Mesa redonda “Música y Literatura”, crónica por Gabriel Lauret

 






La sesión comenzó con la habitual puntualidad local, es decir, exactamente con quince minutos de retraso. Bien es conocida la prudencia de los asistentes cuando van a este tipo de actos, que prefieren llegar escalonadamente para no colapsar los accesos al centro de la ciudad y también no sobrepasar los límites de aforo y evitar así sobrepesos que pudieran provocar hundimientos del suelo del hemiciclo.


Rafael Hortal fue el encargado de presentar a los contendientes e hizo, en su función de moderador, diversas preguntaste que (c)alentaron el debate. En la mesa, tres expertos en temas musicales, deseosos de defender sus planteamientos desde puntos de vistas que parecían, aparentemente, algo alejados. 






Por una parte, Juan Ángel Sánchez, periodista, por ello un cronista de nuestro tiempo, que posee el espíritu crítico del filósofo y que es poseedor de un conocimiento vasto y profundo de la música actual que refleja en artículos como los del blog “Las Memorias de Dulcinea”. También participó Miguel Baró Tomé, violonchelista formado el Conservatorio Superior de Murcia, abogado ejerciente durante tres años y que en la actualidad realiza sus prácticas para un Máster de Gestión Cultural (un máster de los que sí que valen) en la Fundación Juan March de Madrid, que es uno de los organismos culturales, artísticos y musicales más prestigiosos de nuestro país. Además, trabaja en la difusión de la música con el ciclo “Da Capo” y como colaborador en Onda Regional de Murcia. Como tercer componente de la mesa estuvo Gabriel Lauret, violinista especializado en Música de Cámara y Catedrático de esta especialidad en el Conservatorio Superior de Murcia, miembro durante 27 años del Cuarteto Saravasti, que escribe artículos de difusión musical en el diario La Opinión y en nuestro blog, cuya recopilación dio como fruto su primer libro, “Allegro Agitato. Historias de música y músicos”.






Los participantes debatieron sobre multitud de temas relacionados con la música. Juan Ángel Sánchez expuso la paradoja que para él supone el apoyo que se da en los medios de comunicación a ciertos tipos de música, por así llamarlos, como el rap y el reguetón, mientras que la mal llamada música indie, realmente pop o rock, llena estadios de aficionados. También resaltó el excelente momento por el que pasa este tipo de música en nuestra región ya que grupos como “Arde Bogotá” o “Viva Suecia” están a la cabeza del fenómeno musical de nuestro país. En opinión de Gabriel Lauret, hay una segmentación cada vez mayor de los gustos musicales del público por franjas de edad, que a su vez son cada vez más estrechas, hasta el punto de que los más jóvenes asisten a conciertos de grupos y artistas que resultan desconocidos para aficionados de mayor edad. 


El contraste entre la aceptación de la música popular con la también mal llamada “música clásica”, fue objeto de gran parte del debate. Miguel Baró dio una explicación del origen de lo “clásico”, y cómo esta calificación, casi una estigmatización, supone un punto de distanciamiento que aleja a esta música de gran parte de la sociedad, algo que no ocurre de igual forma en la mayoría de los países europeos. Propuso el uso del término “música integral”, ya que “integral” tiene actualmente unas connotaciones muy distintas y siempre positivas y describe mucho mejor este tipo de música. También defendió la labor del músico profesional formado, incluso en el campo de la música moderna, sobre los que no lo son. Gabriel Lauret explicó que en España, a diferencia de otros países, por su situación geográfica y por los gustos musicales desde el siglo XIX, sufrimos un retraso en la difusión de la música porque la mayor parte de las ciudades carecían de agrupaciones sinfónicas. La época de la dictadura tampoco favoreció este tipo de música, que gran parte de la sociedad música considera elitista a pesar de los precios de las entradas desmienten este argumento. Ensalzó también la labor del gestor cultural murciano José Manuel Garrido, que desde los años 80 del siglo pasado promovió la creación de la excelente red de auditorios que hay actualmente en España, cuando en los años 70 sólo había dos que merecieran este nombre en nuestro país. 


Juan Ángel Sánchez planteó que el ritual del concierto, el silencio sepulcral, la ausencia de aplausos, la imposibilidad de moverse, dificulta la posibilidad de atraer nuevos públicos, sobre todo al público joven. Una pregunta desde el público sobre los conciertos “Candlelight” y otra de Rafael Hortal sobre el violinista Ara Malikian abrieron una nueva temática sobre si estos eventos acercan al público a conocer la música clásica. Sobre este aspecto también se recordó al inefable Luis Cobos, que superponía una caja de ritmos a distintos tipos de música sinfónica y que, gracias a ello, vendió millones, unos quince, de copias. La opinión mayoritaria de los componentes de la mesa fue que en el fondo no dejaban de ser productos que se sirven de la música para su beneficio, que están dirigidos a un público que rara vez existe a conciertos y al que pocas veces consiguen atraer. También hubo un consenso generalizado en que la música es una cuestión de gustos y que los gustos hay que educarlos desde la infancia, como ocurre con la comida.


La conversación fue larga, aunque se hizo corta, animada y distendida. Se debatió muy intensamente sobre estos y otros temas, algunos de los cuales apenas pudieron quedar esbozados por falta de tiempo. Finalmente, los asistentes salieron del hemiciclo convencidos de la importancia que tiene la música para el ser humano, sea del tipo que sea (menos el rap y el reguetón, obviamente), de que es primordial su difusión a todos los niveles y, sobre todo, de que las personas adultas deben dejar de celebrar sus cumpleaños en el McDonald´s.



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