CRONOPIOS. La foto: La Cruz de San Andrés, por Rafael Hortal
El apóstol San Andrés no era digno de ser sacrificado en una cruz como la de Jesús (crux immissa), por lo que los romanos de Patras, Grecia, lo martirizaron durante tres días amarrado de pies y manos a la crux decusata, una cruz en forma de X.
La Cruz de San Andrés es símbolo de humildad y sufrimiento; aunque en mi conversación con ChatGPT solamente me indicaba que se utiliza en banderas y en aviones militares, no queriendo responder a temas sexuales. He tenido que investigar en círculos de BDSM para saber cómo se utiliza. Hay páginas web que explican cómo construir una cruz de madera (en IKEA no está disponible todavía), aunque la misma web recomienda comprar una cruz profesional para evitar riesgos, caídas y lesiones no deseadas, je, je, je. Es una de las piezas más famosas del mobiliario sadomasoquista.
Hoy escribo sobre los usos y costumbres de la Cruz de San Andrés a raíz de la foto que encontré en mi “cofre del tesoro”. Corresponde a una demostración práctica dentro de un stand de artículos fetichistas en un Festival Erótico. Las personas interesadas podían utilizar la cruz para sentir la experiencia de la flagelación con el público delante. Una chica desconocida pidió a la maîtresse que la atase y le suministrara unos palmetazos en los glúteos. Terminó satisfecha, paracía haber alcanzado un estado místico, y hasta preguntó el precio del aparato para llevárselo a casa. Allí mismo compró una fusta y se la llevó sin envolver; iba con el morbo subido y estaba deseando estrenarla con su pareja.
Infringir dolor con latigazos era un castigo muy utilizado en las plantaciones de algodón americanas, también una costumbre inglesa como nos cuenta el prestigioso hispanista Ian Gibson en su libro “El Erotómano. La vida secreta de Henry Spencer Ashbee”, un estudio sobre el rico burgués británico que coleccionó en secreto los libros más eróticos adquiridos en sus múltiples viajes por el mundo; desde entonces a la flagelación se la conoce como “el vicio inglés”. Ashbee fue nombrado en 1896 Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española por sus publicaciones sobre Cervantes. Y les ocultó sus pasiones en el mundo del erotismo, la pornografía y la flagelación.
Los azotes eran una práctica habitual en los colegios ingleses. ¿Pero cómo prohibirlos si hasta se recomendaban en la Biblia? La abolición llegó en el mandato de Tony Blair.
Muchas pinturas y esculturas del Renacimiento y el Barroco nos muestran la flagelación de Cristo, simbolizando el sufrimiento y la humillación que sufrió Jesús por la redención de la humanidad. Desde la Edad Media, algunas órdenes religiosas realizaban la flagelación y autoflagelación como penitencia, mortificación para controlar los deseos mundanos y como devoción hacia Dios. En Roma podemos ver varias modalidades de látigos y cilicios en el Museo de los Hermanos Capuchinos.
Los asiduos al BDSM (bondaje o inmovilización, disciplina, sadismo, masoquismo) también lo realizan voluntariamente; unos disfrutan dando latigazos y otros recibiéndolos. Y todo eso acompañado de complementos fetichistas de trajes de látex, collares de pinchos, cadenas, etc.
La famosa novela “La Venus de las pieles” (1870) relata castigos extremos. En la novela “Historia de O” (1954), la protagonista se somete voluntariamente a recibir latigazos, aunque en esta ocasión no es atada a la Cruz de San Andrés, sino amarrada de pies y manos a dos columnas, dejando ver entre sus piernas abiertas el anillo (O) colgando de la vulva, que parece que marcó tendencia. Llevar pendientes en los lóbulos de las orejas era muy antiguo, en la actualidad se llevan en la nariz.
¿Y qué pasa con las personas que no practican el BDSM pero le gusta verlo? ¿O las personas que utilizan la Cruz para recibir placer con caricias y penetraciones cuando están inmovilizadas? Buscaré otras fotos en mi “cofre del tesoro”.
Contigo siempre aprendemos, un abrazo
ResponderEliminarCurioso e interesante
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