CLASE DE LENGUA Y LITERATURA: Bécquer y Cia., por Santiago Delgao

 



Pues sí, lo de Cia podría aludir a toda la serie de poetas en español que le sucedieron, hasta más o menos, hoy. Pero no. La intención del artículo de hoy no es ésa. La cosa quiere hacer referencia al hecho de su publicación, no de su creación. Verán, Bécquer tenía una paguita, o chollo, del Estado. Hasta en eso fue un adelantado de su tiempo. Se la había conseguido su amigo el político González Bravo, inevitablemente gaditano, la mejor cantera del ramo en mucho tiempo. Lo hizo censor de novelas. Lo de censor no tenía tanta mala fama como ahora. Cela también lo fue de Franco, dicho sea de pasada. 

Bueno, pues, a lo que íbamos. El poeta, así como hacerle ser importante y benefactor de las musas, le hizo, a González Bravo, custodio de sus manuscritos. Aún no había ordenador, ni nada. Bueno, pues en esto llega la Revolución del 68, no la de París, de Cohn Bendit y todo aquello y tal; sino la defenestración (simbólica) de los Borbones. Isabel II escapa a París desde San Sebastián, y cae el gobierno en Madrid. Pormenores, búsquense en Google. González Bravo ocupaba la presidencia del gobierno, que creo se hallaba en la esquina de Cibeles que hoy es Sede del Estado Mayor del Ejército. La plebe ya sabe que no hay revolución que valga, si no se quema algo importante (es un clásico de las revoluciones). Y va y quema el citado palacio don de perpetra sus decisiones el Consejo de Ministros de la Reina. No para mientes, el pueblo, en estas ocasiones de giro de la Historia, y quema tó lo que se menea, y también lo que no. Entre lo quemado, claro, la obra manuscrita de Don Bécquer. ¡Ay, Dios!

Pero, bueno a grandes males, grandes remedios. Aun no era tuberculoso extremo el sevillano, ni tampoco incurable sifilítico (no sean crueles con él). Y tenía salud para recomponer, con su memoria, toda la obra ida en humo, ceniza y nada. Y lo hizo. A huevo, sí señor. Y dejó escrito, de tal página a tal otra está mi obra en verso, y se titula “Libro de los Gorriones”. Bien, llega el 70, del siglo antepasado, y G.A.B, fenece. Entonces su peña, va y rescata de las manuscripciones, bien refritas del autor, su obra poética. Le quitan, en mala hora, el título, lo ordenan, en una secuencia nada romántica y sí mucho neoclásica, y lo llaman Rimas. El orden, ya lo saben: Poética, Amor, Desamor, y desesperación; todo claro y distinto, a modo de agradar y facilitar las cosas a los profes de Historia de la Literatura de la posteridad, entre los cuales, parcialmente, y a mi pesar, me encuentro. Hubiera preferido respetaran el título y el natural desorden que el poeta dejó al marcharse a los Campos Elíseos.    

Así que ya saben:  Bécquer y Cia.; es decir, los bienintencionados, pero malfautores responsables de las actuales Rimas.

Es todo, pueden recoger sus cosas, en orden, y salir con moderación al recreo.


Guastavo Adolfo Bécquer, por Valeriano Domínguez Bécquer





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