LOS SONIDOS Y EL TIEMPO, Unen canto con humor, por Gabriel Lauret
No sé si saben ustedes que la risa, aparte de los evidentes efectos positivos que tiene sobre nuestro estado anímico, también mejora nuestra salud. Incrementa la producción de anticuerpos, regula la presión sanguínea y reduce el colesterol, entre otros muchos beneficios. Es una respuesta biológica a determinados estímulos, como las cosquillas, aunque de todos ellos, el más recomendable sea, sin duda, el del uso del buen humor.
La música y el humor se han fusionado divinamente desde la antigüedad. Puede que sepan de Aristófanes, conozcan las canciones satíricas medievales o la ópera buffa, por poner sólo tres conocidos ejemplos. Hoy me voy a salir de mis temas habituales para hablarles de un conjunto que ha utilizado la música, imitando la de épocas y países muy diversos, para hacer reír de forma inteligente a multitud de personas de habla hispana. Seguro que muchos de ustedes conocen a Les Luthiers, esa unión tan peculiar y maravillosa de música y humor.
Su historia comenzó en los años 60, cuando un grupo de estudiantes de universidades argentinas, integrantes de diversas agrupaciones corales, participaban en un proyecto llamado I Musicisti, del que, por desavenencias, en 1967 se escindieron cuatro de sus miembros. A lo largo de sus 55 años de existencia mantuvieron una plantilla muy estable. La alineación de Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Carlos Núñez Cortés y Carlos López Puccio recuerda a los quintetos míticos de la NBA de la época de Magic Johnson o Michael Jordan. Pero no fueron sus únicos integrantes. El fundador y líder del grupo fue Gerardo Masana, que sentó las bases de un estilo de humor culto y refinado, pero que falleció muy pronto, en 1973, víctima de la leucemia. Su enfermedad y muerte afectó a los demás hasta el punto de que recibieron terapia institucional durante 17 años con el psicoanalista Fernando Ulloa. La familia de Masana siguió recibiendo la parte que le hubiera correspondido por las actuaciones hasta la disolución del grupo. Otro miembro destacado fue Ernesto Acher, componente durante quince años.
El nombre de Les Luthiers, preferible si es entonado con una exagerada pronunciación francesa, viene de su costumbre de crear instrumentos a partir de materiales como latas, mangueras, globos, etcétera. Podemos decir que fueron pioneros en el reciclaje antes de que supiéramos del cambio climático. Hay que aclarar que luthier es la palabra francesa que designa a un fabricante de instrumentos, generalmente de cuerda. El primer constructor de los llamados instrumentos “informales” fue Gerardo Masana aunque poco después contaron con su propio lutier, Carlos Iraldi. Estos instrumentos parodiaban a los tradicionales y utilizaban nombres rimbombantes: el Contrachitarrone da gamba, el Latín (o violín de lata), el Bass-pipe a vara, el Tubófono silicónico cromático o el Dactilófono o máquina de tocar, entre una cincuentena de estos instrumentos, que alternaban con instrumentos tradicionales durante sus actuaciones.
Pero la esencia de Les Luthiers estaba en las piezas cómicas que interpretaban, siguiendo un esquema casi inalterable, que comenzaba con una introducción en la que Marcos Mundstock, muy seriamente, describía la obra y contaba detalles disparatados de la vida del autor para que, a continuación, entrara el conjunto en escena y la interpretara. Por si alguien piensa que Les Luthiers no merecen un artículo en una sección sobre música “clásica”, que sepan que todos sus integrantes tenían una altísima preparación musical. López Puccio, además de violinista, es un respetado director de coros, que con el Estudio Coral de Buenos Aires ha realizado giras internacionales y recibido numerosos premios. Maronna es un excelente guitarrista y compositor de carrera, actividad que desarrolló también en otros ámbitos, como el teatro. Los miembros de Les Luthiers tocaban varios instrumentos, formales o informales, además de actuar y cantar. Todos hacían de todo, aunque cada uno con un rol o papel bastante definido. Núñez Cortes aportaba su talento pianístico. Daniel Rabinovich, que había sido notario, hacía de bufón, siempre entrañable, aprovechando una vis cómica absolutamente genial (como todos los notarios). Marcos Mundstock, que me perdonen Constantino Romero y Franck Sinatra, era “La Voz”, con mayúsculas, una voz seria y profunda que daba credibilidad a las divertidas historias que contaba. Porque los temas no podían ser más chocantes e inapropiados para una canción normal como el Teorema de Tales o una cantata sobre el prospecto de un laxante.
El enorme conocimiento musical de sus componentes les permitía afrontar con éxito todo tipo de composiciones, desde formas populares como tangos, boleros, baladas o music hall hasta llegar a las clásicas, como el madrigal, oratorio, concierto, ballet (leído), incluso obras escénicas como la ópera Cardoso en Gulevandia, que contaba con todos sus elementos típicos: arias, recitativos, coros.… Esta ópera bilingüe fue escrita en español y gulevache, idioma ficticio, parecido a nuestra lengua pero trufado de desternillantes “falsos amigos”, palabras similares pero con un significado bien distinto. Aunque no lo crean, su primera versión, en 1983, interpretada únicamente por los componente del grupo, resultó un absoluto fracaso y fue eliminada del programa. Posteriormente, en 1991, Les Luthiers rescataron la obra con la única finalidad de que apareciera en un disco. Modificaron la trama y añadieron excelentes músicos profesionales como los destacados cantantes que interpretan los papeles “serios”. Este segunda versión fue la única obra de Les Luthiers que nunca representaron en directo.
Les Luthiers
(Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Carlos Núñez Cortés y Carlos López Puccio).
Les Luthiers, además de instrumentos, también crearon personajes, protagonistas de vidas siempre disparatadas. El famoso compositor Johann Sebastian Mastropiero llegó a ser un miembro más del grupo, al que atribuían la mayor parte de sus obras, personaje de quien tenemos, sin duda, las mayores certezas y las mayores incógnitas, ya que cada introducción ofrecía información contradictoria con la ya conocida de unos años o sólo minutos antes. Hay que aclarar que desde 1971 decidieron que la autoría de sus obras, música y texto, fuera colectiva, de Les Luthiers como conjunto, posiblemente porque fueran la consecuencia de una muy meditada tormenta de ideas en las que perfilaban canciones músicas o textos de autoría individual, hasta dar el resultado que todos conocimos en escenarios y grabaciones.
Una muestra de que el buen humor es algo muy serio la tenemos en que en 2014 los grandísimos pianistas Daniel Baremboim y Marta Argerich, también argentinos ellos, y miembros de la Orquesta West-Eastern Divan se unieron a Les Luthiers para interpretar dos versiones muy particulares de La Historia del Soldado de Stravinsky y del Carnaval de los animales de Saint-Säens.
El paso inexorable de los años provocó las salidas de algunos y la incorporación de varios suplentes, con los que contaban habitualmente, como miembros titulares. Incluso con las pérdidas de Daniel y de Marcos, Les Luthiers continuaran actuando hasta 2023, año en el que, tras una larguísima gira internacional de despedida, dieron su última actuación.
Estudios científicos nos avisan de que, con la edad, con las preocupaciones, con los golpes de la vida, cada vez reímos menos. Una buena terapia, Lutherapia, sería recordar, ver y escuchar, a Les Luthiers.
Ilustraciones musical:
Les Luthiers (1987-89). Viegésimo aniversario
Les Luthiers (1991). Cardoso en Gulevandia
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