CRONOPIOS. La foto, el uniforme, por Rafael Hortal



  

Una de las fantasías sexuales más comunes, consiste en vestir a la pareja con uniformes o travestirla con ropas eróticas de bailarina de music hall o de cosplay. Pero algunos uniformes de trabajo ejercen un poder de atracción entre el emisor y el receptor, quizá porque transforma a la persona, le otorga una autoridad sobre el sometido. Sin distinción de sexo, el uniforme eleva la autoestima del que lo lleva frente a su pareja de juego sexual: Policías, militares (con muchas medallas), jueces, enfermeras, etc. Esto lo saben bien en el “Barrio Rojo” de Amsterdam, donde tras los cristales de las habitaciones / escaparates, se ve a prostitutas vestidas con ropa sexi y disfraces de enfermera, soldado o colegiala.





Lulú con la novela Arde el Trópico


En la foto está la actriz y performance Lulú Petrel promocionado la novela erótica “Arde el Trópico”, donde intervienen 51 escritores y 15 pintores, todos murcianos. Lulú lleva el uniforme de enfermera sexy, aunque el hecho de llevar uniforme profesional de cualquier sector sería suficiente para atraer la atención morbosa. Mi amigo Fermín se transforma cuando se viste de árbitro profesional, me cuenta que el pito le da el poder y el arrojo que no tiene en su vida cotidiana marcada por la timidez desde que era joven. Una conocida jueza reconoce que es mucho más respetada, admirada y deseada cuando lleva la toga. Una agente de policía se pone el uniforme para jugar con su pareja; inmovilizarlo en la cama con las esposas le da un plus de morbosidad. Conozco quien reconoce que le gusta ver a su marido con la faldita corta que lleva en las fiestas de Carthagineses y Romanos (no deja que se ponga ropa interior y eso le da más morbo cuando lo ve luchar). Tanto las grandes botas, como los zapatos de tacón tienen sus admiradores, y si nos remontamos a nuestros ancestros, los taparrabos y pieles nos transportan a un escenario salvaje, ideal para fantasías de empotramiento brutal.





Candaules (1830), por William Etty


Seda, satén, nylon, látex… cada persona tiene su preferencia. El traje de Catwoman es superventas, el traje de político está en desuso.


Lo contrario de la atracción por la forma de vestir, es cautivar por la belleza del desnudo. En este apartado merece una mención especial Candaules (rey de Lidia, antigua Anatolia, 680 a.C.). Estaba tan enamorado de su esposa y sentía tanta pasión por ella que proclamaba su belleza hasta la exageración. Según la versión de Heródoto, una noche escondió a su ministro Giges en su dormitorio para que observara a su mujer desnuda y comprobara su hermosura. Otras versiones cuentan que hacía pasear a su mujer desnuda delante de los soldados. Desde entonces se utiliza la palabra “candaulismo” como la práctica de exponer a su pareja desnuda con la finalidad de obtener excitación sexual.

Algunas películas que tratan el candaulismo son: “la llave secreta” (Tinto Bas, 1983). “El secreto” (Virginie Wagon, 2000)



  


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