CLASE DE LENGUA Y LITERATURA. Lo romántico y los romanticismos, por Santiago Delgado
Lo romántico es la levadura, el fermento, el enzima. Los romanticismos son los bizcochos hechos, alzados y servidos en la mesa. Con perdón de la culinaria comparanza. Lo romántico es innovación o revolución. Los romanticismos son el adocenamiento de esa revolución. Lo romántico hecho costumbre es el romanticismo. De manera que los romanticismos traicionan a lo romántico.
Cuando en la Historia de Europa surge el romanticismo, ya hace tiempo que ha comenzado lo romántico en europa. El Sturm und Drang teutón brilló en la segunda mitad del XVIII, mientras en España apenas nos iniciábamos en el Neoclasicismo. Pero, el afán de cosa nueva, más bien, ansia, se reordenó en serie de recetas indicadoras del sentir, pensar y obrar del buen romántico comme il faut. Para ese entonces, lo romántico, extinto era en las líneas de Werther de Goethe.
Luego, se confundió el mensaje, y cierto tipo de gente mezcló lo romántico con lo extravagante y lo provocativo. Y otras cosas de mérito cero. Y así está el arte ahora. En Literatura cabe poco eso, porque las palabras significan. Y no cabe inventar un texto todo de palabras inventadas. Las palabras inventadas no deben confundirse con los neologismos, que tienen una misión muy específica y valiosa.
Lo romántico rompe protocolos, no reglas. Y lo hace necesariamente. No como capricho. En España tenemos a Don José Cadalso, de extraño apellido. Era un hombre de ideas avanzadas, pero no supo, ni contempló salirse de la métrica tradicional correcta, perfecta y abyecta. Y sólo llegó a prerromántico. Murió en una guerra, recién ascendido a coronel. Un paso más, y hubiera llegado a general, que lo hubiera excusado de ir a la trinchera. Viajó, además, por toda Europa. Y en Francia, por ejemplo, fue compañero de pupitre de Voltaire; ahí es nada. Pero murió con las botas puestas de neoclásico que escuchó campanadas de lo romántico, y no supo de dónde venían. Pobre.
Espronceda fue un romántico, dicen libros. El Duque de Rivas, también. Pero no gustaron sino del bizcocho de romanticismo ya hecho y servido. El Romanticisimo, si devenido listado de inventario con soluciones tabuladas a cada caso, es ya otra cosa. Es el Romanticisimo aburguesado. Un arte menor. Bécquer, que fue posterior a estos dos, sí fue romántico verdadero. Muy tardío, pero verdadero. Bebió en Heine, el bardo alemán, que supo no caer en la tentación de preparar la oposición a romántico de libro.
Y esto es todo, por el curso. Recojan, y no se dejen nada en el pupitre. Buen verano a todos. Y hasta otro curso, si Dios quiere.
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