CRONOPIOS. El baile erótico, por Rafael Hortal.
Los movimientos corporales atraen a los animales irracionales, pero las danzas de apareamiento no llevan música, sólo los sonidos y feromonas producidos por ellos.
En el caso de la especie humana, los sonidos tribales de percusión incitan a mover los cuerpos rítmicamente, para sentirse bien y para cautivar.
Uno de los libros que guardo con devoción es “El Baile” (Historia de la discoteca Pachá de Ibiza desde 1966 a 1993), no es casual que en la encuadernación se destaque la danza de las mujeres de la tribu Nuba en Sudán, fotografiadas por Leni Riefenstahl; es un baile sensual a ritmo de los tambores, como lo siguen haciendo en la cala de Benirràs en Ibiza, una reminiscencia de la época hippy de los años 60.
En la literatura universal, es frecuente encontrar escenas de baile donde los protagonistas juegan a la seducción:
“A Emma le palpitó un poco el corazón cuando, llevada por un caballero por la punta
de los dedos, fue a situarse en la fila y a esperar el golpe del arco para empezar el baile.
Pero la emoción pasó pronto; y, balanceándose al ritmo de la orquesta, se deslizaba
hacia adelante, moviendo ligeramente el cuello. En ciertos momentos en que se tocaba
un solo de violín, le aparecía en los labios una sonrisa […] Los pies se animaban al
influjo del compás, se hinchaban las faldas, las parejas se rozaban, se tomaban de las
manos, se soltaban; hasta los ojos bailaban, bajándose primero ante la pareja, para
después posarse en los de ésta” (“Madame Bovary”, 1856. Gustave Flaubert).
En la actualidad muchas novelas eróticas contienen escenas de bailes seductores, aunque hay que reconocer que es difícil hacer descripciones detalladas que exciten al lector; yo lo intenté en una escena de mi novela “Armónicos”, en este caso el personaje que bailaba era una androide sexual:
“Spermula avanzaba lentamente hasta el centro de la pista de baile, no pasó
desapercibida; sería por su forma de andar y por su capa levantada como si un vendaval
frenara su avance. Parecía que nunca llegaba, todos expectantes disfrutamos de ese
movimiento de cadera. Se despojó de la capa dejándola caer, parecía que todos los
movimientos se ralentizaban y no seguían los parámetros físicos conocidos, su giro de
cabeza lanzaba el cabello en círculo y creaba un centro de interés en su mirada, ojos
verdes esmeralda que parecían incidir directamente en cada uno de los espectadores,
provocando una conexión de erotismo que sobrepasaba el mundano deseo sexual.
Levantó los brazos al tiempo que arqueaba su columna para hacer sobresalir sus pechos.
Estaba desnuda, la piel dorada y brillante se dejaba acariciar por los rayos de luz que
perfilaban su silueta. En este momento, a pesar de la penumbra, si hicieran una foto de
la sala, nadie saldría movido. Como estatuas, todos disfrutábamos de los movimientos
eróticos de Spermula, que apenas movía los pies del sitio, era su cuerpo el que vibraba,
contoneándose en curvas imposibles. Todas las células y neuronas de mi cuerpo se
alinearon para percibir ese sublime baile ralentizado que hacía que el pelo ocultara su
cara y sus ojos por unas milésimas interminables. La mirada esmeralda de Spermula
penetraba en mi iris. No veía pechos, ni glúteos ni vulva por separado, todo era un
conjunto armonioso. Lanzó hacia el techo un globo que estalló en millones de partículas
que cubrieron su cuerpo como lluvia dorada. La música finalizó, y Spermula se dejó
acariciar por todos como imanes cargados de polaridad contraria. Era increíble su poder
de atracción”.
Un baile erótico se describe como una forma de danza que busca evocar sensualidad y excitación a través de movimientos fluidos, expresivos y sugestivos. Se caracteriza por la conexión del cuerpo con la música y la expresión de emociones a través del movimiento. No se centra únicamente en la técnica, sino también en la creación de una atmósfera seductora y atractiva: Danza del vientre, Lambada, Bachata, Tango…
Cubierta interior del libro de Pacha
En la memoria colectiva quedan bailes míticos, como el de Jessica Alba en “Sin City”, Jennifer Beals en “Flashdance”, Salma Hayek en “Abierto hasta el amanecer”, Kim Bassinger en “Nueve semanas y media”, Rebecca Romjin en “Femme fatale”, Elizabeth Berkley en “Showgirls”, Demi Moore en “Striptease”, Jamie Lee Curtis en “Mentiras arriesgadas”, Natalie Portman en “Closer”… En otro momento mencionaré a los actores masculinos que bailan para seducir, otro día será.
Existe otro tipo de baile que no es erótico, aunque si muy íntimo, introspectivo, sentido; a pesar de que se produce en espacios colectivos, las personas que bailan lo hacen como si estuviesen solas, conectadas con la naturaleza a través de algunas sustancias alucinógenas, o simplemente alcanzando un estado de bienestar por las vibraciones de la música, que crea atmósferas hipnóticas. Me refiero a las raves, concentraciones de gente capaces de bailar durante horas o días, al ritmo de la música electrónica con elevado nivel sonoro y altas BPM, pulsaciones por minuto. La película “Sirat” muestra una rave en el desierto, con actores noveles, que en realidad son auténticos raveros; representará a España en los Oscars 2026. Me gustó.



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