LOS SONIDOS Y EL TIEMPO, Ofrenda a Sarasate, por Gabriel Lauret

 





Hasta no hace no muchas décadas no era nada extraño en nuestro país que a un niño que comenzaba a tocar el violín le preguntaran si quería ser el nuevo Sarasate. Todavía se prolongaba en nuestra sociedad la fama de quien fue, sin duda, el violinista más conocido de su época. A lo largo de la historia sólo Niccolò Paganini, virtuoso por excelencia de este instrumento, ha gozado de mayor prestigio. Sin embargo, el paso del tiempo ha ido oscureciendo su recuerdo.


Martín Sarasate nació en Pamplona en 1844. Su padre era director de banda militar por lo que sus sucesivos destinos marcaron las continuas mudanzas familiares. Los inicios de Martín con el violín los realizó en Galicia con su padre y con los mejores profesores que pudieron encontrar, ya que pronto dio muestras de un enorme talento musical. Dio su primera actuación pública con siete años, amenizando el intermedio de un concierto en La Coruña. La presencia de Juana de Vega, viuda y condesa de Espoz y Mina, sirvió para que ésta le asignara una pensión para estudiar en Madrid con Manuel Rodríguez, adonde fue a vivir con su madre. Actuó en diversos salones, alcanzó un enorme triunfo en el Teatro Real y, poco después, tocó para los reyes en palacio, agradándoles tanto que Isabel II le concedió otra beca para que estudiara en París. 


Hacía allí se dirigieron en 1856, pero enfermaron de cólera y su madre falleció en Bayona. El cónsul español se hizo cargo del niño, le llevó a París y le presentó a Delfín Alard, que se convirtió en su maestro. Fue acogido por el administrador del conservatorio, cuya mujer se convirtió en una segunda madre. En este centro consiguió, solo un año después, con trece, el Primer Premio de violín. Martín frecuentaba las veladas de los salones parisinos donde a menudo actuaba junto al compositor Camille Saint-Saëns a cambio de las cenas servidas tras el concierto. Se relacionó con la alta sociedad y también conoció a músicos como Meyerbeer, Liszt o Gounod. Pronto Sarasate dio el salto de la música de salón a la de concierto, con giras que comenzaron en 1859. En la década de 1870 su carrera llegó a su apogeo. Conocido ya con el nombre de Pablo, consiguió triunfar incontestablemente en Austria y en Alemania, lo que le abrió las puertas del éxito absoluto en el Reino Unido, los países nórdicos o Rusia, e incluso llegó a Estados Unidos y Sudamérica. Trascendental para su carrera fue su encuentro en 1877 con Otto Goldschmidt, que sería su pianista acompañante habitual, además de secretario, agente y amigo personal. Goldschmidt fue un adelantado a su tiempo en cuestiones de marketing, que se preocupaba de enviar noticias de la gloria que alcanzaba y logró que Sarasate fuera, con diferencia, el violinista mejor pagado del planeta. Posteriormente, en 1894, Goldschmidt se casaría con Bertha Marx, que le reemplazaría como pianista habitual del navarro. 



Salustiano Asenjo. Retrato de Pablo Sarasate.1863. 
Ayuntamiento de Pamplona. Foto © Jialxv




Las dos siguientes décadas vieron a Pablo convertido en una auténtica super-estrella que abarrotaba las salas de concierto. Sarasate impactaba a los oyentes por la pureza de su sonido y su perfección técnica, a la que añadía su elegancia y una forma de tocar tan fácil que parecía improvisada. Interpretaba las grandes obras del repertorio, muchas de ellas dedicadas a él y que él popularizó. Siendo todavía un adolescente, Saint-Saëns compuso para Sarasate su Concert-Stück, como haría posteriormente con la Habanera, la Introducción y Rondó Caprichoso y el Concierto para violín nº3. Una lista poco exhaustiva debería incluir además a Lalo con su vibrante Sinfonía Española, a Wieniawski y su bellísimo Concierto nº 2, a Max Bruch y su evocadora Fantasía Escocesa o a Dvorak con su vigoroso Mazurek. Por contra, se negó a tocar el concierto de Brahms, probablemente porque Sarasate fue el gran rival de Joseph Joachim, violinista favorito del compositor. No obstante, la mayor afición de Sarasate era tocar música de cámara y, especialmente, música para cuarteto. En este campo el músico de Hamburgo era uno de sus preferidos.


Habrán observado que hasta ahora no he hablado sus propias composiciones, que solía reservar para agradecer los aplausos del público. Sarasate no estudió composición pero escribió gran cantidad de pequeñas piezas para violín acompañado de piano u orquesta, alejado de las grandes formas como la sonata o el concierto. Siguiendo la moda, compuso varias fantasías sobre óperas, entre las que destaca la que escribió sobre temas de Carmen de Bizet. En las obras de inspiración española recurrió a temas populares como en la Romanza Andaluza, el Zapateado o la Jota Navarra, aunque la más interpretada posiblemente sea Zigeunerweisen (Aires gitanos). De excelente factura, enorme elegancia y belleza, en ellas desplegaba su técnica virtuosa con efectos del agrado del público como pizzicati con la mano izquierda o sonidos armónicos..


Capítulo aparte fue la relación que mantuvo con su tierra. Tras dejar Pamplona con solo dos años, prácticamente no pisó la ciudad hasta su madurez. Sin embargo, a partir de 1878 fueron contadas y muy motivadas las excepciones en las que no asistió a las fiestas de San Fermín, en las que ofrecía conciertos, siempre gratuitos o benéficos, apoyando a dos instituciones musicales locales, el Orfeón Pamplonés y la Orquesta Santa Cecilia. Mucho antes que Hemingway, Sarasate popularizó los Sanfermines trayendo a sus mejores amigos músicos y atrayendo a un público numeroso que quería disfrutar de sus conciertos.


Su vida continuó así hasta que falleció en su casa de verano de Biarritz, Villa Navarra, en 1908, de una afección pulmonar. Sarasate, que nunca se casó ni tuvo descendencia, donó la mayor parte de sus pertenencias a la ciudad de Pamplona, y sus dos Stradivarius a los conservatorios de París y Madrid, que le había nombrado profesor honorario en 1883.


Los fieles realizan ofrendas como muestra de gratitud o amor. Joaquín Rodrigo añadió Ofrenda a Sarasate como subtítulo de su excelente Capriccio para violín solo, una de las mejores obras españolas para este instrumento del siglo XX. En este siglo XXI, en el que se ha perdido la conciencia de lo que significó, no está de más haber recordado, como ofrenda, el respeto y la admiración que Pablo Sarasate recibió durante su vida.





Ilustraciones musicales:

P. Sarasate. Fantasía sobre temas de Carmen de Bizet. Gil Shaham, violín. Orquesta Filarmónica de Berlín. Director: Claudio Abbado

P. Sarasate. Zigeunerweisen, Op. 20. Aaron Roland, violín.

P. Sarasate. Tarantella. Pablo Sarasate, violín.

Comentarios

  1. Dices muy bien en el último párrafo de tu post: no está de más.
    He disfrutado y aprendido leyéndote.

    César

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  2. Hasta ahora era gran desconocedora de P. Sarasate. Gracias por haberme ilustrado a la vez que entretenido.

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