PUNTO DE FUGA, La poesía, promesa de inmortalidad, por Charo Guarino
El pasado 7 de julio fallecía el poeta cartagenero José María Álvarez, y hace solo unos días, el 11 de este mes de octubre, lo hacía la también poeta cartagenera María Teresa Cervantes. Podemos decir que ambos han alcanzado por méritos propios la inmortalidad que confiere la escritura a los escritores consagrados. Sin ninguna duda sus versos seguirán leyéndose y su aliento latirá en otros corazones.
A finales del siglo I a.C., en el período aúreo de la literatura latina, poetas como Horacio, u Ovidio introducen en sus obras reflexiones metapoéticas como la relativa a la inmortalidad del creador. ‘Exegi monumentum aere perennius’ (He erigido un monumento más duradero que el bronce), escribe Horacio en el primer verso de la última oda de su libro III (III 30, 1), y unos versos más adelante afirma ‘non omnis moriar’ (no moriré del todo). De un modo mucho más rotundo, Ovidio finaliza sus ‘Metamorfosis’ con el verbo ‘vivam’ (viviré), y en los versos inmediatamente precedentes se expresa así: ‘Iamque opus exegi, quod nec Iovis ira nec ignis/ nec poterit ferrum nec edax abolere vetustas’ (Y ya he puesto fin a una obra que ni la ira de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni la devoradora vejez podrán destruir), o 'parte tamen meliore mei super alta perennis/ astra ferar, nomenque erit indelebile nostrum […] ore legar populi, perque omnia saecula fama,/ siquid habent veri vatum praesagia, vivam’ (no obstante, la mejor parte de mí será llevada, inmortal, por encima de las altas estrellas, y mi nombre no se borrará […] se me leerá en boca del pueblo, y, por todos los siglos, en la fama —si es que alguna verdad reside en los presagios de los vates— viviré).
Ya en Homero encontramos el concepto del ‘κλέος ἄφθιτον’ (la gloria inmortal) que tiene su equivalente en el védico ‘shravas akshitam’, de modo que es de suponer que recoge una idea común a los pueblos indoeuropeos, el de la inmortalidad poética o la poesía como elemento inmortalizador, tanto del poeta como del objeto de su poesía. En el verso 362 del Canto XXII de la Ilíada, Aquiles afirma que podría alcanzar la fama eterna a cambio de su muerte prematura, y de la idéntica manera reacciona Héctor en el mismo canto cuando está a punto de morir.
En uno de los fragmentos que nos han llegado de Safo de Lesbos, la poeta relaciona la ignorancia de la poesía con el olvido en su reproche a una mujer que «no participa en las rosas de Pieria», igual que hace Píndaro en su cuarta Nemea, en la que afirma que «las palabras viven más tiempo que los hechos».
La principal aportación al tópico por parte de los poetas latinos es la reclamación de la inmortalidad para el propio poeta, que deja de estar destinada únicamente a los héroes objeto de elogio.
En el libro primero de los Amores, obra elegíaca de juventud, escrita cuando contaba poco más de veinte años, Ovidio nos muestra cómo el poder de la inmortalidad se presenta como un regalo a la persona amada: ‘dos mea; quam volui, nota fit arte mea./ Scindentur vestes, gemmae frangentur et aurum;/ carmina quam tribuent, fama perennis erit.’ (Ese es mi regalo; aquella a la que yo he querido se hace famosa gracias a mi arte. Se ajarán los vestidos, las piedras preciosas y el oro se fundirán, pero la fama que mis versos concedan será eterna).
En este fragmento se hace evidente el contraste entre la decadencia de las cosas físicas y la eternidad de la fama, calificada de nuevo con el adjetivo ‘perennis’, también presente en los ejemplos aducidos en la oda horaciana y en ‘Metamorfosis’.
En contraste con lo hasta aquí expuesto, en ‘Ecos, Diario de 1999’, recién aparecido en la editorial MurciaLibro, la reconocida escritora y poeta albaceteña afincada en Murcia (nombrada Hija Adoptiva de Murcia en 2021) Dionisia García, a la que debe su nombre el premio de poesía de la Universidad de Murcia desde el año 2000, escribe así en la entrada de su diario correspondiente al 2 de enero de 1999: “La literatura, el arte, es el bálsamo que puede ayudarnos en la aceptación de nuestra finitud. Deseo familiarizarme con la muerte, pensar que un día ha de faltarme el aire para que al llegar ese día sepa abandonar el mundo con dignidad…”.
Pero, igual que Ovidio promete a Corina, Dionisia García, a través de su palabra, ha inmortalizado a su amado esposo, Salvador Montesinos, en el poemario a él dedicado tras su muerte, ‘Clamor en la memoria’, por el que en 2023 recibió el Premio de la Crítica en lengua castellana en la modalidad de poesía.
Como el amor, la poesía consigue trascender y vencer a la muerte.
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