EL ARCO DE ODISEO. Día Mundial de la indignación, por Marcos Muelas
Esta semana padezco una urticaria terrible. Normalmente esto no es ninguna novedad en mí, ya que al nacer fui bendecido con alergias que me producen picores molestos en varias zonas de la piel. Pero no, la quemazón, urticaria o rascazón que me recorre esta semana nada tiene que ver con mis alergias comunes. Y contra ella no hay uñas, medicamentos ni ungüento que pueda aliviar mi mal.
Los estragos que me asolan provienen de una noticia que leí recientemente. Este 15 de enero se celebró el día Mundial de los selfies en los museos. Sí, ha leído usted bien. Infamia, abominación ... Por favor, ¿a qué hora llega el meteorito que nos extinguirá? Merecido lo tendríamos. ¿Por qué el ser humano se afana en ser tan mezquino?
Justo esta semana estuve en Sevilla, donde tuve la suerte de ver un espectáculo flamenco privado. Sin ser ningún entendido en este arte, enseguida comprendí que las bailaoras y artistas que tenía ante mí tenían talento. Para reforzar mi teoría me giré para observar al resto de público esperando encontrar miradas de admiración. Pero la mayoría de las miradas que hallé estaban fijas en las pantallas de sus móviles, grabando. ¿Tan difícil es disfrutar de un espectáculo en directo a través de nuestros propios ojos? Pondré un ejemplo muy común a este error. Piensen en esas ocasiones donde descubrimos una luna llena, gigante y antinatural y decidimos echarle una foto. Al ver la imagen capturada descubrirán, con mucha decepción, que en la pantalla desmerece. También se habrán encontrado alguna vez en la primera fila de un concierto y han decidido grabar el espectáculo. Seguro que al llegar a casa habrá intentado ver el video y sentir la sensación de estar muy alejado del escenario. Otra experiencia desperdiciada por la necesidad de grabar un video que seguramente borrará por su mala calidad.
De esta manera, por mis propias experiencias, decidí empezar a dejar el móvil en el bolsillo disfrutando así de las experiencias en primera persona. Pero al final, el resto de gente te tapa la visión con sus brazos en alto para grabar con sus smartphones. ¿Somos conscientes de lo que molestamos a los demás con esta costumbre?
Y volvamos a los museos. Ya hace años se prohibió el uso de cámaras fotografías en algunos de ellos. Se supone que el flash de la cámara dañaba las obras de arte. Y de ahí que visitantes creyeran que podían hacer fotos siempre que no se usará el flash. Pero el flash no era el único motivo de esta prohibición. Cada día, la Capilla Sixtina recibe 20.000 visitantes. Si cada uno de estos se detuviera a hacer fotos sería un caos. Y por ello estaba totalmente prohibido hacer fotos en la mayoría de museos. Porque se molesta a los demás visitantes, que aunque sean minoría, desean disfrutar de las obras en directo.
El ser humano es egoísta y lejos de tener consideración con los demás se empeña en hacerse varios selfies acaparando para si la obra de arte en concreto. Y menos mal que se prohibió el infame palo selfie, un invento útil que acabó convirtiéndose en un icono chabacano.
En fin, y ahora, el tercer miércoles de cada enero, se celebra el Día Mundial del Selfie en museos. Encima es una iniciativa de los propios museos para incentivar las visitas. Incluso animan a los visitantes a publicar las fotos en sus redes. En mi opinión, un gigantesco paso atrás en la evolución humana. ¡Con lo que costó concienciar a la gente de que no hiciera fotos! Es como si la Guardia Civil permitiera que un día al año pudieras conducir ebrio.
En momentos como este me acuerdo de Laika, la perrita que fue mandada al espacio, por no poner en riesgo ninguna vida humana. Quizá Laika fue enviada a buscar vida inteligente en el espacio, seguramente encontraría más que en la Tierra. Y donde les prometo que no me encontraran a mí, será en un museo el tercer miércoles de enero.
En fin, no me hagan mucho caso, pues como ya les dije, esta semana estoy indignado. Voy a ir terminando, pues estos picores no me dejan seguir escribiendo.
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