflejo de la sociedad, está sometida a la guerra constante: “si no estás conmigo, estás contra mí”. Así, la prensa política, económica y deportiva toman almenas y torreones para lanzar flechas o aceites hirviendo a los de otro color, otro pensamiento, otra opinión, otro partido, u otro equipo. No hay equidad, y si la hay, ya se ocupan de que aparente otra cosa. ¿Qué sociedad están dejando? He leído cosas que son objetivas y terminan por convertirlas en subjetivas, de parte, como si fuera un juicio, dándole tono y color. Se nota que estaban atentos a la primera clase de Derecho, donde se dice que “nada es verdad ni nada es mentira, depende del color del cristal a través del que se mira”, olvidándose de la ética. Esa clase no conviene, para nada, es preferible la estética a la ética. “Nene, tú niégalo siempre”. Una mosca dejó de ser nuestra comunidad porque la pillaron lamiendo miel guardada a buen recaudo, y lo negó aludiendo que no la chupaba, sino que la dejaba, pues, en un lapsus de memoria, indicó creía que era una abeja y no una mosca.
Lo expulsamos de nuestra comunidad con esa misma defensa: por abeja.
Así debería ser, utilicen las defensas del lamparón para purgarlo. Ya saben… que hay lamparones en sus camisas, pues detergente y lejía, y si no salta, quítense la camisa y tírenla, que el “recerco” se queda, afea y termina pudriéndolo todo. Que yo sé que a ustedes no les gustan los lamparones propios, lo sé. Dejen de defenderlos, de culpar al de enfrente de “y tú más”.
No voy a nombrar los lamparones, soy solo una mosca, y por favor no nos quiten talentos. Se nos acusa de no ser tan listas como las abejas, es posible, pero hagan el siguiente experimento: metan en una botella de cristal transparente una abeja y una mosca, apaguen la luz y enciendan una linterna en el culo de la botella. La abeja, que es muy inteligente, sabe que donde está la luz está la salida, así que chocará una y otra vez contra el cristal, y fallecerá. La mosca no sabe nada y dará vueltas y vueltas, persistirá una y otra vez, y, en una de esas vueltas, se meterá en el cuello de la botella y saldrá. Y cuando comprueben esto, díganme qué prefieren, ¿personas inteligentes que mueren por una idea sin buscar otra salida, o personas que persisten, insisten, son tenaces y resisten, investigan y encuentran salida? Hay un eslogan escrito en la pista Phillipe Chatrier, principal de Roland Garros, que dice “La victoria pertenece a los más tenaces", traducida del "Victory belongs to the most tenacious". Creo que los franceses se posicionan por las moscas, a pesar de su amor a las colmenas y su miel.
Y no quiero despedirme hasta septiembre con esta reflexión al lamparón social, que no les define como sociedad, y no permitan que lo haga nunca. Quiero hacerlo hablando del amor. Si, las moscas también sabemos de ello, ¿acaso no han comprobado lo cariñosas que somos? Pues entre nosotras… nos ponemos ojitos y ocelos, nos tocamos con las alas, acariciamos con las patitas, y volamos juntas en dirección al atardecer. Y sí, también… ya me entienden. Y nos gusta mucho, la verdad, como nuestra memoria es corta, no recordamos si lo hicimos o pensamos, y volvemos a la carga -del amor-. Así, este verano bailen y canten lo que John Paul Young cantaba en “Love is in the air”. Música y sube el volumen.
Como final, añadiré que a algunos es posible que queden “salvados por vacaciones”, pero esto es otro charco al que no quiero entrar, yo… yo soy solo una mosca.
Simplemente genial y razonado
ResponderEliminarSi... muchas y muchos dirán "salvados por vacaciones"... mientras tanto, cuando vea o sienta un insecto volador, se donde tendré el recuerdo.
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