AMIMANERA. Moderna esclavitud, por Juan Ángel Sánchez
Hace unas semanas vinieron a ofrecerme el negocio del siglo. El problema es que, en esa operación comercial, el único que salía ganando era quien la proponía. Se presentó una señorita que dijo ser comercial de Amazon. La propuesta era la siguiente: mi empresa debía repartir 30 paquetes al día en un radio de doscientos metros. A cambio, recibiría unos 700 euros al mes.
Escribo en condicional por una razón muy clara: los mandé educadamente a paseo. No me corté y le expliqué a esta moza mi punto de vista. Resulta que un trabajador cuesta a las pequeñas empresas y a los autónomos unos 15 euros la hora. Si calculamos que repartir 30 paquetes diarios puede llevar, en el mejor de los casos, tres horas, estamos hablando de un coste mensual mínimo de unos 1.100 euros. Es evidente quién hace el negocio.
Entonces le pregunté:
—¿Sabes decirme cuánto paga tu empresa en impuesto de sociedades?
Y me respondí yo mismo: “Pues Amazon opera en España, pero paga sus impuestos entre Irlanda y Luxemburgo”. Para que te hagas una idea, la tasa base del impuesto de sociedades en Irlanda es del 12,5 %. Para grandes empresas que facturan más de 750 millones de euros, el tipo sube al 15 %. En España, este impuesto es del 25 %.
En ese momento, la comercial comenzó a impacientarse. Estas cosas las sabes cuando llevas treinta años de cara al público; algunos gestos y posturas lo delatan todo. Y terminé mi alegato:
—Mira, de veras que no quiero incomodarte, porque eres una empleada que está haciendo perfectamente su trabajo. Pero si tu compañía quiere recibir algún tipo de feedback, que quede claro que algunos pensamos que, si logran que comerciantes a los que vuestra empresa ha arruinado acepten repartiros los paquetes por ese precio… es que han conseguido lo que yo llamo esclavitud moderna y consentida. Es la tormenta perfecta.
Dicho esto, no quiero ir de Robin Hood ni aparentar lo que no soy. Yo también compro en Amazon y por internet, como el 90 % de las personas. Sin embargo, si hay un establecimiento a doscientos metros que me ofrece el mismo producto —aunque sea un poco más caro—, lo compro en mi barrio. Y lo hago por tres razones.
Primero, porque puedo hablar con un ser humano y preguntar cómo funciona el producto. Esa interacción social alarga la vida —me refiero a la vida emocional y comunitaria – que también es importante para la felicidad, como bien decía nuestro dios Aristóteles.
Segundo, porque le doy mi dinero a una persona cercana, que compite con las mismas reglas que yo: paga los mismos impuestos y está sometida a las mismas barbaridades fiscales que este país impone.
Estas dos razones resumen la más importante para mí: si seguimos poniendo nuestro dinero en manos de grandes corporaciones, las pequeñas se extinguirán. Y si al final solo quedan diez empresas que controlan todo y trabajamos para ellas, la brecha social se ampliará sin remedio. Vamos hacia la desaparición de la clase media. La historia podría repetirse si unos pocos lo controlan todo y el resto bailamos a su son.
¿No será que lo que realmente buscan es una esclavitud moderna?
👏🏼👏🏼👏🏼
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo
ResponderEliminarTienes toda la razón!👏👏👏
EliminarTienes toda la razón!👏👏
EliminarMás claro, agua👍🏼👏🏻👏🏻👏🏻
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